Convencer a los propios

Me propuse no analizar todo lo que rodea a la amnistía hasta conocer la literalidad de su contenido, y pienso cumplir mi propósito. Puede parecer una obviedad, pero viendo el tsunami de posicionamientos públicos que llenan los medios de comunicación, quizá no lo sea tanto.

Ante la imposibilidad de poder diseccionar un texto que no se conoce, sí conviene, teniendo en cuenta la trascendencia del asunto, hacerse las dos preguntas básicas, el por qué y el para qué. La primera la resolvió Pedro Sánchez ante su Comité Federal hace unos días: porque el gobierno de coalición progresista necesita los votos de los independentistas catalanes. Hay quien le ha agradecido la sinceridad, a mí me hubiera gustado oír algo más elaborado. En cualquiera de los casos, el gran interrogante sigue pendiente, y no es baladí, porque será con arreglo a esa respuesta como habrá que valorar la proposición de ley. Es decir, si sirve para cumplir su cometido o no.

El porqué y el para qué se suelen confundir, pero son muy distintos. El primero aduce las razones que llevan a hacer o no hacer algo. El segundo, sin embargo, señala el sitio al que se quiere llegar. A veces coinciden, pero no siempre. De las declaraciones de los principales líderes socialistas y de Sumar se desprende que el para qué es algo más que alcanzar la investidura, y tiene que ver con un proceso de reencuentro y reconciliación entre catalanes y con los catalanes. 

Esta es, a mi juicio, la parte del discurso que unos y otros deberían haberse esforzado en explicar poniendo las luces largas en lugar de enredarse en las tribulaciones del corto plazo que, pese al apagón informativo, se acaban filtrando. Se podrá pensar que esto no ayudaría a convencer a los sectores más contrarios a la medida, fundamentalmente la parte más conservadora de la sociedad española, y es posible que así sea. Sin embargo, podría ser fundamental para convencer a los propios, a ese plural y diverso espacio progresista que puede estar dispuesto al perdón, borrón y cuenta nueva, si tiene claro para qué.

Si de lo que se trata es de iniciar un proceso de renovación del pacto territorial en España donde las diversas posiciones encuentren acomodo y legitimidad democrática, debe explicarse con nitidez, de manera que las dudas que van surgiendo conforme se van conociendo algunos contenidos de la negociación puedan contenerse en un bien superior, el de la convivencia y el fin de una etapa plagada de errores políticos. Las cesiones de unos y otros serán las que llevarán a valorar si, en efecto, el acuerdo sirve para tal fin. Ese encaje no puede incluir la unilateralidad y debe suponer la reinserción de Junts en la vida política española (ERC ya lo está).

Quienes aspiran a formar un gobierno progresista necesitan que sus votantes entiendan el para qué de una decisión de este calado, de tal forma que pueda merecer la pena correr el riesgo

Si no se es capaz de hacer entender esto, cualquier extremo del acuerdo, máxime si se confirman elementos importantes como el alcance de quienes serían amnistiados o la condonación de la deuda del FLA, puede derivar en dudas, incredulidad o desencuentros entre la amplia variedad de posiciones progresistas. 

Los sectores más conservadores están ya mostrando su estrategia de oposición política dura y tenaz en las movilizaciones en la calle —como ha hecho Aznar llamando a una movilización general— y de pulso institucional en el Senado, en las comunidades autónomas y los ayuntamientos donde gobiernan. No es casualidad que esta movilización coincida, en el tiempo y en los contenidos, con el posicionamiento —sin conocer la proposición de Ley, y por tanto de evidente carácter político— de ocho vocales del CGPJ, así como la apertura de juicio oral a doce miembros de los CDR por parte de la Audiencia Nacional, y el informe de la Guardia Civil señalando a Marta Rovira como cabecilla de Tsunami Democratic. En este contexto, quienes aspiran a formar un gobierno progresista necesitan que sus votantes entiendan el para qué de una decisión de este calado, de tal forma que pueda merecer la pena correr el riesgo.

Si se conforman con los aplastantes resultados de las consultas internas donde participa poco más de la mitad de la militancia contestando a preguntas que callan más de lo que dicen, es que quizá no se es consciente de la trascendencia de la decisión. Si creen que la  investidura de Sánchez es un objetivo estratégico en sí mismo y que con ello todo ha de quedar resuelto, tienen muchas posibilidades de encontrarse muy pronto con que el ansiado gobierno de progreso nace con los pies de barro, minado de antemano por las exigencias sin fin, los exabruptos y las salidas de tono de unos socios y compañeros de viaje que se han multiplicado y que nadie sabe por dónde saldrán en el inmediato futuro. 

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