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Ese feminismo incómodo que no gusta a los hombres

Fue durante la pasada campaña electoral cuando, en una entrevista con Carlos Alsina, el presidente del Gobierno dijo que ciertos discursos de la ministra de Igualdad y su equipo hacían sentirse incómodos a sus amigos de 40 o 50 años. Eran discursos, afirmó, que confrontaban más que integraban.

Este martes, en su despedida del ministerio, Irene Montero recordó estas palabras cuando le deseó valentía a Ana Redondo —su sustituta al frente de la cartera— para incomodar a esos hombres a los que se refirió Pedro Sánchez. 

No es manera de despedirse, se apresuraron a decir algunas voces. En ese mismo speech, Montero culpó directamente a Sánchez de su salida del Gobierno. Es discutible si la toma de posesión de la nueva ministra es el lugar más indicado para señalar así al presidente. Incluso si es éste el culpable directo de que ella no forme parte del nuevo Ejecutivo. Pero ¿se puede acaso cuestionar que el feminismo es, por definición, incómodo? Resulta una obviedad decir que resulta molesto porque señala, nos saca de la zona de confort y obliga a revisar privilegios.

¿Por qué resultan más incómodos algunos discursos que las cifras de feminicidios? ¿Por qué hay hombres de 40 o 50 años que se sienten interpelados con las declaraciones de algunas feministas pero callan cuando se debate sobre prostitución? ¿Por qué no les parece para tanto que un directivo dé un beso sin consentimiento a una trabajadora? Puestos a pedir, podrían mostrar el mismo rechazo que les produce ese feminismo incómodo cuando hablamos de brecha salarial, conciliación o carga de cuidados.

Tu silencio no te protegerá, decía la poeta negra, activista y lesbiana Audre Lorde. Un lema que, por cierto, Irene Montero ha lucido en camisetas en varias ocasiones y que muchas feministas tenemos grabado a fuego. Porque sabemos que sin hacer ruido, jamás se nos habría escuchado. Ese ruido que tanto molesta es el motor de un movimiento, una teoría política y social, que tiene más de tres siglos de antigüedad y que ha conseguido que las mujeres podamos votar, estudiar en la universidad, decidir sobre nuestro propio cuerpo y alcanzar puestos de poder que antes estaban reservados solo a los hombres. El feminismo es una batalla en la que no solo ponemos el cuerpo: lo ponemos todo. Y tanto nos jugamos que, literalmente, nos jugamos la vida. Así que claro que es incómodo. También para nosotras.

Se despedía la ya exministra diciendo que hoy España es otra. Y lo es. Nunca antes en una legislatura se habían conseguido tantos logros feministas: de poner el consentimiento en el centro del debate y las leyes a revalidar el Pacto de Estado contra la Violencia de Género. De legislar las reglas dolorosas a avanzar en derechos de las personas trans.

Que los errores en la gestión y en la comunicación -bien sabemos que los ha habido- no nos impidan ver dónde estamos ahora, pero sobre todo que no nos cieguen para analizar todo el camino que nos queda por recorrer. No será sencillo. La violencia que han sufrido Montero y su equipo es una buena muestra de ello. La tuvo que soportar también la anterior ministra Bibiana Aído. Ambas jóvenes, feministas y de izquierdas. Un trinomio que el patriarcado nunca ha soportado, por eso la reacción antifeminista siempre ha sido tan salvaje. De momento, no han pasado ni unas horas desde su nombramiento y Ana Redondo ya ha sido objeto de críticas clasistas y machistas. Qué buen ejemplo sería también desde el propio activismo tener paciencia y no juzgarla antes de que eche a andar la legislatura.

El presidente del Gobierno dijo que ciertos mensajes de la ministra de Igualdad y su equipo hacían sentir incómodos a sus amigos de 40 o 50 años. ¿Por qué resultan más molestos algunos discursos que las cifras de feminicidios?

PP y Vox gobiernan de la mano en cinco comunidades autónomas y en 140 municipios. En muchos, no les ha temblado el pulso para recortar derechos y libertades sociales. La ultraderecha —lo hemos visto— aprovechará cualquier grieta para inocular su veneno negacionista. Ese que hace que 1 de cada 4 jóvenes ya piense que la violencia machista es un invento ideológico a pesar de que este año se han producido más de 60 asesinatos machistas dentro y fuera de la pareja. Hay mucha tarea por hacer. Pero no lo duden, será ese feminismo incómodo el que siga señalando y haciendo ruido frente al machismo. El que continúe haciendo pedagogía frente a aquellos que están empeñados en retroceder.

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