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De la "balcanización" de España a la "autonomía" de Gaza: las palabras importan

Las palabras son conocimiento. Nombran realidades y ayudan a formar nuestro mundo y la construcción social que de él tenemos. En política, además, son las armas que se usan para dialogar, argumentar y rebatir.

El lunes, Alberto Núñez Feijóo criticó a Pedro Sánchez por rendirse a los independentistas y llevar a España a “un horizonte similar al de los Balcanes”. Lo dijo durante un discurso leído por lo que, cabe presuponer, la analogía no fue fruto de la improvisación. De hecho, ya había recurrido a ella tras las elecciones del 23J cuando el resultado electoral dejó claro que sería Sánchez y no él quien podría aspirar a formar gobierno. No ha sido el único político. Spoiler: recurrir a este ejemplo no suele ser buena idea. Y no lo es por lo poco acertado y frívolo que resulta comparar la situación política española con uno de los conflictos más sangrientos tras la II Guerra Mundial. Una tragedia en la que murieron más de ciento cincuenta mil personas y que dejó millones de desplazados. Un genocidio del que aún quedan cicatrices visibles. Las palabras no son inocuas. Importa lo que se dice y cómo se dice. 

En el desfile militar del pasado 12 de octubre, un grupo de manifestantes recibió al Presidente del gobierno en funciones con insultos y pitidos. Lo cierto es que no es nuevo aunque no por ello deja de ser bastante desagradable. Desde la época de Zapatero, cada vez que un presidente de izquierdas ha acudido a la celebración ha sido recibido con abucheos. Este año se sobrepasaron todos los límites gritando a Pedro Sánchez Que te vote Txapote cuando saludaba a los reyes y a la princesa Leonor.

Un eslogan repugnante y doloroso —así lo calificó Consuelo Ordoñez— del que el PP ha echado mano en numerosas ocasiones a pesar de la insistente petición de parte de las víctimas para que no usaran el nombre de un asesino terrorista para atacar al Gobierno. Tanto lo han repetido los líderes de la derecha que se ha coreado en bodas —fuimos testigos porque se viralizó un vídeo en redes sociales— y en estadios de fútbol. Es el resultado de la política de la crispación. La política del fango. La que usa las palabras de manera torticera, para enredarlas y darles la vuelta. La que tacha de ilegítimo al gobierno elegido en las urnas, habla de balcanización para alarmar sobre una inexistente ruptura de España o la que solo condena los crímenes de guerra de un bando.

Es el resultado de la política de la crispación, del fango. La que tacha de ilegítimo al gobierno elegido en las urnas, habla de balcanización para alarmar sobre una inexistente ruptura de España o la que solo condena los crímenes de guerra de un bando

Es en este espacio donde el PP parece sentirse cómodo. Desde las filas populares no han dudado en usar como arma arrojadiza estos días el conflicto en Oriente Próximo. Así, han atacado al Gobierno en funciones y a sus socios, a los que han exigido que condenaran los ataques terroristas de Hamás —algo que han hecho todos los miembros del Ejecutivo— mientras que se muestran incapaces de reconocer el asedio y el castigo colectivo que Netanyahu aplica sobre la Franja de Gaza.

Borja Sémper, que llegó como parte moderada a la cúpula popular y ahora parece asentado en el ala más reaccionaria, ha llegado a decir que el palestino-israelí no es un conflicto territorial y que Gaza es un territorio autónomo. La importancia, de nuevo, de las palabras. Ha sido Naciones Unidas quien, hasta en siete ocasiones, ha emitido resoluciones denunciando la ocupación israelí. Resoluciones que tanto Israel como buena parte de la comunidad internacional han ignorado de forma sistemática.

Tanto Sémper como Isabel Díaz Ayuso se hicieron eco hace unos días de una noticia que aseguraba que Hamás había decapitado a 40 bebés israelíes. Ambos mostraron su repulsa e indignación y aprovecharon el momento para acusar al Gobierno de estar del lado de Hamás. El portavoz popular llegó a mandar a la mierda —de forma literal— en sus redes a los equidistantes. Y para eso no usó ni metáforas ni comparaciones. En realidad, la noticia, de la que se hizo eco una periodista británica, no ha podido ser contrastada. Poco importó: el bulo ya era viral y el PP lo usó para criminalizar el apoyo social y político al pueblo palestino al que ellos equiparan con Hamás.

La política se hace con palabras. Son las armas para razonar y dialogar. Crean relato, construyen nuestro mundo. Usar las precisas, las adecuadas para describir lo que ocurre debería ser un mandato democrático que ningún representante político debería olvidar.

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