Al chachachá del tren

Habré dormido cuatro horas y tengo los ojos alicatados. No hay piedad: un amable vigilante me pide que me quite la gabardina, no sea que quiera colar un arcabuz en el tren que va para Cádiz. Viajar es una cosa extrañísima: uno mete su cuerpecito en una caja con ruedas (o con alas) y espera pacientemente a que el contenedor de marras llegue a destino. Camino, somnoliento y meditabundo, a la cafetería del Alvia, ese cuarto de maravillas que dejaría en pañales al vagón restaurante del Orient Express. Pago cuatro euros por un café aguado y un croissant hecho con parafina. El desayuno es puro plástico, pero me lo sirven en recipientes de papel. La pobre camarera se pelea con el pasaje para que se coloque la mascarilla. En una semana termina la pantomima, aunque nadie sepa muy bien por qué. La muchacha reconoce que está hasta el moño de reñir a los clientes: tres hurras por Fernando Simón.

Doy sorbitos al brebaje purgante mientras repaso la prensa: la columna no se va a escribir sola. Parece que Begoña Villacís teme que su publirreportaje fashion sobre chabolas demolidas quede incompleto. Otra gran empresa civilizatoria interrumpida por el colapso del centro democrático en este país de rojos y azules. Ciudadanos dice haberse refundado, aunque, por lo que sea, los ingratos españoles están a otra cosa. El pizpireto Girauta se ha juntado con ese otro que parece una caricatura de Bárcenas y están dando conferencias. La facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla los ha invitado a nosequé. La nueva escuela de Atenas, a la verita del Guadalquivir. Qué orgullo de alma mater.

¡Cáspita! Parece que en el Senado ha ocurrido algo. ¡Paren las rotativas! Sánchez ha ido a reñir con Feijóo: duelo en la cúpula del trueno. Las señorías residentes han elevado queja a la presidencia de la cámara: no hay que perturbar el sueño de los ancianos senescales. Repaso las declaraciones y el presidente ha estado muy ocurrente: casi parecía el jefe de la oposición. Alberto Núñez, gris y dubitativo, gran interpretación de su personaje. Los sectores afines al gobierno más progresista de la historia (etcétera, etcétera) han celebrado las ocurrencias de don Pedro, porque al país se lo gobierna con ingenio y chistecillos. La ley de vivienda y la derogación de la ley mordaza pueden esperar: lo importante son los zascas.

La ley de vivienda y la derogación de la 'ley mordaza' pueden esperar: lo importante son los 'zascas'

El tren se ha parado en Córdoba. Fallo eléctrico. Madrugón y, aun así, tarde. La señora de dos asientos más allá inicia su ronda de notificaciones telefónicas. Es formidable: aprovecha cada llamada para enterarse de las últimas desgracias (piernas rotas, depresiones, tumores de toda clase, un hijo tonto) y, de inmediato, informará a la siguiente comadre. No se veía algo así desde las comunicaciones de los submarinos nazis. Unos asientos por detrás, un señor se hurga en la nariz sin que ello le impida dirigir su emporio rentista. Tiene tres pisos y se queja de tener que reformarlos. El día que empiece la revolución, caerá el primero.

Me levanto para buscar un refresco, a ver si me espabilo. Un sonoro chasquido resuena por todo el vagón. A la mierda mis lumbares. Me extraña, porque esta semana fui al fisioterapeuta y me aseguró que tocándome la cocorota iba a menearme las fascias de toda la espina dorsal. Me juró que la teoría de los humores sigue de plena vigencia y que con unas ventosas podría sacarme una gelatina peligrosísima que se acumula entre los músculos. Preferí negarme. También me contó que dispone de una máquina de diagnóstico cuántico: te pones una diadema y dos electrodos y el cacharro te dice lo lustrosas que están tus vísceras y el recuento exacto de virus y bacterias que lleva uno dentro. Así da gusto. Algo debí de sospechar cuando me dijo que tenía una cadera más alta que la otra, pero que no me preocupase: que era cosa de la rotación del núcleo de la tierra.

Casi una hora después, una voz nasal dice por el altavoz que hemos llegado a Cádiz. Voy a ver si me pongo una cataplasma de chicharrones, para aliviar las contracturas.

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