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Sánchez busca convertir las europeas en un freno a la "internacional derechista" y la "máquina del fango"

Asistir al éxtasis 'popular' este miércoles en el Congreso era como haberse colado en una fiesta adolescente. No hay droga más potente ni que enganche tanto como el poder, y el chute de haber revalidado Galicia ha convertido el hemiciclo en un universo psicotrópico. Desinhibidos a tope, el presidente del PP y su grupo parlamentario estaban encantados de conocerse. Solo faltaba una banda sonora tan premiada como la de la serie americana Euphoria para convencernos a todos los presentes de que volvíamos a tener 16 años y las 9 de la mañana es una hora perfecta para seguir de juerga. 

Feijóo lleva de celebración desde el domingo por la noche, y a pesar de estar desacostumbrado, porque hacía tiempo que no había motivos para festejar, el subidón aún le duraba. Cualquiera diría que en lugar de una comunidad autónoma han logrado hacerse con el Gobierno de España. Aplausos, risotadas, ambientazo en la bancada de derechas y la sensación de ser el rey del mundo por un día, como Leonardo di Caprio a bordo del Titanic. Ese es el miedo que tienen los suyos. En un partido tan cinegético, un diputado popular recordaba que no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo. 

Daba gusto verles pasarlo tan bien, aunque la realidad es que quien ha ganado ha sido Alfonso Rueda, que por fin ha pasado de ser presidente tutelado a barón por derecho propio. Superando en votos a Feijóo. A partir de este resultado, habrá que ver quién da directrices a quién. Queda demostrado que en Galicia se vota al PP, aunque el candidato sea un señor sin carisma ni hoja de ruta propia. Un señor que ya no es el mismo que ayer. Está empoderado, sin deudas. Más bien al contrario, es él quien ha salvado el pellejo a su mentor. ¿Qué más se puede pedir?. Los medios gallegos lo tienen claro, por eso han destacado tanto el récord de Rueda. Feijóo es historia en su propia tierra. Un inmigrante que se fue a Madrid. 

Feijóo lleva de celebración desde el domingo, y a pesar de estar desacostumbrado, porque hacía tiempo que no había motivos para festejar, el subidón aún le duraba. Cualquiera diría que en lugar de una comunidad han logrado hacerse con el Gobierno de España

Con las endorfinas desatadas, esos opioides endógenos también conocidos como hormonas de la felicidad, el líder del PP no habrá tenido ocasión de analizar su situación. El partido le ha concedido una prórroga. Sus planes para indultar a los independentistas catalanes no se han digerido todavía entre los suyos. No tanto porque estén en contra sino porque erosionan el discurso. En los pasillos del Congreso, asesores y algún ministro cuentan dónde estaban y qué estaban haciendo cuando se enteraron la noche del sábado 10 de febrero de que en Génova se había diseñado un plan de reconciliación. Pensaban que era una noticia fake pero enseguida se frotaron las manos

La consigna en la primera sesión de control tras las elecciones gallegas era claramente meter la cuña del indulto como fuese. Hasta el ministro Luis Planas lo ha intentado. El que más lo ha disfrutado ha sido Felix Bolaños en su duelo al sol con Cayetana Álvarez de Toledo, que no va a soltar el tema de la amnistía en toda la legislatura: “Ahora que ya sabemos lo que opinan en privado, igual las preguntas se las tiene que hacer a Feijóo”. A lo que ella ha rematado con que “el partido socialista ya es solo un resto”. 

Que no pare la fiesta. Ni la euforia. Esa atmósfera contagiosa que ha inoculado a Miriam Nogueras, de Junts, y la ha impulsado a declarar que su deseo de independencia es más fuerte que cualquier propuesta. Aviso de que ahora no es una cuestión de presupuestos. Por favor, compartid lo que sea que toméis con los periodistas, que también tenemos derecho a pasarlo bien. 

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