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Las reservas de agua bajan mientras el consumo sube un 3%: Cataluña entra en modo pánico por la sequía

Sequía en el pantano de Rialb, a 28 de febrero de 2023, en Lleida, Catalunya.

Primero fue en agosto –aunque antes ya hubo otras veces –: “El Ayuntamiento [de l’Espluga de Francolí, en Tarragona] ha tomado la decisión de cortar el suministro de agua […] entre las 22.00 h y las 7.00 h de forma diaria”. Dos meses más tarde, se anunciaron más: “Corte de 12 horas de suministro de agua potable por las bajas reservas en los depósitos municipales”. Y así siguen, ahora con interrupciones de suministro de diez de la noche a siete de la mañana, de lunes a viernes. El fin de semana, libre… por ahora. Esta situación, que allí ya es una realidad cotidiana, se puede extender a más municipios catalanes, como Barcelona, si la sequía acuciante no cesa.

La Generalitat ha limitado este jueves el uso del agua para 5,9 millones de habitantes de 224 municipios. O, lo que es lo mismo, para el 89% de la población catalana. Ahora se impone un tope al consumo diario por habitante de 230 litros – antes, con otras medidas, estaba en 250 –. Aún hay margen, porque el gasto es menor y, por tanto, no se tienen que aplicar cortes de suministro. Donde sí que hay restricciones más severas es en la agricultura, que tiene que reducir un 40% su uso. En el caso de la industria el porcentaje es menor, del 15%.

Se echa el cerrojo en el gasto de este recurso para el riego de zonas verdes, como parques y jardines, ya sean públicos o privados, aunque quedan exentos los usos destinados a la supervivencia de las especies, siempre que sea con el método gota a gota o con regaderas. También se impone el veto a la limpieza de las calles con agua potable y, por tanto, queda restringido al agua freática. Por otro lado, las piscinas se pueden rellenar de forma “parcial”. Las fuentes ornamentales y lagos artificiales tienen prohibido su llenado total o parcial, salvo aquellos que “hagan apoyo de soporte vital de vida acuática”.

La situación es grave, pero no es inédita. Ya pasó entre 2005 y 2008, así como en 1992. La Generalitat reconoce que todas las posibilidades están encima de la mesa, como un "corralito" al agua de boca en ciudades como Barcelona: “Hay un descenso de las reservas y el consumo es un 3% superior al habitual”, alertan fuentes de l’Agència Catalana de l’Aigua (ACA) a infoLibre. Desde 2021 las lluvias han sido muy escasas.

“Tenemos un país muy ajustado en materia de recursos y cuando tenemos un periodo largo en que no hay suficientes precipitaciones entramos en crisis”, asegura a este medio el subdirector de l'Institut Català de Recerca de l’Aigua (ICRA), Sergi Sabaté. “Es de esperar en un clima mediterráneo y cada vez pasará más” como consecuencia de la emergencia climática, añade, el también profesor de la Universitat de Girona (UdG).

Los próximos tres meses serán clave. La Generalitat admite que tienen que caer chubascos y con intensidad. De lo contrario, tocará apretarse aún más el cinturón, empezando por reducir los 230 litros de consumo diarios por habitante a los 210. “Si no llueve en primavera y en otoño, estaremos en una situación muy complicada”, cuenta Sabaté. Los pronósticos son desalentadores: “No es previsible que esta situación mejore a corto plazo, ya que la sequía se ha ido prolongando y agravando de forma generalizada”, dice por su parte la administración, en el decreto aprobado este jueves.

Los datos ponen cifras a la gravedad de la situación. “La media pluviométrica de los años 2021 y 2022 en el distrito de cuenca fluvial de Cataluña, de acuerdo con los datos de los observatorios meteorológicos, ha sido inferior a los 350 milímetros (mm) por año, situación que no se había dado ningún año de los registros que se tienen desde 1915, dado que la media se sitúa en torno a los 600 mm/año”, señala la Generalitat. A eso se suma que el 2022 ha superado en 2,5 grados la temperatura media anual, favoreciendo la evaporación del agua de los embalses. 

“Hace 20 años que tenemos este problema”, cuenta Rafa Lorca, propietario del Hotel-Restaurante L'Ocell Francolí, en l’Espluga de Francolí. Lo dice sin sobresaltarse, a pesar de las noticias de los últimos días, en las que las televisiones muestran en bucle el pantano de Sau, en Barcelona, en un estado deplorable. Apenas está al 14% de su capacidad, cuando hace doce meses estaba al 48%. “Si tenemos un año malo, en el que estas reservas no se recuperan, entramos en una situación muy complicada”, avisa Sabaté.

En las zonas con menos capacidad de abastecerse de agua ya están curtidos. “Estamos acostumbrados, siempre hemos buscado soluciones. Hace 20 años cogí este negocio e instalamos un depósito de 8.000 litros para tener agua”, dice Lorca. Lo mismo hacen los vecinos, afirma, aunque a muchos les ha pillado la situación con el pie cambiado y tienen los equipos desfasados o averiados.

Vehículos cisterna como solución a corto plazo

Los vehículos cisterna son la solución de emergencia ante la escasez de agua. “Gastamos dinero en cubas en vez de hacer infraestructuras para que llegue el agua”, reprocha Lorca. La Generalitat ha destinado más de medio millón de euros en 2022 para traer agua a pueblos como l’Espluga de Francolí, Castellcir, Sant Esteve de la Sarga o la Llacuna. En total, más de una sesentena de actuaciones que sufragan los municipios, aunque están financiadas en buena parte por el Govern, que puede abonar hasta el 95% del coste. En 2018 la inversión no alcanzó los 100.000 euros, mientras que para este año se ha incrementado el presupuesto de 800.000 euros a dos millones, en los que también se prevén obras de emergencia.

Mientras, las desalinizadoras funcionan a pleno rendimiento. “Han aportado más de 70 hectómetros cúbicos (hm³) al sistema” entre 2022 y lo que llevamos de 2023, cifran desde el ACA. En Cataluña hay dos equipamientos encargados de transformar el agua de mar en agua potable: la planta del Prat de Llobregat, con capacidad para 60 hm³; y la de Blanes, con 20 hm³. “En los próximos seis años se prevé cuadruplicar la capacidad de la planta de la Tordera (de 20 a 80 hm³) y construir una nueva desalinizadora en el Foix, entre Cunit y Cubelles, con capacidad para 20 hm³”, apuntan las mismas fuentes.

El agua regenerada, que se destina a los acuíferos y a la garantía de los caudales ambientales, también ha supuesto un aporte de 70 hm³. La extracción de agua de pozos ha añadido otros 54 hm³, dice l’Agència Catalana de l’Aigua. Con todo, 194 hectómetros cúbicos, que equivalen a la suma de los embalses de Sau y Sant Ponç, cifran.

“No se trata solo de cerrar el grifo, sino de repensar a qué destinamos los recursos hídricos del país, que es muy ganadero, agrícola, industrial y turístico”, opina Sabaté. “Hay camino por recorrer en la reutilización de las aguas residuales”, propone. Las depuradoras en Cataluña, 545, sanean las aguas del 97,1% de la población y aportan al medio 600 hm³, dice la Generalitat.

El pantano de Sau, bajo mínimos (y lo que queda)

La Generalitat ha tomado la decisión de acelerar el vaciado del pantano de Sau, con la voluntad de aprovechar la poca agua que queda, para llenar el pantano de Susqueda, que está conectado. Así se evitará desperdiciar agua. “Es una medida inteligente”, califica el subdirector del ICRA. Aún así, hay que vigilar con la estratificación, un fenómeno que consiste en la separación física del agua en dos capas, una fría y otra caliente, que no interactúan entre sí y, por tanto, la franja baja pierde oxígeno y se echa a perder.

Los datos por satélite muestran una sequía persistente en Europa

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Una de las (pocas) consecuencias positivas del vaciado progresivo de los embalses es que se abre una ventana de oportunidad para eliminar la fauna foránea de lugares como el pantano de Sau. “Hay nueve o diez especies y ocho o nueve son invasoras”, como el siluro, la carpa o el cangrejo rojo, afirma Sabaté.

“Es una buena oportunidad para eliminar especies invasoras, porque desgraciadamente nuestros embalses están llenos de ellas y generan un daño ecológico importante”, cuenta el experto. Para analizar cómo se procede, la ACA ha creado una comisión que está estudiando el plan de actuación. 

Mientras, en lugares como Badalona se pierden dos litros de agua cada segundo por culpa de una fuga. Al final del día, 180.000 litros. En 2005 se detectó y desde entonces no se ha hecho absolutamente nada. 18 años ya de eso. Y sumando. El alcalde de la localidad, el socialista Rubén Guijarro, exige a la ACA que actúe de inmediato. La Generalitat tiene previstas unas obras que solucionarán esta situación… en 2025. Para entonces, 131.400.000 litros de agua echados a perder. En plena sequía.

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