Verso Libre

Salvamento Marítimo

La democracia surgió cuando los seres humanos reconocieron para convivir su condición de ciudadanía. La identidad particular asumió un proceso de elaboración y abstracción que la situó en los ámbitos de la legalidad, es decir, de los derechos y los deberes. De esta lógica depende el Estado y la representación política. La sociedad democrática entra en crisis cuando el Estado desatiende los derechos humanos de las identidades particulares o cuando las identidades particulares se olvidan de la legitimidad representativa del Estado. Conseguir que la legalidad sea legítima y que la legitimidad sea legal es la tarea principal de la política.

Me repito a mí mismo el abc de la Democracia, el Estado y la Ciudadanía cada vez que me enfrento a vida o muerte con el drama de las pateras en las costas europeas, las noticias de los telediarios y las declaraciones de algunos políticos dispuestos a olvidar las obligaciones del Estado y la dignidad de su propia conciencia individual.

Creo que puede servir de ejemplo un estado de ánimo sobre el Estado y el Ánima que me asalta con mucha frecuencia. Verán ustedes: en letra pequeña, como viento breve de radio, muy de vez en cuando en las cadenas de televisión, recibo noticias de los rescates que lleva a cabo la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima en las costas españolas. El año pasado se produjeron 50.000 rescates de náufragos. Y otro dato más: desde su fundación hace 25 años, una institución del Estado español ha salvado 350.000 vidas.

La verdad es que es para sentirse orgulloso que nuestros impuestos se inviertan en sanidad, educación, infraestructuras, solidaridad y salvamento de vidas. Pero cuando me dispongo a publicitar mi alegría, me asalta el miedo de que en España ocurra lo que en Italia y que la extrema derecha domine la política de nuestro país con sus noticias falsas, su racismo, su odio al otro y sus consignas identitarias. La memoria nacional es frágil, hace tiempo que olvidó los muchos años en los que andaluces, extremeños y gallegos tuvieron que emigrar para sobrevivir a la pobreza. La paradoja es que si publicito mi orgullo por saber que el Estado español ha salvado 350.000 vidas, puedo cultivar discursos irracionales de extrema derecha. 50.000 rescates en un año pueden ser una apetitosa cifra para los políticos que hablan del efecto llamada y de los peligros de la emigración que viene a robarnos nuestra tranquilidad, nuestros derechos y nuestras hijas. Los votantes de Vox en los pueblos de Almería necesitan a los moros para trabajar en los invernaderos, pero se ofenden si coinciden con sus hijas en las mismas discotecas.

Cuando veo los telediarios dominados por el barco de una ONG que ha recogido a algo más de un centenar de inmigrantes, miro con simpatías a los voluntarios que se dedican a salvar vidas, aunque algunos de ellos quieran convertirse en estrellas mediáticas. Bienvenida sea la espuma televisiva si sirve para llamar la atención sobre las tragedias de la verdadera espuma del mar. Pero recuerdo con orgullo el dato de que, más allá de las cámaras, casi en el anonimato y por el único motivo de cumplir con su obligación, las fuerzas españolas de Salvamento Marítimo han rescatado ya en 2019 a más de 14.600 personas.

El pudor como virtud pública

¿Por qué cuento esto? Porque creo que la solución humana a un problema tan grave no vendrá nunca de la buena voluntad aislada de los individuos particulares, sino de la capacidad representativa de esos individuos en el Estado. La verdadera desgracia es que la mala voluntad individual se haya adueñado de la política italiana y su gobierno cierre sus puertos y abandone a miles de seres humanos en sus aguas territoriales.

Hablar hoy de nuestro Estado es hablar de Europa. La crisis de las pateras es una crisis europea, y la única salida digna depende de que Europa haga de las migraciones una cuestión de Estado. Para eso tiene que sentirse ella misma Estado, superando la idea neoliberal de una Europa entendida como pacto de mercaderes y preocupándose por la calidad de vida de su ciudadanía. Así la rescatará también del desamparo, ese venenoso caldo de cultivo de los caudillos racistas y la manipulación de los datos. Sólo una política de Estado podrá responder a lo que se nos avecina en los próximos años.

Mientras tanto, en medio de las noticias llamativas del Open Arms y del Ocen Viking, confieso mi orgullo pudoroso por el trabajo en silencio de la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima, una institución dependiente del Ministerio de Fomento. Su número de teléfono es el 900 202 202. Si se enteran de alguna situación peligrosa en el mar, deben llamar, aunque algún canalla les acuse después de estar colaborando con el tráfico de seres humanos.

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