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Peccata minuta

Su santidad se fue de la lengua. ¡Rarísimo! En una reunión con los obispos italianos, pidió a sus ilustrísimas que, cuando tuviesen un ratín, comprobasen si los seminaristas les perdían aceite. He buscado el palabro (frociaggine) y no tiene traducción buena. "Ya hay demasiado mariconeo". Me llama la atención el cuantificador. "Demasiado". La misericordia tiene sus límites.

En esta casa siempre hemos sido muy de Ratzinger (¡verdadera devoción!): los papas, mejor cuando van de frente. El Santo Oficio, media ración de anatemas y mitras con pedrería. Extra ecclesiam nulla salus y si no te gusta, chico, el infierno está sin gentrificar. Once años le ha costado al santo padre encontrar razones para juzgar a los "gais que buscan a Dios". Como el Altísimo le dé vida, en un par de años lo vemos desenterrando divorciados de los camposantos. En fin, que ha pedido disculpas a los que pudiesen haberse ofendido. Para regentar una religión basada en el arrepentimiento, vaya excusas de mierda.

A Bergoglio le está quedando un pontificado que ríete tú de los tahúres del dónde está la bolita. Gestito a la galería, reaccionarismo doctrinal. El tipo es de traca. Hace unos meses mandó al prefecto de la Inquisición un documentito sobre la conveniencia de bendecir uniones irregulares. Yolanda Díaz se puso contentísima. Algo es algo, gritaban sus partidarios, vuelve la primavera eclesial. Hereje, cacafuti, ¡chisgarabís!, replicaban los de la sotana y el bonete. Nada por aquí, nada por allá: antes de que se diesen cuenta, contrargumento contra sí mismo: aberración antinatural, pecado nefando y clamores de venganza delante de Dios. Ya lo dijeron Los Simpsons: aborto para unos, banderitas americanas para otros. Qué titán del amago: una década enseñando el capote del diaconado femenino, la supresión del celibato y la reforma de la moral sexual y el tipo se va a morir dejándolo todo más embarullado de como se lo encontró. A ver si Jordi Évole graba una segunda parte de su Tengo una pregunta para usted y los muchachos estafados pueden reprocharle la engañifa. Para rematar la semana, ayer se publicó que en una quedada con curas bien heterosexuales, el renqueante pontífice les dijo que fuesen hombres, llevasen los pantalones y hablasen sin rodeos. No sigáis mi ejemplo. "Los cotilleos son cosa de mujeres". Finísimo cuñado. Sor Lucía Caram, desconsolada, pide hueco en el convento de Belorado.

Abascal no esperó ni a que se templasen los rescoldos antes de plantarse a la verita del asqueroso genocida respaldado por un banderón

La semana ha tenido otros deslices. Netanyahu ha quemado un campamento de desplazados y los progres se han puesto de uñas. Chico, tampoco es para tanto: un desliz, un error de juicio, como peinarse con cortinilla. Las cenizas de los asesinados aceptan las disculpas. Los que, hace unos meses, exigían a los gazatíes obediencia a sus invasores (les avisan antes de bombardear, si palman por fanatismo) preparan ahora un nuevo argumento que los mantenga sobre el burro: en fin, son todos terroristas los putos moros.

Abascal no esperó ni a que se templasen los rescoldos antes de plantarse a la verita del asqueroso genocida respaldado por un banderón. Señor, pero ¿usted quién es? España habrá reconocido al Estado Palestino, pero el partido del hijo de Ekkehard Tertsch (un nazi con carné) y Buxadé (el del contubernio judeomasónico) se mantiene firme en sus principios. Te tienes que reír. Mientras tanto, el ministro de exteriores del famoso Estado terrorista nos atiza con morralla en redes sociales: la impunidad produce idiotas. En la prensa nacional, nuestros columnistas más inteligentes siguen demarcando las aristas semánticas de lo del río hasta el mar y escribiendo definiciones sobre el concepto de "genocidio". Los niños muertos (todos, peligrosos yihadistas) se acumulan por millares. El colaboracionismo de nuestros días: mirar (a sabiendas) el dedo en vez de la luna.

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