Antes la política que las matemáticas

Estos días se están acabando de cerrar las últimas listas electorales, y en el tembloroso escenario político se mide cada movimiento para intentar vislumbrar si beneficia o perjudica a unos u otros. La maquinaria demoscópica empieza a funcionar y da la sensación de que una suerte de alquimia matemática determinará el resultado. Si así fuera, se habría creado ya una versión de ChatGPT que, con las listas en la mano, predeciría con todo acierto el resultado electoral. Nada más lejos.

En la derecha, numerosas caras visibles de Ciudadanos se integran en las listas del Partido Popular en un inicio de reagrupamiento del espacio conservador. Gran parte de los votos de Ciudadanos, sin duda, volverán al PP –no todos–, pero la pregunta es: ¿maximizarán así los populares el potencial de su resultado? Depende.

En la izquierda, pese a todos los augurios, y en contra de la imagen de división y bronca instalada en la opinión pública por olvidar que España es más que Madrid y más que las direcciones nacionales de los partidos, en 10 de las 12 Comunidades Autónomas en las que se pondrán las urnas, las candidaturas de lU y Podemos van de forma conjunta. ¿Se garantizan así un mejor resultado? También depende.

Las coaliciones, por mucho que resulten beneficiadas por los sistemas electorales, necesitan algo mucho más importante para salir victoriosas: levantar un movimiento de ilusión que trascienda a la suma de las partes ampliando el espacio político

La demoscopia advierte, y hace bien, que las peculiaridades del sistema electoral, con diversas leyes electorales en las Comunidades Autónomas que así han legislado, y elementos clave como la barrera electoral y, por supuesto, la fórmula D´Hondt para repartir los escaños –no confundir la llamada “Ley D´Hondt” con la Ley Electoral– condicionan de forma determinante el resultado. Más bien, habría que decir, condicionan la traslación de votos a representantes políticos, porque ese condicionamiento, sin duda muy importante, opera sobre una base previa: la cantidad de votos recibidos. Parece una obviedad, y lo es, pero a la luz de cómo evoluciona el debate público, merece la pena recordarlo.

Las coaliciones, por mucho que resulten beneficiadas por los sistemas electorales, necesitan algo mucho más importante para salir victoriosas: levantar un movimiento de ilusión que trascienda a la suma de las partes ampliando el espacio político, sacando a la gente de la abstención y neutralizando los vetos cruzados que pueden generar.  De ahí que antes de las matemáticas esté la política, la capacidad de lanzar un proyecto creíble e ilusionante que movilice a los propios. Ejemplos de lo contrario hay muchos. El más reciente, las candidaturas unitarias de la izquierda en Andalucía, donde unos acuerdos hechos a ultimísima hora, con desgana y bronca, arrastrando los pies, dejando a las claras que era un mero ejercicio táctico por conveniencia ante el sistema electoral, acabó en un estrepitoso fracaso. Si se quieren más ejemplos, el profesor de ciencia política de la UCM Joan Navarro los recopila aquí.

Así y todo, incluso cuando se entra en la segunda fase, la de las matemáticas, también hay que matizar: no es lo mismo una circunscripción grande, como la Comunidad de Madrid, prácticamente proporcional, donde más candidaturas pueden recoger más sensibilidades, que provincias que eligen menos representantes para sus cámaras autonómicas o ayuntamientos pequeños. Tampoco es lo mismo jugar en una Comunidad Autónoma con barrera electoral del 3% que del 5%, en cada circunscripción o en el conjunto de la comunidad, como ocurre en la valenciana.

A quienes nos gusta la ciencia política, la sociología y la demoscopia, nos encanta hacer números y jugar con el éxcel para ver “qué pasaría si…” o cómo por un puñado de votos el resultado podría girar en el último momento; es la emoción de una noche electoral. Pero hay algo más emocionante aún: observar si quienes están en primera línea jugándose el tipo son capaces de ilusionar con proyectos creíbles, comprometidos, realistas y que den respuesta al estado de ánimo y las necesidades de la sociedad en cada momento. Y eso es igual en la izquierda, en la derecha o en cualesquiera espacios que se lleguen a crear.

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