El iva del arte

Aprovechando la jaranilla de ARCO, el ministro del ramo —señor Urtasun— se reunió con las asociaciones del gremio. «No tenemos, como otros países de la Unión Europea, un IVA reducido para la compra de obras de arte contemporáneo. Les he transmitido el compromiso de este ministerio de trabajar con el de Hacienda para ver de qué manera podemos avanzar en esa dirección, que creo que sería extremadamente positivo». 

La reacción, como un resorte. Zapatiesta, ¡conmoción!: la izquierda caviar ataca de nuevo. Tu abuela 400€, los Thyssen 4000. Los astutos detractores lo tienen claro: han visto Tenet y saben que los ricos guardan sus Picassos en el aeropuerto de Ginebra. Zona franca, mon amour. Por alguna razón desconocida y malvada, Cultura quiere evitarles el paseo al país del chocolate y el reloj de cuco. Será cosa de la Agenda 2030, que el jet privado contamina mogollón.

En España se paga un IVA reducido en las taquillas y las librerías. Da igual si compras el poemario en esperanto de un bardo iraní o el último bodrio de Pérez Reverte. Cáspita: un concierto de vihuela tributa igualito que el sarao de Taylor Swift y el personal se queda tan pichi. Buceando en las reacciones a la controvertida promesa de Urtasun (que ya veremos en qué queda), me he encontrado con una edificante taxonomía de las artes. Las hay de derechas y de izquierdas, de ricos y de pobres. La ópera, por ejemplo, es de marqueses, y los aguerridos defensores de la pureza proletaria se quejan, al unísono, de que se les impida y facilite el acceso al patio de butacas. Lleven cuidado: un fiscorno puede destruir cien repúblicas socialistas. ¿Los libros? ¡Cultura, cultura! ¿El cine? Por bandos.

Los megarricos pueden comprarse el Miró que se les antoje haciéndolo pasar por la aduana que más rentable les salga. Les da todo igual. A la escultora de cuarenta años que intenta sobrevivir en un sistema lleno de trampas mortales, no tanto

En fin, que el gremio izquierdoso de sexadores culturales se está tentando las ropas, no sea que se le haga una rebajita al próximo jeque que quiera comprarse un Leonardo. Con el ánimo tranquilizador que caracteriza a esta columnita, quisiera informar a los preocupados vigilantes del erario de que la hipotética bonificación fiscal no afectará a Goya ni a Zurbarán. Lo de llevar siglos muerto quita mucha contemporaneidad. Tampoco, a las subastas, que es donde los inversores más sagaces ganan la diferencia. España tiene un sistema del arte más bien raquítico y precarizado hasta las trancas (la mayoría de los artistas, como los poetas, los novelistas o los actores, no viven de lo suyo) que sobrevive gracias a las adquisiciones institucionales y a un coleccionismo pequeño y medio. De quinientos a dos mil quinientos la obra. Para especular con eso hay que ser un genio. Es cierto, no todo el mundo compra cuadros, pero la mayoría de los que lo hacen pagan a plazos. En esas cantidades, un sobrecoste del 21% hace la diferencia así que, si se quiere apoyar a la cultura (sea lo que sea eso), o vamos todos al mismo paso o menudo cachondeo.

Verán. Los megarricos pueden comprarse el Miró que se les antoje haciéndolo pasar por la aduana que más rentable les salga. Les da todo igual. A la escultora de cuarenta años que intenta sobrevivir en un sistema lleno de trampas mortales, no tanto. Aun así, puede que a usted, querido lector, le parezca que dejarse setecientos euros en una acuarela es una excentricidad pequeñoburguesa y no le quitaré una gota de razón. ¡Recórcholis! ¡El arte está tomado por la oligarquía! Camarada, atienda: los ricos controlan todo. La élite de cualquier sector, creativo o no, está colonizada por mozalbetes educados en colegios de pago, siento ser yo el que te dé la noticia.

Un momento, ¿qué oigo?, ¿qué hay que bajar el IVA de la luz y el gas? ¡Cuenta con mi apoyo! Pero conviene no mezclar el culo con las témporas. El falso dilema es una treta que da mucha vergüenza ajena.

Post data: iba a comentar el asombroso caso de los liberales impuesticidas a los que, ya es mala suerte, les parece fatal esta rebaja fiscal. Qué gente, ¿eh? Qué lastimica.

Más sobre este tema
stats