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Quién es Yoram Hazony, el filósofo ultraconservador que susurra al oído de Orbán, Meloni y Netanyahu

Fotomontaje con la imagen de Yoram Hazony.

Joseph Confavreux (Mediapart)

¿Quién es el hombre que susurra al oído del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y del primer ministro israelí que más dura en el cargo, Benyamin Netanyahu? ¿Quién es el hombre cuyas ideas han inspirado la «doctrina Trump» en política exterior? 

Yoram Hazony, nacido en 1964 en Israel, creció en Estados Unidos, donde realizó una tesis en teoría política, y ahora vive a caballo entre los dos países, cultivando su imagen de heraldo del «conservadurismo nacional». Hoy es difícil discutir la influencia de este filósofo israelo-americano en muchos de los líderes más derechistas del mundo. 

Pero Hazony no salió realmente de las sombras hasta hace unos años, y más concretamente en 2018, cuando se publicó en inglés su libro The vertue of Nationalism (Las virtudes del nacionalismo), inspirado por las victorias de Donald Trump y el movimiento pro-Brexit, y se convirtió en un bestseller traducido a una quincena de idiomas.

Al mismo tiempo, creó en Washington la Fundación Edmund Burke, que lleva el nombre del político británico recordado por su feroz oposición a la Revolución Francesa y a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. 

La organización de Hazony pretende «reforzar el conservadurismo nacional en Occidente» y, más concretamente, influir en las elecciones americanas ofreciendo plataformas a los candidatos más derechistas en grandes eventos que reúnen a la flor y nata del Partido Republicano. 

Democracia iliberal

En otoño de 2021, la conferencia NatCon2 (por national conservatism) celebrada en Orlando, Florida, reunió a un gran número de oradores que defendían posiciones a cada cual más reaccionaria

La lista de invitados incluía a Josh Hawley, el primer senador en anunciar que se opondría a la certificación de los resultados de las elecciones presidenciales de 2020, y que fue fotografiado con el puño en alto frente a un grupo de manifestantes el 6 de enero de 2021; Ted Cruz, senador por Texas con una fuerte postura evangélica y considerado el candidato más conservador en las primarias de 2016; Marco Rubio, senador por Florida conocido por sus posiciones escépticas con respecto al clima, contrarias al colectivo LGBTI y al aborto; J. D. Vance, un senador de Ohio que se ha unido al trumpismo, que dijo en el momento de la invasión rusa que no le importaba «lo que le ocurra a Ucrania» y que es adepto al conspiracionismo, sobre todo difundiendo la acusación lanzada contra Joe Biden de que quería exterminar a los partidarios de Trump utilizando fentanilo; o Peter Thiel, un multimillonario de Silicon Valley que se ha unido al expresidente y que abre su billetera de par en par a los trumpistas.

Querido Yoram, tu libro va a escandalizar a Italia y yo contribuiré a ello con mucho gusto, porque pienso citarlo a menudo.

Giorgia Meloni en febrero de 2020

Un año después, muchos de los mismos nombres estaban en la conferencia NatCon3, esta vez en Miami, junto a un recién llegado: el gobernador de Florida, Ron DeSantis, anunciado inicialmente como el principal contrincante de Donald Trump en las primarias del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de 2024, que lidera una cruzada para desterrar el "wokismo" de su Estado atacando a la compañía Disney (considerada demasiado progresista) y promulgando una ley que prohíbe a los profesores hablar de orientación sexual o identidad de género en las aulas. 

En un artículo dedicado al «nacional-conservadurismo americano» publicado en la revista Le Débat en 2020, la investigadora Maya Kandel analiza esta «teorización al revés» del trumpismo como «un nacional-populismo (o neo-nacionalismo, o “nacional-conservadurismo”), que tiene muchos ecos de los populismos europeos y, en particular, de la teorización orbaniana de la democracia cristiana “iliberal”»

En su opinión, se trata de «un movimiento dispar que reúne a una gran parte de intelectuales conservadores [...], unidos por sus odios comunes e irrigados por las aportaciones de la alt-right, la extrema derecha americana, de la que Trump ha tomado prestadas sus formas de leer el mundo, en particular la oposición entre “globalistas” y nacionalistas, la querencia por las teorías de la conspiración y el miedo a un “gran reemplazo” por la inmigración no blanca»

Kandel también señala que «un hombre, Yoram Hazony, y su libro sobre la virtud del nacionalismo han desempeñado un papel central en la agrupación de este desarrollo, que ya estaba en ciernes»

Conferencias nacionalistas

La Fundación Edmund Burke no sólo pretende establecer y estructurar el «conservadurismo nacional» en Estados Unidos. Ahora se extiende a Europa organizando conferencias como la NatCon Brussels, que se celebró en marzo de 2022 y a la que asistieron Mateusz Morawiecki y Janez Janša, los jefes de gobierno de Polonia y Eslovenia en aquel momento, y la NatConUK, que tuvo lugar en Londres en mayo de 2023 y contó con ponentes como la muy derechista ministra del Interior Suella Braverman, luego destituida, Michael Gove, una de las principales figuras de la campaña del Brexit, y el influyente diputado conservador Jacob Rees-Mogg

En realidad, la fundación creada por Hazony lo que hace sobre todo es proporcionar un marco más formal a las reuniones de «conservadores nacionales» organizadas en años anteriores en Londres, Washington y Roma. 

En febrero de 2020, la capital italiana acogió la segunda conferencia sobre el conservadurismo nacional, que proponía reflexionar sobre el siguiente tema: «Dios, honor, nación: Ronald Reagan, Juan Pablo II y la libertad de las naciones»

Giorgia Meloni, que aún no era primera ministra de Italia, presentó al filósofo israelí-americano, invitado de lujo, con estas palabras: «Querido Yoram, tu libro escandalizará a Italia y yo contribuiré a ello con mucho gusto, porque pienso citarlo a menudo», en referencia a su ya famosa obra The vertue of Nationalism

En la recepción romana, en la que participaron Santiago Abascal, fundador y presidente del partido español Vox, y Marion Maréchal-Le Pen, asistió también el primer ministro húngaro, Viktor Orbán. La página web oficial de Orbán, con fotos hablando con Hazony frente al Danubio, describe su encuentro con el autor «conservador de fama mundial», que se ha convertido en una de las referencias centrales del estadista húngaro, tanto en su visión de la democracia autoritaria como en sus enfrentamientos con la Unión Europea, una verdadera organización imperial, según Hazony.

Pero es sin duda en Israel donde la influencia de Hazony es a la vez más profunda y menos visible. A finales de la década de 1980, tras terminar sus estudios en Estados Unidos, Yoram Hazony se trasladó con su familia a Eli, uno de los asentamientos más duros de la Cisjordania ocupada. 

Allí escribe artículos para el diario Jerusalem Post, cuyo redactor jefe, David Bar-Illan, le recomienda a Benyamin Netanyahu, elegido miembro de la Knesset (el parlamento israelí) en 1988. Hazony ayudó entonces al futuro primer ministro a escribir su libro programático, publicado en 1993: Un lugar entre las naciones. Israel y el mundo

En un artículo pionero en lengua francesa sobre la influencia de Hazony en la política israelí, el periodista Charles Enderlin escribió que en el libro de Netanyahu ya podía verse la influencia de Hazony, sobre todo en la forma en que orientaba libremente la historia para que encajara con sus teorías.

Hazony sigue siendo uno de los principales pensadores de la ideología colonial y mesiánica que ahora gobierna Israel con Netanyahu.

Netanyahu, por ejemplo, moviliza el relato –muy discutido por los historiadores, pero respaldado por Hazony– según el cual fueron los árabes quienes expulsaron a los judíos de Palestina en la época del nacimiento del islam en 636-637, y no los romanos tras la revuelta judía de Bar Kokhba en 135 d.C., aunque ésta sea la interpretación más compartida. 

Hazony es también uno de los estrategas que ayudaron a Netanyahu a convertirse en líder del principal partido de derechas del país, el Likud, en 1993 y a ser primer ministro por primera vez en 1996. Y seguía con su revisionismo cuando, en 1995, Netanyahu publicó su libro Combatir el terrorismo. Cómo las democracias pueden derrotar a las redes terroristas

Aunque los dos hombres se distanciaron posteriormente, Hazony sigue siendo hoy uno de los principales pensadores de la ideología colonial y mesiánica que ahora gobierna Israel con Netanyahu. Es un recordatorio de que este acercamiento entre el colonialismo mesiánico y el nacionalismo más tradicional del Likud no es sólo una coalición electoral oportunista, sino una convergencia más profunda de puntos de vista. 

Hazony difundiría luego sus ideas desde el Centro Shalem, un think tank fundado en 1994 en Jerusalén, adonde el investigador se trasladó tras el estallido de la segunda Intifada en 2000, cuando la situación en la Cisjordania ocupada se volvió tensa. El centro fue señalado por irregularidades financieras y algunos ex empleados describieron a Hazony como un "control freak" que exigía que le sirvieran el café a una temperatura precisa y el bagel siempre con el mismo grosor de queso cremoso. 

Más tarde dejó el centro para convertirse en presidente del más modesto Herzl Institute, pero siguió en la órbita del principal donante del Centro Shalem, la Fundación Tikvah, lanzada en Estados Unidos en 1992 por el millonario ultra-conservador Zalman Bernstein. 

En 2012, esta fundación financió la creación del Kohelet Policy Forum, el principal think tank sionista religioso, alineado con las ideas de Hazony y que, según un artículo del diario israelí de izquierdas Haaretz, solía llevar el mando en la Knesset. 

En cualquier caso, el Kohelet Policy Forum estaba al control cuando, en julio de 2018, se aprobó una ley fundamental que definía a Israel como el «hogar nacional del pueblo judío», legitimando la discriminación de las minorías árabe y drusa en lo más alto de la estructura del Estado y rompiendo con la Declaración de Independencia de 1948, según la cual Israel debía garantizar «la plena igualdad de derechos sociales y políticos de todos sus ciudadanos, independientemente de su credo, raza o sexo»

Volver a situar la religión en el centro

Sin embargo, la cuestión sigue siendo cómo el corpus ideológico de Hazony, forjado por el contacto con los asentamientos de Cisjordania y la interacción con sus representantes más extremistas, fuertemente impregnado de referencias al judaísmo y a Israel, pudo extenderse a Estados Unidos, pero también hasta Italia y Hungría. 

Hazony se describe a sí mismo como «hechizado» por un encuentro en Princeton en 1984 con el rabino Meir Kahane, fundador de la Liga de Defensa Judía, encarcelado varias veces por planear acciones violentas en Israel. Pero estos antecedentes no deben ocultar el hecho de que el investigador afirmó entonces que no creía en los métodos terroristas de los kahanistas. 

Al contrario, estaba convencido del poder de las ideas, sobre todo cuando están bien financiadas. De ahí su incesante activismo a la hora de crear think tanks de todo tipo, organizar conferencias y reuniones por todo el mundo, recaudar fondos de donantes adinerados y utilizar sus conocimientos del mundo académico para influir en el mundo político y viceversa. 

Esta aplicación conservadora del análisis de Gramsci sobre la importancia de la batalla cultural combina eficazmente con la importancia concedida a la religión en el orden político y geopolítico. Esta dimensión religiosa se hace eco en un mundo donde reina la violencia y parecen proliferar los impasses de la vida en la Tierra.

Hazony mide hasta qué punto la influencia de los cristianos evangélicos es fundamental para el apoyo inquebrantable de Estados Unidos a Israel.

 El alejamiento de los horizontes revolucionarios, el crecimiento del vértigo ecológico y el deterioro de los escenarios partidistas tradicionales sirven para volver a situar la fe en el centro de la política contemporánea. En Italia, Giorgia Meloni ha convertido su cristianismo en un arma arrojadiza. En Hungría, la insistencia de Viktor Orbán en la fe cristiana le ha llevado a librar las batallas clásicas de la extrema derecha: defensa de la familia tradicional, lucha anti-LGTBI, debilitamiento del derecho al aborto, etc. 

Pero, más concretamente, Hazony también está tendiendo puentes entre el mesianismo judío y el cristianismo evangélico, que se ha convertido en una coordenada fundamental del campo electoral americano. Hazony es consciente de la importancia de estas organizaciones cristianas evangélicas, que apoyan firmemente la ocupación cada vez mayor de Cisjordania, como recuerda un artículo de Haaretz que documenta la suma de más de sesenta y cinco millones de dólares que pagaron a los asentamientos entre 1998 y 2018. 

El filósofo es consciente de hasta qué punto la influencia de los cristianos evangélicos es fundamental para el apoyo inquebrantable de Estados Unidos a Israel, sea cual sea su gobierno. Teniendo esto en cuenta, no es baladí que Hazony se aliara con David Brog, antiguo director general de Cristianos Unidos por Israel (Cufi), organización fundada y presidida por el pastor tele-evangelista tejano John Hagee, que la convirtió en uno de los lobbies proisraelíes más importantes de la derecha cristiana americana, para crear la Fundación Edmund Burke. 

La nación contra los pueblos

El activismo de Hazony en think tanks de todo tipo probablemente no le habría bastado para llegar a oídos de algunos de los líderes mundiales. Gran parte de ello se lo debe al éxito de su libro The Vertue of Nationalism, cuya influencia parece ser inversamente proporcional a la potencia de los análisis que contiene, pero que tiene el mérito de ofrecer un pensamiento precocinado a los jefes de Estado de extrema derecha que quieren tener a su disposición un corpus radical en forma de manual de ciencia política cuyos puntos principales pueden verse en las reuniones del G20. 

El argumento principal del libro es sencillo y se repite hasta la saciedad, como si machacar una idea bastara para darle credibilidad: la escala correcta para organizar las sociedades humanas es la nación organizada en un Estado. Por supuesto, hay que distinguir este modelo perfecto de las organizaciones demasiado pequeñas, como el «orden de las tribus y los clanes», y demasiado grandes, como los «imperios», teniendo en cuenta que Hazony equipara cualquier supranacionalismo, federalismo, organización internacional o internacionalismo con el imperialismo. 

Uno de sus blancos preferidos, que ahora une a la extrema derecha globalizada, es el «internacionalismo liberal», una «ideología imperialista que derriba al nacionalismo y a los nacionalistas», porque, según él, «la universalidad odia lo particular, y le horroriza y repugna»

En su introducción, afirma: «El gobierno óptimo del mundo vendrá cuando las naciones sean capaces de concebir su propia trayectoria independiente, cultivar sus propias tradiciones y defender sus propios intereses sin sufrir la menor injerencia»

Su concepto de la nación se define explícitamente como una gran familia impermeable a los cuerpos extraños: «La obsesión por la prosperidad material, la integridad interna y el patrimonio de la colectividad transforma cada familia, cada clan, cada tribu y cada nación en una forma de fortaleza rodeada de murallas tan imponentes como invisibles. [...] Permiten a cada una de estas pequeñas fortalezas conservar su patrimonio y su preciada cultura en un jardín donde pueden florecer inalteradas».

El Estado más natural es, por tanto, una nación, una familia extensa con carácter nacional.

Yoram Hazony, en «Las virtudes del nacionalismo».

Según el autor, «el dominio abrumador de una nacionalidad única y coherente, caracterizada por poderosos e indisolubles lazos de lealtad mutua, es en realidad la única base para la paz interna en el marco de un Estado libre»

Pero esa «virtud del nacionalismo» y este elogio de la nación no se aplican a todo el mundo. No se trata en absoluto de «defender un derecho universal a la independencia nacional y a la autodeterminación aplicable a todos los pueblos»

Por ello, Hazony desarrolla un «principio de prudencia» que invita a desconfiar de las aspiraciones de los pueblos que aún no tienen Estados independientes. Difícil no pensar en los palestinos, aunque no se les mencione. 

En efecto, escribe el autor, «dado que el primer principio del orden de los Estados nacionales sigue siendo la viabilidad de las naciones independientes, no se gana nada poniendo en peligro un Estado nacional fundando un nuevo Estado cerca de sus fronteras, si ese Estado pone en peligro su resistencia militar o económica o su homogeneidad interna»

Como en este desarrollo, en el que el nacionalismo se adorna con todas las virtudes pero no puede aplicarse a todos los pueblos y a todas las naciones, el libro de Hazony funciona esencialmente por silogismos sucesivos. Este tipo de razonamiento le permite llegar a las conclusiones deseadas sin preocuparse por la lógica ni por las realidades históricas o contemporáneas que contradicen su razonamiento. 

Otro ejemplo: el nazismo dificulta la celebración del nacionalismo. Pero el hitlerismo no era nacionalismo sino imperialismo. Así que de lo que hay que desconfiar no es del nacionalismo sino del imperialismo

Esta apreciación de la nación y del nacionalismo se basa en particular en la obra de Johann Gottfried von Herder, filósofo alemán, poeta romántico y pensador de un nacionalismo basado en la homogeneidad del Volk (el «Pueblo»), en oposición a la concepción de la nación surgida de la Revolución Francesa. 

De él toma prestada Hazony la idea de que «el Estado más natural es por tanto una nación, una familia extensa con carácter nacional» y que sería por tanto antinatural querer «la mezcla salvaje de diferentes razas y diferentes nacionalidades»

Yoram Hazony despotrica sistemáticamente contra la «demonización» de la Sudáfrica de la época del apartheid y de la Serbia de Milošević. Para salvar esos regímenes nacionalistas y separatistas, el investigador recurre a su segundo recurso retórico –en realidad no hay más–, la comparación, que le permite trivializar o relativizar los crímenes causados por la lógica que defiende. «¿La opresión de los negros en Sudáfrica, aunque ciertamente terrible, era más condenable que la opresión de las mujeres en la Arabia Saudí contemporánea?», parece preguntarse.

Desde el punto de vista de la extrema derecha, Hazony vuelve a un nacionalismo tan asertivo como el de Maurras, pero sin el antisemitismo.

 A lo que responde con una frase que apenas se molesta en disimular su racismo bajo ropajes históricos y culturales: «La razón que justificó el trato infligido a esos pueblos es que sudafricanos y serbios son considerados europeos y se les aplican normas morales que nada tienen que ver con lo que se espera de sus vecinos africanos o musulmanes». Lo que explicaría por qué los «liberales europeos» apoyaron la independencia de Kosovo, pero no apoyarían la independencia de los kurdos, oprimidos por los musulmanes. 

En el prefacio de la traducción francesa del libro, escrito por el abogado ultra-derechista Gilles-William Goldnadel, aparece otra referencia: Pierre Boutang, uno de los principales discípulos de Charles Maurras (político francés monárquico, nacionalista y antisemina, 1868-1952, ndt). Tras juzgar que es el «incalificable racismo blanco» lo que hace que «el occidental sea despiadado consigo mismo y con todos los Estados-nación europeos», Goldnadel revela la esencia de una línea de pensamiento que, tanto en Hazony como en Maurras, vincula intrínsecamente religión y nación pretendiendo trazar los contornos de un nacionalismo exclusivo forjado a lo largo de miles de años y para toda la eternidad. 

En opinión de Goldnadel, la «considerable contribución de Hazony reside en el hecho de que explica hasta qué punto la noción de Estado-nación pertenece al ideal bíblico. Hasta la noción de frontera nacional. Ese ideal fue asumido principalmente por los Estados protestantes, que consideraban la frontera nacional tan importante para la paz y el bienestar de la humanidad como los límites de la propiedad sagrada»

Desde el punto de vista de la extrema derecha, Hazony tiene la ventaja de resucitar un nacionalismo tan asertivo como el de Maurras, pero librándolo de un antisemitismo que se había vuelto inservible. De hecho, Pierre Boutang fue precisamente el discípulo de Maurras que había iniciado el intento de mantener vivo el pensamiento de su maestro purgándolo de lo que el exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial había vuelto ilegible. 

Y es sin duda esta versión de un nacionalismo a la vez absoluto y supuestamente abordable lo que hace que el pensamiento de Hazony sea hoy tan del gusto de muchos dirigentes occidentales de extrema derecha.

 

Caja negra

Este artículo procede del nº 24 de la Revue du Crieur, coproducción Mediapart-La Découverte, disponible en librerías y tiendas Relay y por correspondencia desde el 4 de abril.

El contenido completo de este número puede consultarse aquí.

 

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Traducción de Miguel López

 

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