El desastre que viene Luis Arroyo
Tellado como síntoma
En política se puede destacar por tu capacidad organizativa, por tu habilidad para transmitir tus ideas o por algo tan intangible como el carisma, cualidad compartida con otras profesiones como los vendedores de coches usados o los solistas de música ligera. Miguel Tellado ha sido nombrado por Feijóo como portavoz del PP en el Congreso, estimamos, en base a dos características diferentes de las anteriores: permanecer al lado de tu jefe suceda lo que suceda y no tener reparos en morder. Ser, en definitiva, más que un buen escudero, un esbirro entregado.
Tras dos décadas de carrera, donde más ha destacado Tellado (Ferrol, 49 años) ha sido en las declaraciones que ha hecho en estas últimas semanas. Ha calificado de “anomalía democrática” a la mayoría parlamentaria que ha investido a Sánchez, al que deseó que saliera “del país en un maletero”. Por supuesto se ha apuntado a la moda de decir que España no es una democracia ya que el presidente “prostituye la Constitución con tal de satisfacer su ego”. Además, justificó el acoso a Óscar Puente al considerar que los socialistas eran “matones de patio de colegio”, por lo que no podían “ni salir a la calle”.
El nuevo portavoz parlamentario del PP, que no sabemos si contará con jaula en el escaño o tan sólo se dejará ver con correa y bozal, representa fielmente la transformación del conservadurismo en España. De un partido gris donde lo que importaba era el recorte y el negocio, no siempre legal, a otro donde lo que se valora es la capacidad de mimetización con la retórica ultra. Así, el PP es ahora capaz de deslegitimar a sus rivales utilizando la mentira y negar los procesos democráticos cuando el resultado no les favorece. Lo que en el pasado hubiera creado controversia ahora pasa por actividad convencional.
Feijóo confirma varias cosas con el nombramiento de Tellado. La primera de ellas es su completa sumisión al aparato mediático capitalino y su dueña, Isabel Díaz Ayuso. Como les tiene más miedo que a cualquier otra cosa, se deja mecer por esa deriva populista que tan bien maneja la baronesa de la Puerta del Sol. Como hemos insistido por aquí unas cuantas veces, más allá de los deseos de Feijóo está su hipoteca por la manera en que llegó a Génova y el contexto de una derecha que no es capaz de marcar perfil propio frente a los ultras, los que tiene fuera de su partido pero también dentro.
Así, no sólo nombra a un Tellado que, además de sus salidas de tiesto, le recuerda al confort de su etapa como presidente de la Xunta, sino que también degrada a Elías Bendodo, relegando a la cuota andaluza a una posición secundaria: Moreno Bonilla puede tener una mayoría absoluta como Ayuso, pero carece de un cuerpo de columnistas armados a su servicio. Gamarra, que sigue siendo secretaria general pero pierde la portavocía, llegó de la mano de Casado para sustituir a la también locuaz Álvarez de Toledo. Cinco años después estamos en el mismo lugar donde comenzó todo esto, ese donde había que quitarse los complejos.
No es que a Feijóo no le salgan las cosas porque sea torpe, es que cuando eliges el despropósito como norma tienes más posibilidades de quedar retratado
Tanto que el propio Feijóo, que llegó con la promesa de la moderación, ya no deja pasar una semana sin saltarse una de esas líneas que marcan la diferencia entre una oposición conservadora y una disruptiva. En esta, en la reunión del PP europeo en Barcelona, ha declarado que "solo Sánchez es aplaudido por Hamás, apoyado por herederos del terrorismo e indulta el terrorismo". Al buscar el límite declarativo no es raro que derrapes en cada curva: Biden se mostraba partidario, también este lunes, de la solución de los dos Estados para Israel y Palestina, la misma por la que abogó Sánchez la pasada semana. No es que a Feijóo no le salgan las cosas porque sea torpe, es que cuando eliges el despropósito como norma tienes más posibilidades de quedar retratado.
El problema de la época es que volverse rupturista no es sólo una decisión de Feijóo. Manfred Weber, presidente de los populares europeos, declaró que no iban a permitir que “España siga el mismo camino que Hungría y Polonia”. Precisamente el líder que busca que los conservadores europeos se alíen con la ultraderecha siempre que no tenga aspiraciones de quebrar la UE. La llegada de Vox a la Moncloa hubiera supuesto afianzar estas tesis, de ahí que tras el pinchazo de julio ahora se piense ya en clave de las próximas elecciones europeas: del resultado dependerá que Weber pueda acabar con Von der Leyen.
En Weber no hay intención, siquiera, de pastorear a los ultras, sino de normalizarlos siempre y cuando no atenten contra los intereses de los financieros alemanes. Su objetivo es enterrar definitivamente los principios con los que Ángela Merkel marcó una línea divisoria entre conservadores y ultras. Del fracaso de Weber, de Feijóo y de Ayuso no dependerá tan sólo el resultado eventual de algunos gobiernos, sino el carácter de la democracia europea en las próximas décadas.
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