Pues mira tú por dónde, ya sabemos lo que Ramón Tamames va a decir el martes en el Congreso de los Diputados. Al menos lo que quiere decir, porque deben estar sus socios de Vox horrorizados por la filtración y deseando meter mano al texto. Sospecho que el candidato a presidente no les dará gusto. Displicente y arrogante, casi se ha alegrado de la filtración: “Así se enteran mejor, que se lo estudien”, ha dicho.

Según Tamames –no hay duda de que el discurso lo ha escrito él de su puño y letra, pues incluso ha pedido ideas al par de centenares de “amigos” que tiene en su lista de correo– el país tampoco está tan mal. España, dice, “se asemeja a una moderna autocracia”, con un Gobierno demagogo y populista. Pero no despotrica mucho más. Asuntos nucleares para Vox, como el feminismo, la libre maternidad y otros que conforman “las guerras culturales”, pasan casi desapercibidos.

Sí pone algo más de énfasis en las cesiones a los nacionalismos, de los que culpa a todos los gobiernos desde la Transición, o a lo que él considera un revisionismo de la Guerra Civil, porque “se cometieron atrocidades en los dos bandos”. Lo dice quien sufrió cárcel por defender las libertades en las postrimerías del franquismo, con extraña generosidad. Para evitar lo que el viejo profesor de Economía considera una subordinación de los jueces al Gobierno, propone un nombramiento vitalicio de los altos tribunales, Constitucional y Supremo. Como en Estados Unidos, por ejemplo… No le gusta a Tamames tampoco que a la gente se la “iguale por abajo”, y que se pierda “la cultura del esfuerzo”. Ni el cambio en la política con Marruecos. Topar algunos precios sería confirmar que tenemos un Gobierno “chavista”, la subida del SMI perjudica a “casi todos los pequeños y medianos negocios en España”. Lo dice quien fue un destacado dirigente del mismo partido que Yolanda Díaz, el PCE.

Tamames aparece ante nosotros como un ególatra ensimismado, que se considera merecedor de volver a la tribuna décadas después para convertirse formalmente en presidente del Gobierno

Javier Valenzuela ha escrito aquí que Tamames está haciendo el gilipollas, y yo lo suscribo. Pretender utilizar “esta gran oportunidad” para pasar a la pequeña historia del esperpento parlamentario es un acto de frivolidad que no puede justificarse por la avanzada edad del pretendiente. Tamames aparece ante nosotros como un ególatra ensimismado, que se considera merecedor de volver a la tribuna décadas después para convertirse formalmente en presidente del Gobierno. Pero el problema, por supuesto, como ya saben los socialistas, no es Tamames. El problema es Vox, que ha montado el numerito, y el PP que se va a poner vergonzosamente de lado, a menos que con inteligencia decidiera votar “no” en lugar de abstenerse. De hecho, es una gran oportunidad para Feijóo, porque su mercado está en los votantes de Ciudadanos y también en los de Vox. Si Cuca Gamarra sube a la tribuna y constata que el PP es un partido serio que no acepta excentricidades ni circos, se distanciará de sus principales competidores con contundencia.

Para el presidente del Gobierno y para los socialistas es una extraordinaria oportunidad para volver a poner en valor el trabajo hecho: la defensa sistemática de los más vulnerables frente a los reaccionarios poderosos. La aprobación de leyes e iniciativas valientes con sello progresista inconfundible. Un tono optimista, peleón y abierto, que trata de sobreponerse a las trompetas del Apocalipsis, que no acaban de sonar.

Sobre el papel, parecía una idea ingeniosa: un respetable representante de la sociedad civil, represaliado político, venerado profesor de Economía, lleva al Congreso una visión detallada de la crisis de nuestro país, para exigir elecciones inmediatas. En realidad, está resultando todo patético, ridículo y grotesco. La utilización de las previsiones constitucionales (por segunda vez), por parte de un partido de la extrema derecha, para sacar por unos días la cara, sólo está permitiendo a la postre constatar que el ataque al presidente Sánchez y a sus ministros resulta desmedido e inmerecido.

Es tanta nuestra desazón por la utilización espuria de las instituciones como nuestras ganas de asistir al divertido espectáculo que Vox (y el PP en silencio) nos van a ofrecer la semana que viene.

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