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Un país en vilo: los escenarios que se abren a Pedro Sánchez y que marcarán "una nueva etapa política"

La espalda del candidato

Mi club del teatro es mucho más anárquico que El club de la lucha, pero quizá rompo las reglas al contarlo: somos un núcleo duro, admitimos invitados y, aunque nada nos gusta más que ir juntos al teatro, no somos posesivos: no hay “líneas rojas” ni reproches si nos desfogamos con extraños (por ejemplo, lo mejor de este año -40 años de paz- no lo hemos visto juntos; lo peor tampoco).

El sábado coincidimos todos y, antes de empezar la obra nos zambullimos (como siempre) en la política.

- Me han contado que Pablo Iglesias es bipolar. Por eso a veces es un soberbio insolente y otros días sonríe encantador.

- Su sonrisa es parte de su soberbia.

- Que no, que es enfermedad.

- Yo estoy arrepentido: no lo vuelvo a votar. Debería irme con Pedro, pero me interesa Albert.

- ¡Qué dices! Los modelos de estado y de “lo social” de Albert y Pablo son incompatibles.

- Por el modelo de estado voté a Pablo…- suspira melancólico.

- ¿Y de repente ya no crees en la sanidad pública?

- Que sólo digo que voy a profundizar…

***

Eso era el sábado. El domingo el PSOE publicaba una carta de ruptura con Pablo, el PP se relamía y los escépticos acusaban a Pedro de obcecación (Lucía Méndez, con criterio, aquí). Pedro, según muchos, ha sufrido un largo ataque de distorsión de la realidad al peor estilo Jobs.

***

- Al menos lo ha intentado...

- ¿Defiendes el “mestizaje ideológico”?

- No, joder, pero si Pablo no se hubiera empeñado en humillarlo igual teníamos gobierno del cambio…

***

Suena el timbre. Entramos en la sala.

Luego, retomamos:

- Ya votamos, ya les hicimos un encargo diferente y matizado…

- ¡Y les importó una mierda!

- Crecerá la abstención. Los votos con matices no perdonan… Muchos se van a retirar desilusionados, mascullando eso tan fatalista de “al final todos son iguales”.

- En cambio, el voto del PP se mantendrá.

- Si fuera al PP… Esos votos van a Rajoy…

***

Dicen que Jesús Gil, cuando quería reunir el Consejo de Administración, se encerraba en el cuarto de baño y se miraba al espejo. Estos candidatos hacen exactamente lo mismo cuando quieren mirarse a los ojos de los ciudadanos.

***

- Yo no entiendo la soberbia ni la pereza: unos siguen chuleando, otros siguen sentados, esperando... ¡Han pasado cuatro meses!

- Ojalá en junio nos ahorren los debates, los carteles electorales, los mítines… Después de esto, ya sabemos quiénes son.

***

Pero somos un club de teatro y nos indigna también el latiguillo mediático, que se acuse a los candidatos (todos hombres, por cierto) de “teatralizar” la política.

Mientras ellos negociaban (o fingían negociar) nosotros hemos ido a muchos espectáculos: en ninguno había hipocresía, soberbia o pereza. Hemos visto dramas, vodeviles, comedias y monólogos, pero en todos hemos encontrado alguna verdad: con matices, con imaginación, con talento y con un enorme esfuerzo... Y, desde luego, en ninguno hemos topado con un actor que diera la espalda a su público como estos candidatos a sus ciudadanos.

- Tú, columnista, escribe que, a esos candidatos, los estamos pagando. Que llegar a un acuerdo es su p*** trabajo.

Decencia

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- Da mucha vergüenza ajena.

A estas alturas, el club sólo espera que, si hay elecciones, volvamos todos, todos, todos, a votar: con nuestros reparos, nuestras manías, nuestras ilusiones, nuestros derechos, nuestras declaraciones de impuestos y de principios... Y que a la segunda lo entiendan: que es su trabajo, que sus jefes somos todos y que, como dirían en el Club de la Lucha, “tienen que pelear”.

P.D.: vimos Los vecinos de arriba, de Cesc Gay. Sala llena, carcajadas atronadoras.

Mi club del teatro es mucho más anárquico que El club de la lucha, pero quizá rompo las reglas al contarlo: somos un núcleo duro, admitimos invitados y, aunque nada nos gusta más que ir juntos al teatro, no somos posesivos: no hay “líneas rojas” ni reproches si nos desfogamos con extraños (por ejemplo, lo mejor de este año -40 años de paz- no lo hemos visto juntos; lo peor tampoco).

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