Derechos (y deberes) humanos: basta de hipocresías

Pocos premios pueden hacerme sentir tan orgulloso como el que me concede la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDHE) en el área de Comunicación.

En primer lugar por la compañía. Si alguna vez me convocaran Gioconda Belli o Jorge Reichmann; José Mariano Benítez de Lugo o Erika Torregrossa; María Mercedes Sánchez o Luis Moreno Ocampo, por cualquier motivo o causa compartida, sólo preguntaría cuándo y dónde hay que estar. Porque admiro sus trayectorias, su sacrificio y su ejemplo. Figurar a su lado en este acto de reconocimientos de la Asociación Pro Derechos Humanos es un privilegio. 

En segundo lugar por quienes me otorgan este premio. Ni siquiera sé quién propuso mi nombre, pero agradezco profundamente a la APDHE, a su junta directiva, que pensara en mí y decidiera concedérmelo, por lo que sé eligiendo entre otros nombres que también admiro, como el del estupendo fotoperiodista Javier Bauluz o el del reportero y profesor Jesús Martínez.

Y en tercer lugar porque no tengo ni idea de si merezco o no este reconocimiento, pero sí puedo asegurar que llevo toda mi vida profesional intentando cumplir, en los distintos medios por los que he pasado, un compromiso: el de practicar un periodismo honesto que huye de la neutralidad y se implica en causas justas. No se me ocurre otra más necesaria y permanente que la defensa de los derechos humanos. 

Hace sólo unos días, con motivo del 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, me tocaba leer en el Instituto Cervantes el artículo 19, que dice así: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”

Conviene recordar que el derecho a la información no es patrimonio de los periodistas, simples intermediarios, sino de ciudadanas y ciudadanos que pueden y deben reclamar la garantía de recibir noticias fiables y contrastadas, que les permitan tomar decisiones fundadas a la hora de ejercer otros derechos fundamentales en democracia.

En lo que va de año han sido asesinados en el mundo al menos 108 periodistas, según el balance de Reporteros Sin Fronteras, simplemente por ejercer su oficio. De ellos, 63 han muerto desde el 7 de octubre víctimas del conflicto entre Israel y Hamás. 56 han sido asesinados por los bombardeos indiscriminados de Israel en Gaza. Más de un periodista muerto cada día en menos de dos meses. Reporteros Sin Fronteras ha denunciado que Israel pretende imponer “un apagón informativo total en Gaza”. De eso se trata: “¿quién sacará a la luz las atrocidades cometidas en Gaza si todos los reporteros [en su inmensa mayoría palestinos que trabajan en condiciones absolutamente precarias] son asesinados? Lanzaba esta pregunta el ensayista británico Owen Jones en un artículo reciente, en el que planteaba otro interrogante que comparto: ¿dónde están las protestas de las corporaciones profesionales en todo el mundo, las “cartas vehementes que condenen esta inaudita masacre dentro de otra masacre” mucho mayor?

Considero que este reconocimiento no es personal sino compartido con quienes, especialmente en mi última etapa profesional, me han permitido y me permiten ejercer el periodismo en el que creo

Y conviene, creo, no olvidar esta cruda realidad, este ejercicio de venganza que desborda cualquier parámetro de derecho a la defensa o persecución del terrorismo, para valorar la importancia del oficio de informar. Hoy, gracias a las herramientas tecnológicas, cualquier ciudadano o ciudadana puede transmitir datos y opiniones. Hoy, gracias a la Inteligencia Artificial, un robot con una enorme base de datos puede emitir miles de gigas de información desde cualquier lugar del mundo. ¿Sobran, sobramos entonces los y las periodistas, en los frentes de guerra o en las redacciones? Mi respuesta es que no, porque, a diferencia de cualquier ciudadano en su derecho a la libertad de expresión y de opinión, los periodistas que nos comprometemos con el ejercicio de un periodismo honesto tenemos prohibido mentir; estamos obligados a acercarnos a la verdad todo lo posible, y a rectificar cuando nos equivocamos. Sólo disponemos de un patrimonio: nuestra credibilidad. Y depende exclusivamente de no defraudar ese compromiso. Que no consiste sólo en transmitir hechos contrastados, sino en diferenciarlos de las opiniones y en argumentar nuestros juicios de forma sólida y honesta. Sin gritos, sin insultos, sin sectarismos. 

Por último, considero que este reconocimiento no es personal sino compartido con quienes, especialmente en mi última etapa profesional, me han permitido y me permiten ejercer el periodismo en el que creo. Me refiero a las socias y socios de infoLibre, a la Sociedad de Amigos de nuestro digital y de nuestra revista mensual, TintaLibre, a los inversores que han creído en nuestro proyecto editorial y lo han respetado. En definitiva, a quienes comparten una convicción: desconfíen ustedes, desconfiemos todas y todos, de ese mantra que dice que el periodismo debe ser neutral y objetivo. Tal cosa no existe. Nadie lo es. Y quienes más aparentan serlo suelen hipócritamente inclinar la balanza del mensaje en favor de un interés concreto, sea político o económico o empresarial. Defiendo, defendemos, un periodismo cívico, comprometido con las causas de los más vulnerables, con los derechos humanos universales, sin los cuales volveremos a la selva, a la ley del más fuerte. 

Termino citando a quien ha sido para mí un referente ético, como periodista pero sobre todo como ciudadano, Albert Camus. Se preguntaba antes de cumplir los 30 años: “¿Qué es un periodista?” Y él mismo aportaba una posible respuesta: “Un periodista es un hombre [o mujer] que se supone que tiene ideas y que defiende honestamente unos valores”. Justo, añado yo, lo que no puede hacer el ChatGPT.

Seguiremos intentando no defraudar ese firme y exigente compromiso.

Muchas gracias.

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[Este texto es la base de la intervención, este jueves, de Jesús Maraña en el acto de entrega de los Premios Derechos Humanos 2023, concedidos por la Asociación Pro Derechos Humanos de España. El director editorial de infoLibre ha recibido el reconocimiento de la APDHE en el apartado de Comunicación]

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