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Taiwán se convierte en una peligrosa falla geopolítica sobre la que presionan Estados Unidos y China

Una pantalla muestra al presidente chino Xi Jinping durante la sesión de clausura de la Asamblea Popular Nacional en el Gran Salón del Pueblo, en Pekín, el 13 de marzo de 2023.

François Bougon (Mediapart)

Shoufeng (Taiwán) —

El mar está especialmente agitado a finales de invierno. El viento y el oleaje son los sonidos de fondo en la playa de arena negra de Shoufeng, en la costa oriental de Taiwán, no lejos de la gran ciudad de Hualien. Wu Ch'ien-lai, un propietario de 83 años, apodado papá Niu por el nombre del lugar, Niushan, la "montaña de los búfalos", está cada vez más sordo. Tiene que inclinarse hacia su oreja derecha para poder oír. Sin embargo, aún puede oír el sonido de las olas.

Esto le parece natural a este nativo de la etnia amis, la más numerosa de las dieciséis reconocidas oficialmente en el archipiélago taiwanés, con más de 50.000 personas, nacido a orillas del océano Pacífico. Wu Ch'ien-lai es hijo del océano pero también de la montaña, en cuyas laderas creó, tras años de trabajo en Japón, un "paraíso", un lugar inaugurado en 1993 donde los visitantes pueden admirar sus creaciones de arte marginal (es una de las figuras tratadas en el libro Visionarios de Taiwán, de Rémy Ricordeau, publicado en 2015). Allí se pueden ver esculturas de animales y figuras, algunas hechas con madera encontrada a la deriva, y comer en los restaurantes que regentan sus dos hijos.

La naturaleza es tan virgen que hace unos años el director americano Martin Scorsese rodó algunas escenas de su película Silencio, sobre la historia de los primeros jesuitas en Japón, supuestamente ambientada en el siglo XVII.

Wu Ch'ien-lai se hizo cargo del lugar, que había estado ocupado por los militares durante un tiempo, destruyó las instalaciones del Ejército y plantó árboles. "La gente se reía de mí diciendo que perdía el tiempo acondicionando este lugar. Pero seguí adelante a pesar de sus críticas. Aquí soy libre, nadie puede darme lecciones", dice, aunque el Estado no le ha reconocido ningún título de propiedad. “El Estado dice que quiere devolver la tierra a los nativos, pero aún no hay nada".

También es su jardín de la memoria. Ahí vivían sus antepasados y ahí vivían los búfalos antes de que los exterminaran. "Cuando yo era niño, dormía aquí, los búfalos no venían y me atropellaban, como los coches de ahora. Están las montañas, el mar, es un lugar tranquilo. No era fácil llegar, no se veían coches, entonces no había electricidad ni agua potable. Para ir a Hualien, por el mar o la montaña, había que caminar todo un día", recuerda este octogenario, cuyo rostro se ilumina, dominado por unos ojos risueños. 

 También vivió allí tiempos difíciles, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Taiwán era una colonia japonesa. Recuerda a su padre poniéndole a salvo cuando un avión americano apareció para bombardear la zona, ya que había una base de kamikazes cerca. "Fue la primera vez que vimos hierro", dice, refiriéndose a los restos ardientes del bombardeo. En el cielo, las pasadas regulares de aviones del ejército taiwanés nos devuelven a las tensiones de hoy. "Lo más importante es la paz", intenta tranquilizarse papá Niu, recordando sus años en el ejército e imitando con las manos el disparo de un fusil.

Desde 1949 y la huida de las tropas nacionalistas chinas de Chiang Kai-shek a la isla, el destino de Taiwán siempre ha dependido estrechamente del estado de las relaciones entre dos grandes potencias, el gran vecino chino y el lejano aliado americano. El archipiélago está situado en una zona de gran actividad sísmica, que es también en una falla geopolítica. Tras cuarenta años de apertura, acercamiento y ablandamiento, ha llegado el momento de endurecerse de nuevo. 

Washington, ansioso por no dejar que su rival le dispute el dominio del Pacífico, está propagando su intención de dar apoyo militar a la isla. Pekín, que reclama la soberanía sobre la isla, denuncia un cambio en el statu quo y la peligrosa pendiente hacia la independencia y no para de ejercer presión sobre la presidenta Tsai Ing-wen, del Partido Democrático Progresista (PDP), reelegida en 2020 y que terminará su último mandato el año que viene.

A pesar de las advertencias de China, Tsai Ing-wen tiene previsto reunirse próximamente en Estados Unidos con el nuevo presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Kevin McCarthy. La visita del verano pasado de la predecesora de McCarthy, la demócrata Nancy Pelosi, provocó una fuerte reacción china, que incluyó maniobras militares simulando un bloqueo de la isla.  

La cuestión de Taiwán es una "línea roja", advirtió el martes 7 de marzo el recién nombrado ministro chino de Asuntos Exteriores, Qin Gang, en su primera rueda de prensa al margen de la sesión parlamentaria. Mostrando un ejemplar de la Constitución de la República Popular China (RPC), dijo que en ella está escrito que “Taiwán es parte del sagrado territorio de la República Popular China: Es un deber inviolable de todos los chinos, incluidos nuestros compatriotas de Taiwán, llevar a cabo la gran tarea de reunificar la madre patria.”

El pasado martes 17 se preguntaba Qin Gang: "¿Por qué Estados Unidos habla largo y tendido de respetar la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, mientras falta al respeto a la soberanía y la integridad territorial de China con el tema de Taiwán? ¿Por qué Estados Unidos pide a China que no suministre armas a Rusia, mientras sigue vendiendo armas a Taiwán, en violación del comunicado del 17 de agosto? Y añadió, utilizando una información falsa procedente de un tuit satírico de un periodista americano sobre la existencia de un "plan para destruir" Taiwán urdido por la Casa Blanca: "¿Por qué Estados Unidos sigue profesando mantener la paz y la estabilidad regionales, mientras desarrolla en secreto un ‘plan para destruir’ Taiwán?” 

La invasión de Ucrania hace más de un año ha agudizado las tensiones, reforzando la opinión de Biden de que está inmerso en un enfrentamiento entre democracias y autocracias, y la de Pekín de que EEUU trataría de contenerlo, como la Unión Soviética durante la Guerra Fría. En este contexto, Taiwán se ha convertido en una avanzadilla de esta confrontación, el lugar donde podría desencadenarse la Tercera Guerra Mundial. Algunos analistas han mencionado incluso una posible invasión de Taiwán, similar a la invasión de Ucrania por Moscú.

Esa amenaza no deja de aparecer en los debates de los canales de noticias taiwaneses. El Kuomintang (KMT, partido nacionalista chino, ndt) también utiliza el tema para atacar a su rival del PDP, pues las elecciones presidenciales tendrán lugar a principios de 2024. Por ejemplo, durante el actual debate sobre la revisión de la Ley de Movilización General, el Ministerio de Defensa pidió a su homólogo de Educación que elaborara una lista de estudiantes mayores de 16 años y la enviara al organismo responsable de la movilización general.

El KMT, partidario del diálogo con Pekín, ha denunciado la voluntad de movilizar a los jóvenes y enviarlos a la guerra. En febrero, su vicepresidente visitó China, donde se reunió con altos dirigentes del Partido Comunista, y la ciudad de Taipei, dirigida por Chiang Wan-an, presunto bisnieto de Chiang Kai-shek, recibió a una delegación de la metrópoli de Shanghai. El KMT confía en el hartazgo de la población con el enfrentamiento entre Pekín y Taipei para ganar votos en las elecciones del próximo año. 

En Estados Unidos y en los medios de comunicación de todo el mundo, como en The Economist de esta semana (con el artículo de portada "La batalla por Taiwán") hay una carrera por predecir si esta confrontación tendrá lugar en 2024, 2025 o 2027. En febrero, el director de la CIA, William Burns, dijo que Xi Jinping había dado esa fecha a sus tropas. “Eso no significa que haya decidido llevar a cabo una invasión en 2027 o en cualquier otro año", se apresuró a añadir, "pero es un recordatorio de que su propósito y ambición van en serio. Yo no subestimaría las ambiciones del presidente Xi con respecto a Taiwán".

Tampoco lo hace Lai Huiyun, aunque sólo sea una jubilada, antigua empleada de un grupo mediático. Nacida en 1963, era una niña en la época de la Guerra Fría. Taiwán, aliado diplomático de Estados Unidos, vivía bajo la dictadura del Kuomintang y Chiang Kai-shek, que gobernó hasta su muerte en 1975, sustituido por su hijo Chiang Ching-guo. En la escuela, las faldas debían llegar hasta las rodillas y el pelo se cortaba a ras de orejas. Huiyun vivió luego la democratización a partir de finales de los 80, el acercamiento a China visitó la China continental varias vecesy las tensiones recurrentes en el Estrecho.

Pero para esta mujer, que se inclina por los "Verdes", ahora en el poder el Partido Demócrata Progresista se debate entre aspirar a la independencia y conservar el statu quo, el momento actual es especial. "Hace dos o tres meses pensé en apuntarme a un curso de primeros auxilios, por si hay una guerra. Es algo útil. Antes pensaba que podíamos dejárselo a otros, a las enfermeras, a los médicos, pero ahora pienso que si hay un conflicto, es útil aprender", explica la mujer de 60 años, residente en Taichung, cuya familia llegó hace ocho generaciones de la provincia meridional de Fujian.

En los ocho años que lleva viviendo en esta ciudad del centro de Taiwán, de casi tres millones de habitantes, nunca había oído un avión de caza. "Cuando lo oí, me asusté un poco. Te dices a ti misma que tienes que estar preparada". Un anuncio oficial poco antes del Año Nuevo chino, a finales de febrero, le indicó dónde debía refugiarse en caso de ataque. "Incluso en 1996 (justo antes de las primeras elecciones presidenciales con sufragio universal, Pekín disparó misiles frente a Taiwán y EE.UU. desplegó dos portaaviones nucleares) no pensábamos que China pudiera atacar. Entonces pensábamos que no era tan fuerte militarmente".

Su cuñada asistió a cursos de defensa civil organizados por organizaciones privadas como la Kuma Academy, una de las iniciativas más conocidas apoyada por el multimillonario Robert Tsao. Los círculos políticos taiwaneses observan con interés el modelo de defensa territorial desplegado en Ucrania y apoyado por la población, que ha permitido a ese país resistir al agresor ruso.

Los políticos taiwaneses han observado este experimento con interés, pero, como señala Marcin Mateusz Jerzewski, jefe de la antena taiwanesa del centro de análisis checo European Values Center for Security Policy, la falta de confianza en el ejército taiwanés es un obstáculo para aplicarlo aquí. “Las relaciones entre el público y los militares siguen siendo tensas, debido a un proceso de justicia transicional inacabado", afirma. “El Ejército desempeñó un papel importante durante el periodo de ley marcial (impuesta por Chiang Kai-shek en 1949 y levantada por su hijo Chiang Ching-guo en 1987, ndlr), y aunque Taiwán está ampliamente considerado como un líder en derechos humanos, la justicia transicional está aún en pañales. La Comisión de Justicia Transicional no se creó hasta 1998.” Para este analista, "este legado no resuelto del uso de las fuerzas armadas como herramienta del autoritarismo afecta a la relación entre el pueblo y el ejército, lo que es una lástima teniendo en cuenta que tienes misiles chinos apuntando a Taiwán". 

El 25 de febrero, un centenar de personas se reunieron en la Plaza de la Libertad de Taipei en apoyo a Ucrania, un año después de la invasión rusa. Entre los manifestantes, Lu Tzu-hao vestía ropa militar. Fue a luchar durante tres meses a Ucrania, entre junio y marzo de 2022, en Izum, en el frente. Escribió un diario que nos muestra. Compara la situación de su país, que sólo es reconocido en la escena internacional por un puñado de Estados, con la de Ucrania. "Fui allí para echarles una mano y ayudarles en el frente. Antes de ir a Ucrania, pensaba que no seríamos capaces de hacer frente si el Partido Comunista Chino nos atacaba, pero viendo cómo Ucrania ha resistido durante el último año, cambié de opinión".

El gobierno taiwanés también ha aprendido de la guerra de Ucrania. El servicio militar obligatorio se ha ampliado de cuatro meses a un año.

Uno de los compañeros de Lu Tzu-hao, Tseng Sheng-guang, ex militar, murió en combate en abril de 2022 en Lyman, región de Donetsk. Tenía 25 años. Papá Niu le conocía. Pertenecía a su grupo étnico, los amis. Su familia vive en Hualien. Un destino trágico, alejado del deseo de paz de papá Niu, como buen cristiano que es. Y de su "paraíso" junto al mar, tan lejos de Dios y tan cerca de China. 

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Traducción de Miguel López

 

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