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Por qué las malas noticias son también malas para la salud

Un hombre pasea mientras lee un periódico.

Las noticias negativas gustan más que las positivas a los seres humanos. La pandemia, la invasión de Ucrania y el cambio climático son tres de los factores que hacen que los medios de comunicación se llenen en lo últimos tiempos de auténticas “malas noticias”, pero estar expuestos a estímulos negativos tantas veces al día puede ser perjudicial para la salud. O al menos es lo que sostienen los expertos en Psicología.

A lo largo de estos últimos años tan convulsos, son muchos los profesionales de la salud mental que alertan del peligro de una sobreexposición a las noticias negativas. “Nadie puede estar escuchando todo el día noticias sobre la guerra de Ucrania, muertos… Se produce un colapso”, asegura a infoLibre José Ramón Ubieto, psicoanalista y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya. Además, este colapso del que habla hace que las personas lleguen a no distinguir bien en qué momento se leyó, vio o escuchó algo, si es una noticia antigua o nueva.

El ser humano tiende a sentirse más atraído por este tipo de noticias, según Andrea Pazos Boubeta, psicóloga sanitaria en gabinete privado y en el Servicio de Orientación a Estudiantes de la UC3M. “Los estímulos que pueden suponer una amenaza llaman más nuestra atención en un inicio, es más probable que retengan nuestra atención durante más tiempo y que los recordemos mejor pasado ese instante”, afirma. En esto coincide Ubieto, que añade el concepto de “sesgo mórbido”, un mecanismo cognitivo que “responde a una necesidad muy humana”. 

Aquí el factor humano tiene mucho que ver. Para Ubieto, “todos los seres humanos tienen fantasías de destrucción, de crueldad… todos”. Pero las diferencias con un psicópata son clave: mientras el resto de personas mantenemos las fantasías en un estado mental, los psicópatas “las pasan a actos sin ningún tipo de vergüenza , pudor ni remordimiento”. Pese a esta diferenciación, una explicación ante el interés común hacia las noticias negativas es, precisamente, que “todo el mundo tiene una fantasía sádica de crueldad y de destrucción del otro”. De modo que viendo, leyendo o escuchando fenómenos o sucesos catastróficos, se da una salida “a estas fantasías sin que implique el acto”, explica el psicoanalista. Y añade: “No eres tú quien lo ha hecho, no eres quien ha asesinado, pero alguien lo ha hecho. Interesarte por esa noticia es como una manera de dar salida a ese deseo interno de sadismo”. 

Sin embargo, llega un punto en el que nuestra capacidad emocional para gestionar las noticias negativas tiene un límite, afirman ambos expertos. En ese momento, desconectar es la mejor opción. Al ser un estímulo externo —una noticia negativa no influye directamente en las personas—, mirar hacia otro lado no parece que sea algo muy difícil. De este modo, el ser humano usa una defensa natural: la impermeabilización. Es decir, mostrar cierta indiferencia ante todos los acontecimientos negativos que suceden en el mundo. Al igual que el tiempo se vuelve confuso y no se recuerda de cuándo es la noticia, pasa a ser indiferente el número de muertos, las causas, las consecuencias… “Es imposible procesar y mantener la atención emocional ante todo ello”, finaliza el profesor de la UOC. 

La autorregulación es la clave para la psicóloga sanitaria Pazos Boubeta: “Debemos desarrollar herramientas que nos permitan tomar conciencia de cómo nos afectan determinados contenidos, o la frecuencia con la que los recibimos. Y así tomar decisiones respecto de cómo y cuándo vemos, leemos o escuchamos noticias negativas, y qué hacemos después con esa información”.

Al llegar a este límite, las consecuencias pueden ser perjudiciales para la salud. “Si estamos expuestas a estímulos atemorizantes de forma repetida, ese miedo inicial, que responde a un estímulo inmediato, que está presente, puede derivar en un estado de ansiedad”, explica Pazos Boubueta. “Cuando sentimos ansiedad, no estamos reaccionando con temor ante algo que está presente, sino que anticipamos que eso pueda desembocar en algo peor, nos pueda ocurrir a nosotras, pueda repetirse en el futuro, etcétera”, añade la psicóloga clínica. Sin embargo estos no son los únicos efectos que pueden causar: “Además, puede causar estrés. Y, con estrés, se incluyen toda una serie de fenómenos obseso-depresivos: inquietud, insomnio, pérdida de atención, decaimiento, pérdida de interés por las cosas…”, afirma Ubieto. 

Pazos Boubeta añade que esta ansiedad inicial, si es prolongada, puede “generar síntomas depresivos. Especialmente un sentimiento de desesperanza o indefensión”. 

El papel de los medios

Sobre qué papel juegan los medios de comunicación, Pazos Boubeta afirma que la “responsabilidad es compartida”. Es decir, si bien los medios tienen un papel importante, según la psicóloga, también hay una responsabilidad individual. Una solución ante la posible adicción a las noticias negativas es “tratar de observar cómo se siente antes y después de revisar las noticias, cómo es su flujo de pensamientos a lo largo del día, si piensa en bucle acerca del mismo tema o cualquier cosa le lleva a pensar en ello. También sería importante observar si está teniendo momentos diarios de desconexión y autocuidado”. 

Dentro de esta responsabilidad mediática, Pazos Boubeta destaca que el medio debe ser consciente de quién puede ser el receptor de la noticia. “Personas que han vivido una situación de guerra y han desarrollado un trauma, podrían vivir una retraumatización al estar expuestos a noticias sobre otro conflicto bélico”. Sin embargo, afirma que es consciente de que esto “no es algo que los medios puedan controlar” pero considera que es “importante que se conozca”. 

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Dar cabida también a buenas noticias es una manera de paliar los efectos de esta sobreexposición. En un momento de crisis como la que se está viviendo a nivel mundial, marcada, no solo por la invasión rusa de Ucrania, sino también por una crisis energética y climática que llena de incertidumbre el futuro, informar de los avances científicos, por ejemplo, es una buena opción. En infoLibre se ha abierto una sección precisamente para ello. Desde mayo de 2022 este medio informa de manera positiva sobre todo de los avances en relación con avances en el mundo de la medicina, la ciencia o la investigación. 

Y es que dar buenas noticias también es parte del periodismo. Para Pazos Boubeta, “los medios de comunicación pueden asumir el compromiso de tratar las noticias de un modo no sensacionalista –aquí juegan un papel importante las imágenes y el vocabulario empleado–, aportar información contrastada y lo más completa posible”. Aunque añade que ve dificultad ante estas propuestas debido al ritmo imperante de las noticias: la inmediatez.

Las buenas noticias, en cambio, afectan de manera positiva. "Sirven de amortiguación ante las malas noticias a las que vamos a estar expuestas. Pueden protegernos de una distorsión cognitiva muy común, la sobregeneralización, afirmar, en este caso, que todo es un desastre ("todos los políticos son corruptos" o "la justicia siempre llega tarde")", afirma Boubeta. Además, añade que las noticias positivas ayudan a "entrenar a nuestro cerebro a buscar más cosas positivas o esperanzadoras". Ya que, según la psicóloga, "nuestra mente busca los estímulos potencialmente peligrosos". Boubeta finaliza con una propuesta que puede ser beneficiosa y que está en manos de los medios de comunicación: mostrar los "finales positivos" que existan en conflictos que hayan perdurado en el tiempo. "Es una forma de contrarrestar la desesperanza", concluye.

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