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Políticas de la destrucción

El escenario de incertidumbre global dificulta notablemente la posibilidad de establecer predicciones incluso a corto plazo. ¿Hubiéramos acabado el año con las buenas cifras de empleo que terminó 2022 si la reforma laboral no se hubiera aprobado por aquella grotesca carambola? Es muy posible que no. Sin embargo, hay tendencias de fondo que se conocen y que ayudan a trazar algunos escenarios

El año 2022 fue la constatación de que, pese al triunfo de Biden, el trumpismo, que consiguió el apoyo de más de 55.500.000 electores, estaba lejos de haber fenecido. El 2023 arranca con un nuevo episodio en esta misma línea, esta vez en forma de tensiones dentro del Partido Republicano, hasta el punto de que algunos de sus miembros más ultras en la Cámara de Representantes se han negado reiteradamente en las últimas horas a votar por el candidato de su partido, McCarthy. Se comprueba así cómo, una vez el populismo de extrema derecha entra en escena, es muy difícil sacarlo, ni aunque su principal víctima sea, en este caso, su propio partido. 

En EEUU acabamos de presenciar el primer capítulo de lo que se presenta como una tortuosa andadura para los republicanos. Si a McCarthy le ha costado 15 votaciones conseguir la presidencia de la Cámara, la pelea para ampliar el techo de gasto no parece que vaya a ser menor. Se puede entrar así en una parálisis institucional que, a diferencia de otras ocasiones, se dilate en el tiempo, o lleve a aceptar  vergonzosas reivindicaciones del ala dura republicana, como eliminar los detectores de armas del edificio del Congreso. El propio Trump ha tenido que intervenir para negociar abstenciones que permitieran desbloquear la situación, pero la idea que subyace se ve con nitidez: cuanto peor, mejor, aunque sea a costa de que todo salte por los aires

Las políticas de la destrucción, cuando triunfan como en el caso de Trump, tienen efectos devastadores para el conjunto del sistema, y pueden volverse en contra incluso del partido que las promueve, o simplemente que les da credibilidad

Es lo que ocurre cuando se da pábulo, o se alientan, corrientes que parecen estar deseando la debacle para luego venir ellas a salvarlas. En España algo sabemos de esto. Se vio ya con Montoro, autor de la célebre frase “Que España se hunda que ya la levantaremos nosotros”, y se intuye detrás de esas proclamas que anuncian cada día un apocalipsis pese a que la realidad insista en llevarles la contraria. No me refiero a esos casos, muchos, en los que un mismo dato se puede enfocar desde distintos ángulos, todos ellos oportunos e interesantes —de eso va el debate, la discrepancia y la estrategia de cada cual para maximizar su beneficio legítimo—, sino de lo que describe en este artículo Fernando Varela respecto a la “profundísima crisis” que pronosticó a bombo y platillo la derecha española y que, a la luz de los indicadores, no se ve llegar. Es más: se generó una imagen tan apocalíptica de lo que estaba por venir, que los datos, objetivamente buenos pero tampoco excepcionales teniendo en cuenta de lo bajo que se partía tras la pandemia, parecen un auténtico milagro. En este caso la predicción ha operado como un boomerang que se vuelve contra quienes lo arrojaron, aquellos que proyectan una imagen de frustración ante el hecho de que la patria que tanto dicen amar no se suma en el caos y la ruina. Ahora anuncian la debacle para algún momento próximo, sea el invierno o la primavera, en este año electoral donde una crisis económica de excepcional gravedad podría facilitar su victoria.    

Las políticas de la destrucción, cuando triunfan como en el caso de Trump, tienen efectos devastadores para el conjunto del sistema, y pueden volverse en contra incluso del partido que las promueve, o simplemente que les da credibilidad. Aviso para navegantes.

PD: Escrito ya este artículo, llegan malas noticias de Brasil. Los límites del populismo de extrema derecha aún no están definidos. ¿Hasta dónde llegarán? Ojalá en Europa no los exploremos. Sería responsabilidad de quienes los protagonizaran y de quienes dejaran hacer, pensando, ingenuamente, que quizá les beneficien. Ojo con jugar con fuego. Nuevamente, aviso para navegantes.

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