Canciones para una urgencia

Cohibido por la emoción ante un estadio abarrotado, Marwán se seca las lágrimas con la palma de la mano. Su padre, su madre y su hermano acaban de subir por sorpresa al escenario. Viste una camiseta blanca con una G enorme de Gaza. Y, entonces, después de habernos pasado el concierto bailando, riendo, gritando... Los arpegios de Nana urgente para Palestina nos hacen oler el miedo a miles de kilómetros. Y provocan el silencio total entre el público. 

La de Marwán es la historia de un chaval que empezó a tocar en “un bar de mala muerte del barrio de Aluche” y que ha acabado llenando este viernes el Wizink Center de Madrid, ahora el Movistar Arena. La del hijo de un refugiado palestino que vivió una vida de penurias hasta que emigró a nuestro país y se enamoró de una soriana con la construyó su familia. La de un hombre sensible y generoso con sus amigos. Pero, sobre todo, la de un músico que dispara al corazón y al cerebro. A las tripas y a la conciencia. 

Con una ola ultraderechista desbocada a lomos de la desinformación, Donald Trump a punto de ser coronado como rey del mundo y cada vez menos empatía por el sufrimiento ajeno, canciones como las de Marwán comunican de forma más efectiva que los discursos de muchos políticos y líderes de opinión. Porque tienen el poder de hacernos sentir. Y para empatizar con los demás, eso es fundamental. 

Con una ola ultraderechista desbocada y cada vez menos empatía por el sufrimiento ajeno, canciones como las de Marwán comunican mejor que muchos políticos

Aunque no suenen en la radio y se les expulse de los circuitos más comerciales, los artistas como él nos hablan de lo importante: la vida, la justicia, la libertad…, frente al auge de letras superficiales que fomentan el consumismo y la sexualización de la mujer, ritmos tiktokeros y una obsesión por el autotune digna de estudio. Incluso son capaces de cantar al amor evitando los clichés del género urbano y del reggaeton. Increíble, pero cierto. 

Históricamente, los cantautores han sido un altavoz de denuncia social cuando la libertad no era tan obvia. Pero, ¿qué es un cantautor en el siglo XXI? Después del concierto, se me ocurrió decirle a un músico al que admiro —por supuesto, cantautor— que quizás era hora de abandonar esta etiqueta. Porque confundía y sonaba a otra época... Me miró como si fuese una marciana recién aterrizada en la Tierra. “Ni de coña, me niego, Eva”, me dijo. “No vamos a renunciar a lo que somos”. 

Más allá de prejuicios absurdos, su música puede ser un antídoto contra el fanatismo de estos tiempos. Como la nana de Marwán. Porque por muy proisraelí que seas es imposible que esta canción no te provoque un nudo en la garganta, ante la descripción del horror que viven a diario unos niños inocentes. Así que sí. No renunciéis a lo que sois. Seguid componiendo canciones para esta urgencia. Os necesitamos más que nunca. 

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