Documentales

Snowden: los detalles de una huida histórica

Edward Snowden, extécnico de la CIA.

Edward Snowden no solo desveló que Estados Unidos y sus aliados habían puesto en marcha un sistema para espiar de forma masiva a los ciudadanos, también es el responsable del nacimiento de una nueva figura heroica, la del denunciante, inmortalizado en el documental Citizenfour, de la directora Laura Poitras, una de las primeras periodistas que contactó con el extrabajador de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés).

Pese a que antes que él ya hubo algún pionero, a los que se ha dado en llamar “denunciantes”, estos hasta la fecha habían hecho todo lo posible por permanecer a la sombra, sobre todo para evitar represalias. El soldado Bradley Manning –más tarde conocido como Chelsea Manning– por filtrar al sitio web Wikileaks varios cientos de miles de documentos y cables diplomáticos, y tras ser denunciado por un hacker, fue condenado en 2013 a 35 años de cárcel. Antes de eso, las autoridades militares lo habían sometido durante tres años a un estricto régimen de aislamiento. Por su parte, el fundador de Wikileaks, Julian Assange, continúa confinado en la embajada de Ecuador en Londres, edificio que no puede abandonar.

La hazaña de Edward Snowen ha sido conseguir darle la vuelta por completo a ese estatus de paria, de traidor a la patria, al asumir y reivindicar su papel como whistleblower (denunciante). Fue él quien decidió, adelantándose a los medios de comunicación y a las fuerzas del orden, desvelar su identidad en un vídeo emitido el 8 de junio de 2013 por The Guardian, pocos días después de hacerse públicas las primeras revelaciones. Este vídeo, grabado en la habitación del hotel Mira de Hong Kong por Laura Poitras, es uno de los elementos principales del documental Citizenfour.

Esa entrevista, que se ha convertido en un documento histórico, ha supuesto un antes y un después. El misterioso topo por fin salía a la luz. Y su rostro era el de un joven, patriota, criado en una familia de militares, íntegro, bien educado y que explicaba con calma y desenvoltura cómo su Gobierno violaba la vida privada de los ciudadanos. Al reivindicar su “delito” para acusar el Ejecutivo norteamericano, invertía la carga de la prueba y ponía al Gobierno norteamericano a la defensiva.

A partir de ese momento, Edward Snowden, que sigue viviendo en Rusia y a quien varios países europeos entre ellos Francia han negado el asilo, se ha convertido en todo un símbolo del que se escriben libros, teleseries, películas, documentales... Oliver Stone llevará su vida a la gran pantalla y Citizenfour acaba de ser galardonado en la reciente ceremonia de los Oscar. Vilipendiado por Washington, Edward Snowden se ve aclamado por Hollywood.

Esta multiplicación de los relatos permite ir desvelando poco a poco, con un precisión sin precedentes, los detalles de uno de los asuntos más extraordinarios de la historia del periodismo. En dos años, buena parte de los actores han dado su versión de los hechos, lo que ha permitido ir montando poco a poco el puzzle. El periodista Glenn Greenwald, el otro periodista con el que contactó Edward Snowden, ya publicó, en mayo de 2014, Sin un lugar donde esconderse, un libro que sobre la historia del whistleblower y las consecuencias de sus revelaciones. Por el contrario, Laura Poitras optó por centrarse en un episodio muy concreto de la historia: los ocho días pasados con Edward Snowden en una habitación de Hong Kong.

El 2 de junio de 2013, la realizadora desembarcaba en la provincia autónoma china acompañada de Glenn Greenwald. Hacía varios meses que los dos periodistas estaban en contacto, a través de internet, con una misteriosa fuente que firmaba sus mensajes como “Citizenfour”. Ésta aseguraba tener pruebas de que los servicios secretos norteamericanos, para los que decía trabajar, cometían múltiples violaciones de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Para probar sus afirmaciones, facilitó a los periodistas una serie de documentos. La cita se concertó en una sala del hotel Mira y, para reconocerse, deberían llevar un cubo de Rubik. Una vez establecido el contacto, Edward Snowden llevó a su habitación a Glenn Greenwald y a Laura Poitras, quien sacó de inmediato su cámara y se puso a grabar.

Citizenfour gira en torno a este encierro. Se trata de un testimonio en primera persona donde a menudo las imágenes son inestables, el rodaje aleatorio y los movimientos de cámara, un poco bruscos. A través de los ojos de Laura Poitras, se reviven algunas de las escenas descritas en los artículos o por Glenn Greenwald en su libro. El montaje es especialmente eficaz y la distancia que toma Laura Poitras –a la que se escucha, pero que casi nunca aparece–, refuerzan todavía más el realismo, la impresión de estar atrapados en esta habitación con los dos periodistas, a veces acompañados de otros colega de The Guardian, Ewen MacAskill, y Snowden, quien estaba siendo buscado por todas las agencias norteamericanas.

Conforme se suceden las entrevistas, la paranoia de Snowden se hace contagiosa. Reímos cuando se tapa la cabeza con una manta para teclear la contraseña o cuando desconecta el teléfono tan pronto como se pone a sonar. Sin embargo, la atmósfera comienza a hacerse más agobiante cuando, en varias ocasiones, salta la alarma del hotel por un breve lapso de tiempo, un método empleado, según Snowden, para obligar a los objetivos a salir de las habitaciones. De hecho, la alarma era una medida de seguridad.

Pero el documental consigue hacer creer al espectador que en cualquier momento los agentes van a echar la puerta abajo y poner fin a una historia antes incluso de que haya dado comienzo. En este encierro angustioso, las reacciones de Edward Snowden se filman muy de cerca. Su miedo y sus dudas a veces se hacen casi palpables, como cuando habla, con ayuda de su ordenador, con su novia, a la que abandonó en Hawai sin darle ningún tipo de explicación.

Pese a todo, Citizenfour no logra salvar un escolloCitizenfour. En varias ocasiones, Edward Snowden insiste en la necesidad de no personalizar sus revelaciones, de no aparecer en primer plano para que el debate ponga el foco sobre el fondo y no sobre el mensajero. Ahora bien, el documental presenta esta paradoja: cuanto más desinterés muestra Snowden, mayor es su abnegación, más aparece como un héroe, incluso como un mártir. “Prefiero correr el riesgo de acabar en la cárcel, o cualquier otra consecuencia terrible similar, que correr el riesgo de ver limitada mi libertad intelectual y la de los y las que me rodean, que me importan lo mismo que mi persona”, explica a Glenn Greenwald. Y si bien al final Edward Snowden logra zafarse de las autoridades norteamericanas, se ve la imagen de un hombre que se sacrifica literalmente por el bien de la humanidad.

A fin de cuentas, Citizenfour no revela ninguna exclusiva que se conozca ya. Laura Poitras pone en perspectiva, a modo de introducción y de conclusión, las revelaciones de Edward Snowden, el tratamiento mediático recibido y las reacciones políticas. El film aporta también algunos detalles y anécdotas. Sobre todo, desvela que la novia de Edward Snowden pudo reunirse finalmente con él y alimenta, hasta el final, la hipótesis de la existencia de un “segundo Snowden”, otro denunciante en el seno de la NSA.

Pero Citizenfour es sobre todo un testimonio humano, un encuentro excepcional destinado a cambiar el curso de la historia. El encierro concluye con la imagen de Edward Snowden, cerrando la puerta de la habitación del hotel para huir en compañía de un abogado de Hong Kong, dejando a la realizadora sola en la habitación.

La huida interrumpida en Moscú

Precisamente en este momento puede colocarse otra pieza del puzzle. Citizenfour se estrenó este miércoles día 4 en los cines de Francia y al día siguiente, Planète + C&I emite un documental dedicado a la huida del denunciante, basado en el testimonio de otro actor directo, el equipo de Wikileaks. Realizado por el periodista danés Poul Erik Heilbuth y por su colega alemán John Goetz, Edward Snowden, enemigo de Estado está, en la forma, muy lejos de la calidades estéticas y humanas que presenta Citizenfour.

Sin embargo, este documental contiene numerosas informaciones sobre un aspecto todavía poco documentado sobre la historia de Edward Snowden. Este dejó el hotel Mira el 10 de junio, pero voló a Rusia hasta el 23 de junio. Casi dos semanas durante las cuales el hombre más buscado del mundo ya no estaba protegido por los periodistas que le acompañaban.

Edward Snowden, alojado en Hong Kong por “aliados”, entró entonces en contacto con Wikileaks. Julian Assange envió a la periodista Sarah Harrison en su ayuda. Tenía como misión sacarlo de territorio chino antes de que Pekín cediese a las presiones diplomáticas y a pesar del riesgo de ser arrestado al cruzar la frontera. Tras varios días de negociaciones, se traza un plan. Edward Snowden tendría que a volar a Cuba, vía Rusia, para a continuación ir a Venezuela o a Ecuador.

Para generar confusión, Wikileaks compra una docena de billetes de avión diferentes a nombre de Edward Snowden, pero cuando está de camino a Moscú, el Ministerio de Asuntos Extranjeros de EEUU revoca su pasaporte. A su llegada a territorio ruso, se le deniega el embarque para volar a Cuba. Edward Snowden permaneció un mes en la zona de tránsito del aeropuerto de Sheremetyevo en una habitación sin ventana y con Saraha Harrison por toda ayuda.

El documental que emitirá en Francia Planète + C&I arroja luz a este episodio especialmente sensible de la huida de Edward Snowden. Se confirma por ejemplo las reticencias de las autoridades chinas de extraditar al joven, que pudo embarcar en el avión a pesar de que las órdenes norteamericanas ya habían sido transmitidas. Sarah Harrisson también mantiene que a su llegada a Moscú, las autoridades rusas le propusieron un acuerdo, su libertad a cambio de colaborar con los servicios secretos, pero asegura que Snowden no facilitó información alguna.

El documental también adelanta otra hipótesis: la supuesta estrategia orquestada por Wikileaks que supuso el episodio del desvío del avión del presidente boliviano Evo Morales. El 1 de julio, mientras Edward Snowden seguía confinado, Evo Morales se encontraba de visita en Moscú. Cuando el avión presidencial volvió a despegar al día siguiente, circulaba el rumo de que el informático viajaría con él. Por presiones de EEUU, varios países, entre ellos Francia e Italia, rechazaron la entrada del aparato en sus respectivos espacios aéreos. El avión de Evo Morales se vio obligado a aterrizar en Austria, donde fue sometido a un registro. El incidente provocó gran indignación en todo el mundo y contribuyó a dar la imagen del hombre perseguido por un Estado dispuesto a todo. Este hecho será clave en la decisión de Rusia de conceder asilo temporal a Edward Snowden.

Eso sí, en el documental, Julian Assange explica que alertó de forma voluntaria a las autoridades norteamericanas de la posible salida de Edward Snowden. Wikileaks mantuvo supuestamente conversaciones telefónicas, a través de líneas que habían sido intervenidas, con algunos contactos diplomáticos para confundir a los servicios norteamericanos. Preguntado sobre esta posible estrategia de manipulación, el exdirector de la NSA Michael Hayden respondió: “Antes de que me formulase la pregunta no lo había pensado, pero es terriblemente astuto, sí”.

El comentario no lo hace alguien que pasaba por allí. El general Hayden dirigió la NSA de 1999 a 2005, por tanto es la persona que dirigió el dispositivo denunciado por Edward Snowden. Este pilar fundamental de los servicios de inteligencia norteamericanos, con fama de hablar con franqueza, ha llegado a manifestar: “Lo que Snowden ha desvelado no son informaciones, sino nuestro manera de recoger informaciones”, aseveró Michael Hayden en una casi confesión. “No ha desvelado un cubo de agua, sino que ha desvelado la fontanería. Ha desvelado cómo recogemos, tratamos y distribuimos el agua”.

Pero los propósitos de Michael Hayden también son inquietantes cuando se refiere al futuro de su exempleado. “Muchos norteamericanos como yo no conciben la amnistía ni la negociación ni similares, para que Snowden regrese”, avisa. “Hay 100.000 personas que trabajan para los servicios de inteligencia norteamericanos que no han violado el juramento. Si mi Gobierno participa en el recibimiento con los brazos abiertos, o en la menor tentativa de acercamiento, va a provocar la hostilidad de estos hombres sobre los que reposa la seguridad y la libertad de mi país”. Todo un aviso para Edward Snowden, pero también para la Casa Blanca.

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Traducción: Mariola Moreno

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