… Mulleres perigosas

Vamos paseando por Pontevedra bajo un sol radiante. ¡Parece mentira, tantos días diluviando en Madrid! Lo celebro en voz alta camino del restaurante y me dice una periodista gallega: “allí sois un poco exagerados con la lluvia, eh, en seguida os agotáis”. No lo expresa abiertamente, aún no tenemos confianza, pero apuesto a que piensa que somos muy pesaos con la turra egocéntrica de la capital mojada… Le doy la razón y argumento como excusa que la gran ciudad es todavía más sindiós con lluvia, que no parece configurada para recibir tal bendición del cielo.

Hablar del tiempo es un clásico para llenar el vacío incómodo con alguien que acabas de conocer, pero a los cinco minutos no hace falta, ya estamos ella, yo y todas charlando desatadas. Pasamos con fluidez de la geopolítica al cuidado de los padres y de los hijos, transitamos por “qué pendientes tan monos” y maldecimos los sofocos de la menopausia. Repasamos las miserias de nuestra profesión y reivindicamos la pasión con la que amamos y ejercemos el oficio. Comentamos cuán necesario es hacer fuerza con la voz, para que no nos silencien y con las mancuernas, para ganar masa muscular. Sabemos que surfear la ola ultra y prevenir la osteoporosis es justo y necesario.  Entre cafés y poleos quedan huecos para series, libros, perros y en el centro de la mesa, el temazo: la inflamación crónica… en todos los sentidos.

Susana Pedreira y Diana López se cabrearon aquel día de octubre de 2017, cuando leyeron el cartel de un congreso de columnismo en León en el que no figuraba ni un solo nombre de mujer. ¿Qué sucedió, se habían estropeado los teléfonos de todas las columnistas de este país? Bienvenidos a la nave del misterio...  

“De ponentes no nos ponen” podría haber sido un buen lema para aquel despropósito y en Twitter se montó una buena. Recuerdo perfectamente cómo muchas y muchos nos lanzamos a citar a todas esas mujeres a las que solemos leer en sus columnas de opinión. Qué morriña de aquellos tiempos en los que todavía era social esa red… 

Pero Susana y Diana, en vez de conformarse con agotar todos exabruptos del diccionario en español y en galego, decidieron actuar. Se inventaron un congreso en Pontevedra como respuesta luminosa a aquel otro cartel tan gris y le pusieron un título cañero: “As mulleres que opinan son perigosas”. 

Lo que comenzó como un “sujétame el Albariño” va por la octava edición. Desde 2018, cada mes de marzo, este par de ideólogas perseverantes convocan a colegas de profesión para que hablen de su experiencia, de sus inquietudes, de su compromiso. Al escenario del teatro principal de Pontevedra, lleno hasta la bandera, se suben mujeres de distintas generaciones que desempeñan el oficio periodístico en diferentes medios y en todos los géneros posibles.  

De la producción del evento se encarga una empresa liderada también por mujeres, María y Vanessa, que trabajan de un modo impecable, lo controlan todo y además sonríen. Y en la parte institucional la diputación y el Concello están representados por la diputada provincial de Igualdade, Sandra Bastos y la concejala de Igualdade, Anabel Gulías. Por cierto, ninguna de las dos acude al teatro, se hace la foto, suelta el discurso y marcha porque tiene que marchar. Ambas se quedan y escuchan, como una más, todo lo que se dice en aquel escenario y se dicen cosas…

Es, por supuesto, un honor haber sido invitada para hablar del oficio que amo y que es mi vida pero es, sobre todo, un privilegio tener la oportunidad de escuchar con calma a ese montón de mujeres admirables, inteligentes, brillantes y valientes. Y poder hacerlo junto a ese público interesado, atento, educado y cálido que llena el teatro, un público con mayoría aplastante de mujeres. La energía especial que allí se crea no se destruye, aún la siento pegada al corazón. 

Larga vida a los proyectos que arrancan y caminan con el empeño de mujeres que no se callan y dan voz a las demás. Grazas, Susana y Diana, por ensanchar el territorio. Las mujeres que opinan solo son peligrosas para quienes prefieren escuchar un relato incompleto y habitar un mundo irreal y poco interesante

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