Sospechas y evidencias: acusa que algo queda Marta Jaenes
... Que alcanza el éxito
¿Cuál es la fórmula del éxito? No sé si algún matemático podría darnos las variables, pero no creo, conozco matemáticos y matemáticas brillantes que no lo han conseguido. O sí… tal vez lo han alcanzado, aunque no se lo hayan reconocido, qué se yo, con uno de esos premios que otorga cada año la Academia Sueca.
Claro, para poder desvelar la fórmula del éxito, habría que conocer de antemano qué es, exactamente. ¿El éxito es un concepto, es una sensación, es una realidad incontestable o es opinable, se trata de una evidencia objetiva o más bien de una impresión subjetiva? ¿Y cómo se mide? ¿El éxito se mide en millones de euros, en millones de espectadores, en poder, en premios, en placas conmemorativas?
Hace unos días, en esa macedonia de noticias que va llenando nuestro bol de información hasta que se desborda, volví a encontrarme con María y Álvaro. María Pérez y Álvaro Martín se trajeron cuatro medallas de París, dos de ellas de oro, y además conquistaron la simpatía de muchas personas que, como yo, que no soy aficionada a la marcha atlética, no los conocía de antes.
Las imágenes de sus abrazos, con la torre Eiffel de fondo –no recuerdo una estampa más potente para ilustrar el tópico recurrente de la ciudad del amor–, me estrujaron el corazón, pero en realidad me enamoré de ellos al escucharlos.
El éxito que más me conmueve no se mide en porcentajes, ni en premios, ni en medallas, sino en algo intangible
Sus voces, emocionadas por lo que acababan de conseguir, eran la máxima expresión de la camaradería. Los dos orgullosos de sus oros tan ajenos como propios, hablando de “la marcha” como universo común y de ese logro conseguido a medias. Una prueba deportiva superada a cuatro piernas, esa ilusión al compartir el éxito y dividirlo por dos, que siempre suma más del doble.
Hace unos días, volví a saber de ellos. María publicó en su cuenta de Instagram un mensaje dedicado a su amigo. Era un mensaje de despedida, porque Álvaro se retira: “Me siento orgullosa de que un amigo como tú haya conseguido todo lo que has logrado en el deporte” (…). “Egoístamente, me siento triste por tu retirada, porque ya no tendré tu abrazo detrás de cada competición”.
Y me emocioné. Tal vez porque el éxito que más me conmueve no se mide en porcentajes, ni en premios, ni en medallas, sino en algo intangible. El éxito que me parece insuperable, es ese que te regala a veces la vida, lo de poder hacer tramos del camino con compañeros de fatigas y de ilusión, de esfuerzo y de logros, de frustraciones y de satisfacciones, con esos que te abrazan de verdad.
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