Muros sin Fronteras

Europa tiene un problema: sus dirigentes

En España no hubo elecciones europeas; fueron la primera vuelta de lo que viene en 2015: locales, autonómicas y generales. En los análisis posteriores seguimos sumergidos en clave doméstica. Es posible que no hayamos reparado en la gravedad de lo ocurrido en la ilustrada Francia: la victoria del Frente Nacional, la extrema derecha xenófoba. Uno de cada cuatro votantes europeos ha escogido una opción 'ultra' o antieuropea. El hartazgo contra la clase política de los recortes y de los privilegios es general. Cada uno lo ha expresado a su manera con las papeletas a su alcance. Cuando los líderes dicen: "Hemos entendido el mensaje" significa que no han entendido nada.

Los resultados electorales al Parlamento europeo dejan dos alternativas de movimiento y una de enroque. La primera opción es la euroescéptica: menos Europa, más Estado nacional. Es la que gusta en el Reino Unido, cuna y cumbre del euroescepticismo. En la cumbre informal de Bruselas, en la noche del martes, contó con el apoyo de Francia e Italia. La segunda sería más Europa, un cambio en las prioridades: pasar de una Europa de los mercaderes a otra de los ciudadanos, refundar el euro dotándolo de los instrumentos políticos de los que carece y basarlo en otras prioridades más allá de los recortes, como el crecimiento económico. El objetivo último sería una Europa federal y una verdadera ciudadanía europea. Esta utopía se ha quedado sin soñadores.

Los Verdes y lo que los medios de comunicación tradicionales denominan la izquierda radical, supongo que para contraponerla a la exizquierda que representa el PASOK griego que se ha desplomado hasta un 8% de los votos, podrían ser los defensores de esta idea, con los matices que se quiera. Estos dos grupos, que viajan por separado, propugnan una Europa alternativa a la de Angela Merkel y los consejos del FMI. Ambos critican el euro y los mecanismos de decisión actuales, pero carecen de influencia para modificar el rumbo.

Evaporado el pánico inicial sucederá lo de siempre: reunión (que ya se produjo el martes en Bruselas), declaraciones rimbombantes sobre el crecimiento, promesas de cambio y aplicación de la política que mejor saben: no hacer nada, business as usual hasta el siguiente terremoto.

El problema más urgente es de imagen: parecer que se hace algo. Ese debió ser el eje sobre el que giró casi toda la cumbre de Bruselas con la presidencia de la Comisión Europea (CE) como primera batalla de fondo. Nuestros líderes siguen jugando al Risk.

En estas elecciones se ha introducido una novedad en aplicación del Tratado de Lisboa: que el presidente de la CE salga del Parlamento y no del cónclave de jefes de Estado y primeros ministros. ¿Recuerda lo que decíamos de la imagen? Este es un ejemplo: al presidente lo eligen los Estados, sobre todo Alemania, pero se hace a través del Parlamento. Así parece un avance democrático.

El luxemburgués Jean-Claude Junker, un político de toda la vida que representa las virtudes y los defectos de la experiencia, es el candidato del Partido Popular Europeo (conservador), que es el que ha ganado las elecciones: 28,36% de los votos y 213 escaños. En segundo lugar están los socialdemócratas: 25,30% y 190 escaños. No será fácil conformar una mayoría para lograr la elección en el Parlamento de 751 diputados. Son necesarios 376 votos para la mayoría absoluta. La primera tentación, que ya se ha comentado y está en la mesa, es una gran coalición PPE-socialdemócratas. Juntos tiene 403 escaños. Es una jugada arriesgada. Se deja libre toda oposición.

Junker debería ser el elegido. El jefe de los socialdemócratas (el alemán) Martin Schulz, le apoya. Pese a la idea de que lo vote el Parlamento, por aquello de más democracia, depende en gran medida del Reino Unido, de que no medie un veto de David Cameron. Para Londres, Junker tiene un perfil incómodo: fue jefe del Eurogrupo, de los países del euro, y mentar al euro en el Reino Unido alimenta a los euroescépticos. Alemania, que es quien tiene la última palabra, apoya al luxemburgués pero deja la puerta abierta a otro candidato que reúna más consenso.

En tercer lugar han quedado los liberales: 8,52% y 64 escaños. Los cuartos son Los Verdes: 6,92% y 52 escaños. La llamada izquierda radical obtuvo el 5,59% de los votos y 42 escaños. El magma de euroescépticos y extrema derecha difícilmente casará. Los británicos de Farage ya han dejado claro que no tienen nada que ver con los de Le Pen. Habrá dos grupos parlamentarios en competición para ver quién es más antieuropeo.

La aritmética y la tradición nos permiten pronosticar más de lo mismo: Merkel al mando, disciplina fiscal, la troika como representación de la Europa madrastra y de mal carácter y pocas medidas para que los ciudadanos recuperen su confianza en las instituciones comunitarias, el sueño de los fundadores.

Les sucede como al PSOE de Rubalcaba: creen que el ecosistema en el que se mueven es el mismo, que solo se han modificado algunos personajes. El runrún de la extrema derecha, del fascismo, no está solo en Francia; también en Grecia, en Hungría y en la civilizadísima Dinamarca.

La combinación crisis económica y fascismo debería alertarnos de que algo muy serio se mueve bajo nuestros pies. Sería bueno empezar a leer historia. Ahora que tanto se conmemora la Gran Guerra es una oportunidad para no repetir errores.

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