Sobre políticas de Estado y un por si acaso

Aunque haya pasado inadvertido, la semana pasada se produjo un hito en la política española. Por primera vez desde que comenzó la legislatura –pandemia incluida– Pablo Casado habló de “políticas de Estado”. No se refería a los casos y los datos que vamos conociendo sobre la necesidad imperiosa de fortalecer la sanidad pública, ni al incremento de la desigualdad en estos dos años según alertan este informe de Oxfam, este de Caritas y este del Banco de España. Tampoco a la importancia que, al fin, descubrimos que tiene la educación pública cuando se cerraron las aulas (aprovechando que hoy es el Día Internacional de la Educación). No, Casado aludía de manera específica al posible conflicto con Rusia como consecuencia de sus movimientos en la frontera con Ucrania.

Quienes conocen bien la política internacional de unos y otros en esa parte del planeta dudan de que, a pesar del ruido montado, el riesgo sea cierto. La profesora de Ciencia Política y experta en la materia Ruth Ferrero, aclara en este artículo que las tropas llevan concentrándose en la frontera ucraniana desde hace casi un año, que los 130.000 rusos movilizados no son suficientes para acometer una invasión terrestre de Ucrania, y que Putin es consciente de su debilidad y en absoluto le interesa entrar en un conflicto armado. Sin embargo, la información, probablemente manipulada desde varios puntos, apunta a pensar en el estallido de un conflicto de forma inminente.

Si se quieren entender las causas del conflicto y su evolución, hay que acudir al Maidán, las revueltas de 2014 contra el régimen de Yanukóvich por haber rechazado un acuerdo con la UE para acercarse a Moscú, que se saldaron con una brutal represión a cargo de los Bakut (antidisturbios ucranianos) con 100 muertos y 2000 heridos, y Yanukóvich huyendo del país para ser recogido por Putin. Desde entonces, Ucrania no ha dejado de ser un oscuro objeto de deseo, condenada por su posición geoestratégica. Hoy, la proximidad de una cumbre trascendental de la OTAN para actualizar su estrategia, la debilidad de la Unión Europea y unos Estados Unidos concentrados en su pulso con China, le han dado a Putin un marco idóneo para lanzar un pulso.

Las buenas estrategias tienen que prever con toda la antelación posible el peor de los escenarios. Así, aunque ahora los esfuerzos se concentren en agotar la vía diplomática, es necesario comenzar a plantear qué pasaría si el conflicto armado estallara en cada una de sus posibles versiones.

En primer lugar, la Unión Europea tiene aquí una oportunidad de oro para ensayar su ansiada “autonomía estratégica”, definiendo una política propia de acuerdo a sus intereses y haciéndola valer también en el marco de la OTAN, de la que forman parte muchos de sus Estados. Era Borrell quien decía hace no mucho que Europa no habla el lenguaje del poder. Pues bien, aquí tiene una ocasión de hacerlo reivindicándose como actor de primer nivel y eliminando así nostalgias de la Guerra Fría que le llevarían a volver a jugar un papel subalterno de EEUU.

Por otro lado, ya en el terreno doméstico, también hay asuntos que deben gestionarse cuanto antes. Es conocido que las relaciones exteriores, y en concreto todo lo que rodea a la OTAN, es motivo de discrepancias entre las dos formaciones políticas que configuran el actual Gobierno. Discrepancias que provocaron heridas irreconciliables en la izquierda española de los 80. Si el peor de los escenarios posibles llegara a tener lugar, ¿qué consecuencias tendría esto en el Consejo de Ministros y dentro del espacio político de Podemos? Ya están tardando –si es que no se ha hecho ya- en acordar el desacuerdo, porque, como se ha visto en otras ocasiones, el Protocolo de discrepancias entre los socios del Gobierno es claramente insuficiente y no alcanza a poder gestionar estos retos.

No obstante, incluso aunque en Ucrania la situación no pasara de ser un farol de Putin, hay que recordar que los días 29 y 30 de junio de 2022 empieza en España la cumbre de la OTAN, en la que esta debe redefinir su papel en el mundo, sus objetivos y prioridades estratégicas. ¿Irá el Gobierno español a esa cumbre con una posición unificada o recurrirá, como ha hecho Albares, a recordar que las líneas rojas de la política exterior las marca el presidente, y ya está?

Las armas las carga el diablo, y aunque hoy la guerra no interese a nadie, no por ello está descartado que se pueda desatar un conflicto

Permítaseme otra reflexión colateral, ahora que emergen los halcones y, de repente, Casado habla de “políticas de Estado”: ¿tendría sentido cualquier tipo de acción en Ucrania a cargo de los mismos centros de poder político-militar, estados mayores y servicios de inteligencia que han desestabilizado por completo Irak y Siria, han convertido Libia en un pozo negro y han culminado la ineficaz intervención en Afganistán con una retirada caótica y de terribles efectos para la población de aquel país? Con esto no quiero decir que haya que abstenerse de hacer nada y observar impasibles, pero es importante partir de una valoración de las últimas aventuras.

Las armas las carga el diablo, y aunque hoy la guerra no interese a nadie, no por ello está descartado que se pueda desatar un conflicto. Esperemos que en los despachos de los estrategas se esté pensando a movimientos destinados a promover la distensión y restablecer un equilibrio que garantice la paz y los derechos humanos en una zona que, a la postre, también es Europa. Que no se repita la tragedia que asoló los Balcanes hace treinta años.

Más sobre este tema
stats