El Gobierno se autoenmienda en Barajas

Hay noticias que parecen salidas de otros tiempos, una especie de anacronismo que te lleva a preguntarte si lo que estás leyendo es el diario de hoy. La última, el anuncio de una inversión de 2.400 millones de euros en el aeropuerto de Barajas para ampliar la T4 y la T4S, y unir las terminales 1, 2 y 3. El objetivo del proyecto, pactado con AENA en 2022, es incrementar la capacidad de acogida de viajeros en Barajas de los 60 millones actuales a 90, convirtiendo así a Madrid en la puerta de entrada a Europa.

Si se tratara de una reivindicación de Isabel Díaz Ayuso, no habría nada noticiable. De hecho, la presidenta madrileña rápidamente ha saludado de forma positiva el anuncio. La sorpresa llega porque el que lo anuncia es el Gobierno de coalición, y supone toda una enmienda a su propia política. Es difícil entender que un Ejecutivo que está consiguiendo avanzar en la transición ecológica hasta el punto de ejercer un liderazgo importante en la Unión Europea y en los foros internacionales, que ha creado una Secretaría General para el Reto Demográfico que va dando sus pasos, y que apuesta por las políticas de adaptación al cambio climático, también en lo referente al turismo, anuncie como inversión estratégica un proyecto que contradice buena parte de todas estas líneas, incluido el Plan de modernización y competitividad del sector turístico, en cuyas páginas se puede leer que tiene como objetivo "la transformación del modelo turístico hacia la sostenibilidad medioambiental, socioeconómica y territorial, beneficiando a los destinos turísticos, agentes sociales y operadores privados del sector, a través de la Estrategia de Turismo Sostenible España 2030, Planes de Sostenibilidad Turística en Destino, Planes de Sostenibilidad Social y otras medidas que incluyen actuaciones para la ordenación y coordinación del mercado de viviendas de uso turístico”.

Lo problemático de este proyecto no hay que buscarlo en las afecciones ambientales de la obra en sí, que, si bien las tendrá –como todas–, no serán especialmente más graves que otras, y se observarán todas las medidas de la evaluación ambiental. ¡Faltaría más! A diferencia de lo planteado para El Prat, aquí no está previsto ampliar pistas ni hacer nuevas. El problema es que el modelo que subyace a esta inversión es justamente el que, desde otras políticas, se dice combatir.

El problema es que el modelo que subyace a esta inversión es justamente el que, desde otras políticas, se dice combatir

Para empezar, esta iniciativa choca de frente con la apuesta estratégica de la UE, que pasa por conectar aeropuertos mediante líneas ferroviarias de alta velocidad, de forma que una viajera que quiera ir de Valencia a Lima compre un único billete y realice la primera parte del trayecto en AVE, directo a Barajas, y desde ahí embarque en el avión que la llevará a Perú. De esta forma los vuelos se utilizan para lo que son, para los viajes intercontinentales, y se pueden eliminar los nacionales. Es la misma estrategia que están defendiendo muchas de las líneas aéreas y que el propio Gobierno de España también apoya con el proyecto de la llegada del AVE a Barajas, obra adjudicada hace ya un año y que se prevé que pueda terminarse entre finales de 2024 y principios de 2025. Teniendo en cuenta que la gran mayoría de los vuelos internos son para conexiones internacionales, el día que a Barajas lleguen más trenes que aviones de vuelos internos ¿para qué se habrán ampliado las terminales? Toda una contradicción y una autoenmienda a lo defendido y puesto en marcha por el mismo Gobierno siguiendo las directrices europeas y criterios de sostenibilidad.

Recordemos que en el acuerdo de Gobierno entre Sumar y PSOE este asunto fue objeto de polémica. Se incluyó el siguiente punto: “Tal y como han hecho otros países de nuestro entorno, impulsaremos la reducción de los vuelos domésticos en aquellas rutas en las que exista una alternativa ferroviaria con una duración menor de 2 horas y media, salvo en casos de conexión con aeropuertos-hub que enlacen con rutas internacionales”. Tal y como quedó redactado, esto no se aplicaría a prácticamente ningún vuelo, pero si existe voluntad de reducir vuelos nacionales, mayoritariamente usados como conexiones internacionales, aún se entiende menos la propuesta de ampliación de Barajas.

El proyecto, además, adolece de un inexplicable centralismo poco o nada justificado. En España operan como aeropuertos hubs internacionales, además de Barajas, El Prat en Barcelona, Palma de Mallorca, Málaga–Costa del Sol, Alicante-Elche, Gran Canaria y Tenerife Sur. ¿Por qué reforzar precisamente Madrid, una ciudad que corre el peligro de morir de éxito y cuyos habitantes sufren ya las consecuencias de una urbe gentrificada donde cada vez es más difícil el acceso a la vivienda o a los servicios?

El turismo es un sector económico clave en España, que supuso en 2023 el 12,8% del PIB, y al que nadie quiere renunciar. Precisamente por su importancia, es clave que sea sostenible, dimensionado y desestacionalizado. 90 millones de viajeros entrando y saliendo por Barajas es mucho más de lo registrado hasta la fecha, cuando el récord anual se situó en 84. ¿Es este el modelo de desarrollo que se propone para una actividad estratégica como es el turismo? En momentos en que el sector está despertando críticas y animadversión por la conversión de las ciudades en parques temáticos difícilmente vivibles en el día a día, cuando saltan a la vista las carencias de sostenibilidad social y ambiental, la apuesta para mantener un modelo turístico de futuro debe ir por otro lado. El propio Gobierno lo reconoce y lo recoge así en su Estrategia de Turismo Sostenible, al tiempo que las principales empresas del sector muestran su preocupación y debaten cómo hacer frente a las críticas, al malestar, a las carencias y a las prácticas insostenibles.

Estos cuestionamientos de la inversión anunciada no deberían llevar a ninguna caverna ni a poner en duda la movilidad intercontinental, como ironizaba el ministro de Transportes hace unos días en un tweet contestando a Errejón, sino a plantear un modelo de turismo sostenible, justamente para hacerlo viable en el tiempo, habiéndose adaptado a las exigencias de una crisis climática que nos obliga a revisarlo todo.

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