Aquí me cierro otra puerta

Qué cansado es ser de izquierdas

Quique Peinado

El día de las escritoras me enteré de que lo que había que hacer tal fecha era sacar un vídeo en el que un militar nos cuenta que lee a autoras. Una vez superado este shock, y pensando exactamente en qué tendríamos que hacer los hombres el día del lector o el del libro (supongo que ya no hablar de autoras, que para eso está el día de la escritora), me senté a reflexionar sobre lo cansadísimo que es ser de izquierdas. Es algo que he pensado siempre, desde el momento en que me interné en las primeras discusiones de política con gente de esta mi tendencia, pero que se ve que con la edad se va acentuando, quizá por el agotamiento vital.

Siempre que expreses algún pensamiento que podríamos enmarcar dentro del amplísimo espectro de “de izquierdas”, habrá alguien más a la izquierda, alguien más arriba, alguien más abajo y alguien más al centro que te hará no un matiz, sino una enmienda a la totalidad. En ocasiones es necesario, en otras te hacen pensar y modificar tu punto de partida, en algunas es hasta bienintencionado. Pero básicamente, todas y cada una de las refutaciones, que insisto que suelen ser más a la totalidad que parciales, se basan en un punto fundamental: tener razón. Nada le gusta más a un izquierdista que tener razón. No nos basta con tenerla sobre la derecha (que firmemente lo creo, si no, sería de derechas), también debemos tenerla sobre todas y cada una de las personas que nos confronten, aunque estas vengan del lado teóricamente amigo. Hablo en plural porque me considero depositario de este defecto, pero supongo que al ser una persona pública soy más receptor de objeciones que autor, e incluso cuando soy una opinión más entre muchas, también me veo más interpelado que el común de los mortales.

Con 41 años supongo que esto cansa más, entre otras cosas porque todo cansa más. Lo que pasa es que a mí, que me apasiona la política, que la defiendo y trato de transmitir lo importante que es, está llegando un punto en el que me cansa hablar de política. Agota discutir con los tuyos y recibir el odio de los otros. Y no se trata de hablar aquí de “la polarización” ni de “todos los políticos son iguales”, porque ese discurso de mierda hace daño. Hablo solamente de este lado de la raya que divide la vida. Porque creo que ser de derechas no es tan tedioso, ni cada uno de los postulados que se manifiestan en aquella orilla encuentra siempre un indio en un árbol que le tira una flecha.

Sé que todos practicamos la tendencia a la autodestrucción en la izquierda española. Yo el primero. El problema llegará cuando ya no queramos ni hablar. Y, antes de que eso llegue, deberíamos elegir mejor las batallas. Un consejo: si eres un izquierdista pesado como yo y ves que algo que dice alguien un poco menos izquierdista que tú no te gusta exactamente, cállate. Yo ya lo voy aprendiendo. Porque, a la larga, acabaremos hartos todos y ya no habrá nada de qué hablar.

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