Tres mujeres en la primera línea de la revolución birmana

Ma Aye Aye Nyein.

Laure Siegel (Mediapart) y Visual Rebellion Myanmar

Myanmar —

En la tarde del 22 de noviembre de 2022, la joven Naw Eh Moo, de 28 años, llevaba raciones a la línea del frente en la carretera Myawaddy-Wal Lay cuando fue emboscada por soldados del ejército birmano. Murió junto a dos camaradas de apenas 20 años que formaban parte de la Columna Cobra/Batallón 27 de la Unión Nacional Karen (KNU). Su equipo se encargaba de entregar uniformes, material y medicinas a los soldados que luchaban por la autodeterminación en este territorio étnico del Este del país. Naw Eh Moo deja una hija de 5 años y muchos amigos afligidos.

A pesar de los riesgos, cientos de mujeres birmanas se han enrolado en grupos armados de resistencia, unidas en su rechazo al golpe del 1 de febrero de 2021. Han surgido unidades exclusivamente femeninas, como las Myuang Women Warriors (M2W), cuya misión principal es construir minas antipersona para atacar a las tropas gubernamentales.

Este compromiso masivo supone una ruptura con la lucha no violenta defendida durante tres décadas por Aung San Suu Kyi, líder de facto del país desde que su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND), ganara las elecciones de 2015. Los generales golpistas, que derrocaron a la "Dama de Rangún" tras su reelección en 2020, quieren apartarla definitivamente del panorama político. El 30 de diciembre de 2022, en un juicio a puerta cerrada, Aung San Suu Kyi, de 77 años, fue condenada a siete años de prisión, que se suman a los 26 años de condena por más de una docena de cargos falsos a los que se enfrenta desde su detención la mañana del golpe.

 

Según numerosos rumores publicados por The New York Times, "la junta quería terminar los juicios de la Sra. Aung San Suu Kyi antes de finales de año para poder concentrarse en otro objetivo: investir presidente al Generalísimo Min Aung Hlaing, el líder militar que estuvo detrás del golpe del año pasado, en las próximas elecciones generales del país, a mediados de 2023".

Se trata de una baza insoportable para la Generación Z (jóvenes nacidos entre mediados de los noventa y principios de 2010), que no aceptan que la era de desarrollo y apertura que marcó la última década se haya hecho añicos. A fecha 1 de enero de 2023, 700 días después del golpe de Estado, han muerto 2.700 personas y han sido detenidas casi 13.800, según la Asociación de Ayuda a Presos Políticos (AAPP). Enfurecidos por la represión de todos los movimientos de protesta pacífica en la historia contemporánea de Birmania, cada vez más civiles creen que el derrocamiento de la estructura político-militar que ha saqueado el país durante las últimas seis décadas debe implicar un llamamiento nacional a las armas. El 5 de mayo de 2021, pocas semanas después del golpe, el Gobierno de Unidad Nacional (GUN) anunció la creación de las Fuerzas de Defensa Popular (FDP) con el objetivo de formar un ejército federal de resistencia. El NUG es el gobierno en el exilio formado por antiguos parlamentarios de la LND que fueron expulsados en el golpe. Nadie sabe lo que piensa de este cambio estratégico Aung San Suu Kyi, que permanece incomunicada desde entonces. Ya en 2011 había declarado a la BBC: "No me adhiero a la no violencia por razones morales, sino por razones prácticas y políticas, porque creo que es lo mejor para el país. Incluso Gandhi, que se supone que es el padre de la no violencia, dijo que entre la cobardía y la violencia, él elegiría siempre la violencia".

Miles de jóvenes han abandonado sus hogares para acudir a campos de entrenamiento militar de los márgenes del país, dirigidos por organizaciones étnicas armadas (OEA), que llevan décadas luchando contra el ejército birmano. Según el NUG, se han formado 300 batallones de PDF, de los cuales entre el 5% y el 10% son mujeres. Tres jóvenes resistentes contaron su experiencia a los periodistas del colectivo Visual Rebellion Myanmar

Atención médica y recaudación de fondos

En su vida anterior, Ma Nann, de 25 años, trabajaba para el Ministerio de Bienestar Social, Socorro y Reasentamiento y vivía con su familia en el Estado de Kachin, en el extremo norte del país. "Sentí que de repente había perdido todos mis derechos como persona y no podía aceptar esta nueva realidad.” Una semana después del golpe, se echó a la calle para participar en las manifestaciones. Luego fue la primera de su oficina en declararse en huelga: "Bajo este régimen, se ha perdido toda esperanza y ha desaparecido la posibilidad de una vida decente. Decidí que, para recuperar nuestro futuro, participaría en los movimientos antigolpistas en la medida de lo posible.

Ma Aye Aye Nyein, de 21 años, cursaba el segundo año de enfermería en Pakokku, en la región central de Magway. Además de estar en todas las manifestaciones, también recaudó dinero para el Movimiento de Desobediencia Civil (MDC), que siguen miles de huelguistas de todos los sectores, y para las PDF.

 Sayama Chili, una comadrona de 25 años, perdió su trabajo por protestar públicamente contra el golpe. Tres meses después, la guerra entre las fuerzas de defensa locales y el ejército birmano llegó a las puertas de Demoso, su ciudad natal y capital del estado de Kayah, al Este del país. "Tuvimos que huir a un pueblo cercano. Conseguimos alejarnos de los combates, pero la supervivencia como refugiados de guerra no había hecho más que empezar.”

Tras varios meses de éxodo, Sayama Chili se unió a las Fuerzas de Defensa Popular de Demoso (DMO-PDF), que cuentan con 4.500 miembros repartidos en 11 unidades y se enfrentan a algunos de los combates más duros del país: "Nos manifestamos pacíficamente, pero el ejército dispara contra civiles y sigue deteniéndolos y torturándolos. Por eso decidí contraatacar alistándome como enfermera en la DMO-PDF, porque una de sus unidades tiene su base cerca de mi casa y nuestros soldados necesitan asistencia médica.”

El precio a pagar es la imposibilidad de visitar a sus familiares, que ahora viven en un campo de refugiados al oeste de Demoso: "Sólo estamos en contacto por teléfono y están preocupados por mí, sobre todo porque soy la más joven de la familia.” Sayama Chili ya ha estado siete veces en el campo de batalla, como aquel día de agosto de 2021, en la aldea de Daw Ngan Kha: "Esperamos a que cesaran los disparos y volvimos en moto para atender a un herido que sangraba. Tuve que vendarle urgentemente y ponerle una inyección para detener la hemorragia. Entonces establecí un plan de tratamiento estabilizando el pulso, la frecuencia respiratoria y le di la medicación. Cuando su estado se estabilizó, lo llevamos con nosotros al campamento.”

Como su conciencia no le permitía llevar una vida relativamente cómoda en la ciudad, Ma Aye Aye Nyein se alistó también como sanitaria en las Fuerzas de Defensa del Pueblo Htilin (YRPA): "Mis familiares querían que me limitara a apoyar la revolución en un segundo plano y no querían que me alistara en las PDF. Pero no esperé a que me dieran permiso y me escapé de casa. Cada vez que los visito entre misión y misión, me piden que vuelva a casa. Mi abuela me dice: ‘¿No estás cansada de vivir sin electricidad ni comida en la selva?’ Pero la situación se ha vuelto peligrosa en todas partes. Todo el mundo ha preparado mochilas de emergencia, por si las tropas de la Junta vienen y destruyen nuestro pueblo".

Después de Sagaing, Magway es la segunda zona más afectada por la campaña de tierra quemada de la Junta en las llanuras centrales del país. Desde hace casi un año, Ma Aye Aye Nyein intenta atender a los soldados de la resistencia y a los civiles heridos en ese interminable infierno.

Para Ma Nann, el bautismo de fuego comenzó en junio de 2021, cuando fue invitada a participar en un entrenamiento militar del Ejército Independiente Kachin (KIA), que lucha por la autonomía política en este vasto estado septentrional fronterizo con China. "He elegido la huelga y perder mis ingresos, aunque eso signifique no poder cuidar de mi propia familia. Seis meses después del golpe, cuando la revolución se puso en marcha, no tenía miedo, estaba muy motivada y sabía que no me arrepentiría de haber tomado las armas. Mi madre no quería que me fuera a una zona muy remota y rural para aprender a luchar. Discutimos mucho durante un mes y medio, pero me fui de todos modos.”

Huérfana de padre desde los 16 años, Ma Nann sólo tiene a su madre, única cuidadora de tres hijos a sus 53 años, para hablar de su futuro. A pesar de que detesta el trato que el régimen militar dispensa a los civiles, su madre tiene miedo por ella: "No me atrevía a dejarla marchar porque no hay garantías de que no sea un viaje sin retorno. Es una cuestión de vida o muerte, que podría acabar en sacrificio. ¿Cómo puede sobrevivir mi hija en la jungla si justo antes de irse yo seguía limpiando su habitación todos los días? Pero insistió durante tanto tiempo que a regañadientes le permití tomar las armas.”

Una noche, Ma Nann se marchó por fin con un grupo de dieciocho jóvenes de su pueblo. Recuerda el viaje clandestino hasta el campamento del KIA: "Caminamos durante cuatro días por la selva y tuvimos que cruzar muchos ríos. Ir en moto por carreteras de montaña embarradas, altas y estrechas era muy peligroso. No había pueblos en el camino y sólo teníamos un poco de pan para compartir entre todos. Por seguridad, dormimos una noche en un cementerio. A pesar de ser la única chica de nuestro grupo, no me deprimí, no me arrepentí de mi elección y acepté estas dificultades. Sólo quería terminar la formación lo antes posible.”  

Ya no quiero que nuestros amigos mueran o resulten heridos en el bosque. Por eso quiero que esta revolución termine lo antes posible.

Ma Nann

Tras dos meses de entrenamiento intensivo, bajo el sol abrasador o la lluvia torrencial, Ma Nann se sentía ya preparada. En ese momento, unos PDF la llamaron para que volviera a su ciudad natal a apoyarles. Su equipo y ella abandonaron el campamento para unirse a ese grupo de unos 100 jóvenes que habían completado su formación militar en todo el país. Durante un año, vivieron en tiendas improvisadas y se dedicaron a dos misiones: enviar cartas de advertencia a los funcionarios locales que seguían trabajando a las órdenes de la Junta y colocar bombas cuando pasaban tropas del ejército birmano.

Durante todo este periodo, Ma Nann se cuidó de no utilizar sus cuentas en las redes sociales. Pero uno de sus amigos publicó en Facebook una foto suya que fue denunciada a la comisaría de su pueblo por unos informadores: "Al día siguiente, unos policías fueron a casa de mi madre a hacerle preguntas. Le pidieron que me llamara y me dijera que volviera y me entregara. Le dijeron que si no lo hacía, dictarían una orden de detención y volverían a por ella. Pero mi madre dijo: ‘No puedo hacer nada, haya una orden de detención o no’. Decidió seguir adelante".

Fue la falta de organización y de recursos lo que finalmente la llevó a tomar una decisión: "Nuestra división estaba formada por jóvenes de tres ciudades diferentes. Era muy difícil debatir y planificar misiones conjuntas y los líderes discutían mucho. Mi grupo y yo intentamos servir en otra división, pero los dirigentes no nos permitieron el traslado. Así que dimití y dejé el combate activo en el verano de 2022.”

Desde entonces, Ma Nann vive en una gran ciudad y asiste a cursos de idiomas. Sigue ayudando a su grupo recaudando fondos para comprar armas, alimentos y medicinas: "Ya se han perdido muchas vidas, desde niños hasta ancianos, y han quedado destruidas muchas casas, pueblos y ciudades. No estoy sola, gente de todo el país sacrifica su tiempo, su dinero y su vida por los derechos humanos, por la democracia y por un futuro mejor en un país en paz. Sé que una gran revolución implica muchas pérdidas. Pero ya no quiero que nuestros amigos mueran o resulten heridos en el bosque. Por eso quiero que esta revolución termine lo antes posible.”

En la zona de Magway, Ma Aye Aye Nyein no oculta su preocupación. Sólo quedan cinco días para completar la campaña de recaudación de fondos de su grupo PDF, que llega a 100 kyats MMK (4.500 euros) en un mes. "Tendremos que interrumpir nuestros programas de asistencia sanitaria pública si no conseguimos la cantidad de donaciones que nos hemos fijado. Estamos desanimados porque sólo hemos alcanzado el 21% de nuestro objetivo. Los medicamentos son más caros que antes debido a la inflación y dependemos totalmente de las donaciones para comprarlos.”

Exilio indefinido

A la falta de dinero se suman los riesgos de seguridad, como explica Chili: "La crisis económica se ha agravado desde el golpe y la mayoría de la población local ya no puede permitirse hacer donaciones. Los que aún intentan enviar ayuda corren peligro porque los coches o ambulancias de los voluntarios a veces son atacados por el ejército.” Desde marzo de 2022, el régimen militar ha prohibido todo convoy no autorizado de suministros médicos a la ciudad de Loikaw, en el Estado de Kayah, lo que dificulta enormemente su llegada a los campamentos secretos de las PDF.

"Nos estamos quedando sin medicamentos básicos y kits de análisis, ya que el paludismo y el dengue están haciendo estragos, como todos los años en la región. Tenemos que tratar muchos casos de sarampión, paperas, gripe, diarrea, diabetes, hipertensión y lesiones que podríamos tratar fácilmente en condiciones normales. Trabajo en primera línea, en los campos de refugiados y en los campamentos de PDF, y a veces tenemos que arriesgarnos a enviar a los pacientes a clínicas lejanas porque no tenemos con qué tratarlos.”

Más de 205.000 personas se han visto obligadas a huir de los combates en el territorio karenni (Kayah), más de la mitad de la población total del Estado, y alrededor de 100 han muerto desde el golpe. La mayoría eran mujeres embarazadas, recién nacidos y ancianos que no pudieron huir a tiempo de los ataques terrestres o aéreos. A escala nacional, el Instituto de Estrategia y Política (ISP-Myanmar) calcula que, a 14 de diciembre de 2022, había 2 millones de desplazados internos, además de 1 millón de refugiados birmanos en las zonas fronterizas de Bangladesh, India y Tailandia. 

Todos ellos están condenados a un exilio indefinido porque sus casas han sido destruidas o sus barrios minados, y sólo pueden sobrevivir con las modestas donaciones que las organizaciones religiosas o sociales locales aún consiguen recaudar. Todos ellos lamentan la falta de apoyo de las organizaciones internacionales, a las que la Junta impide acceder a las zonas de conflicto, y de la NUG, que se esfuerza por responder a una de las mayores crisis humanitarias de Birmania.

Dinero para armas

Tras dos años de guerra civil, un miembro de las PDF de la región meridional de Tanintharyi resume las tensiones existentes: "La mayoría de la gente que aún tiene dinero para dar a la revolución opta por financiar armas para las fuerzas populares en lugar de alimentos para los refugiados. Hay un dicho que dice que si un perro rabioso muerde a una persona, luego a otra y luego a otra, ¿dedicamos nuestro tiempo a tratar a estas personas o matamos al perro de una vez por todas?". Algunos sectores de la oposición birmana utilizan el término "perro" para referirse a los soldados de la Junta.

Cansados de esperar a que la NUG, lastrada por la escasez de recursos y la falta de reconocimiento en la escena política internacional, les proporcione armas y municiones suficientes, algunos grupos de las PDF se han encargado de abastecerles: "No tenemos suficientes, pero estamos haciendo todo lo posible por conseguirlas en los países de alrededor, en Tailandia, Malasia o India, según la región. Es la única manera de poner fin a la guerra lo antes posible y acabar con este sufrimiento colectivo.”

En su discurso de Año Nuevo, el ministro de Defensa de la NUG, U Yee Mon, prometió que intensificaría su apoyo a los grupos de resistencia y ejecutaría un plan para una ofensiva final contra la junta en el nuevo año.

A pesar de su miedo al ruido de las armas pesadas al explotar y al sembrado de minas terrestres, Chili sigue yendo al campo de batalla. Cuando no hay misión en el frente, trabaja en clínicas de resistencia o en campamentos de refugiados. "En estos campamentos suele haber mujeres embarazadas que necesitan ayuda para dar a luz. Contribuiré a la revolución hasta la victoria final. A las mujeres de Myanmar nos lavan el cerebro las viejas tradiciones y culturas. No podíamos liberarnos de esas viejas formas y conceptos de ser mujeres. Fuimos oprimidas sin siquiera saber cómo, porque nacimos y fuimos formadas en esa mentalidad. Pero hoy abrimos los ojos y tomamos conciencia de los derechos que nos corresponden. En el futuro, deberíamos borrar todos los conceptos erróneos que discriminan y separan a hombres y mujeres.”

Para superar las noches de angustia, Ma Aye Aye Nyein se aferra a su sueño: "Si la revolución triunfa, me gustaría volver al segundo año de enfermería y servir a mi pueblo. Hemos demostrado que podemos hacer cualquier cosa en esta revolución, así que espero que bajo el nuevo gobierno, las mujeres tengan los mismos derechos, incluso para el cargo de presidente; si una mujer está cualificada, debe tener libertad para dirigir el país".

Unos meses después del golpe, apareció en los muros de Yangon (antes Rangún) una pancarta con una cita de Pablo Neruda: "Puedes cortar todas las flores, pero no puedes impedir que llegue la primavera.” Mientras los generales siguen obsesionados con borrar la figura de Aung San Suu Kyi, una generación más joven está dispuesta a tomar el relevo en todos los frentes.

 

Caja negra

Una versión abreviada de este artículo se publicó originalmente en inglés en el sitio web de Visual Rebellion Myanmar. Ha sido traducido, completado y actualizado por Mediapart. Esta investigación ha sido coordinada por Laure Siegel y realizada sobre el terreno por los periodistas SRS101, SMR103 y PHA109

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Visual Rebellion Myanmar fue creada por y para cineastas, artistas y periodistas de todas partes de Birmania decididos a seguir informando sobre la situación de su país para contrarrestar el olvido de los medios de comunicación. Tras el golpe, Mediapart publicó sus primeros artículos y portfolios bajo el nombre de "The Myanmar Project Collective". Esta colaboración continúa con una serie de investigaciones sobre el terreno.

 

 

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