Las escaleras mecánicas como símbolo del poder de Trump. Las utilizó cuando anunció su primera candidatura, seguro que lo recuerdan. Cuando convocó a la prensa en su torre, la Torre Trump de Nueva York, en la Quinta Avenida. Las cámaras captaron cómo Trump bajaba cual emperador, a ritmo de la escalera, seguido de Melania. Un hall, lleno de decoración de mármol y dorados, toda una metáfora de lo que iba a suponer su mandato. La imagen se quedó grabada como el inicio de una nueva etapa en la vida pública de Trump, la que más había ansiado en los últimos meses, convertirse en candidato y, cómo no, convertirse en presidente de los Estados Unidos. Un rey coronado.
Unas escaleras mecánicas, esta vez en otro hall, el de Naciones Unidas, han escenificado lo que supone tenerlo de vuelta en la Casa Blanca: que el mundo gire y se mueva según sus deseos, que sus políticas generen más confusión y más conflicto, que todo se pare cuando él llegue. Da igual que las escaleras de al lado funcionaran, da igual, porque ni siquiera se paró a pensarlo ni hizo un gesto de moverse y subir por las otras, puede que ni las viera. Muy digno, subió a pie, tras Melania.
Un fallo mecánico que a Trump no le gustó nada y con el que quiere hacer un conflicto político. Dice que fue un sabotaje, que él y Melania podían haber sufrido un accidente gravísimo con esas escaleras de acero, “es increíble que Melania y yo no nos cayéramos de bruces contra esos bordes afilados de estos escalones de acero”, y que alguien tiene que pagar por esto. Nada más que añadir.
Trump crea su propia realidad y con ese marco funciona y toma decisiones
Ha enviado una carta a Guterres, al secretario general de Naciones Unidas, para que lo investigue. Lo de las escaleras, lo del telepromter (el aparato donde los líderes suelen leer sus discursos cuando están en la tribuna) y el sonido, (Trump dice que no se le escuchó bien cuando fue a decir que ese foro servía más bien para poco), son para el presidente norteamericano los ejemplos del sabotaje que hizo la institución, o alguien de la institución, contra él. Trump crea su propia realidad y con ese marco funciona y toma decisiones. Y lo peor es que ese relato lo repite una y otra vez para que cale, para que sus seguidores se enfaden tanto o más que él, para que acaben pensando que, efectivamente, la ONU no sirve para nada y sólo conspira contra el liderazgo de Trump, que apoyen el haberle retirado los fondos, el haberla ninguneado durante los últimos meses y haber impedido sanciones más duras contra Rusia o Israel. Poco después de esa denuncia de Trump, un presentador de la FOX decía que, quizás, la solución era dejar la ONU o bombardear el edificio, el que está en Nueva York. Entre risas, pero lo dijo, comprando así el relato que había creado Trump.
Crear un marco en el que poder meter el cuadro que yo he pintado. En esto está ahora Trump y todos los que le imitan.
Las escaleras mecánicas como símbolo del poder de Trump. Las utilizó cuando anunció su primera candidatura, seguro que lo recuerdan. Cuando convocó a la prensa en su torre, la Torre Trump de Nueva York, en la Quinta Avenida. Las cámaras captaron cómo Trump bajaba cual emperador, a ritmo de la escalera, seguido de Melania. Un hall, lleno de decoración de mármol y dorados, toda una metáfora de lo que iba a suponer su mandato. La imagen se quedó grabada como el inicio de una nueva etapa en la vida pública de Trump, la que más había ansiado en los últimos meses, convertirse en candidato y, cómo no, convertirse en presidente de los Estados Unidos. Un rey coronado.