Hace falta la política Luis García Montero
El político al Congreso y el juez al juzgado
Qué deprisa corre el tiempo, cómo se van los días y se suceden las estaciones, a una velocidad que parece dejarnos atrás. Nuestra memoria actúa a la defensiva porque somos supervivientes natos y tenemos casi la obligación de hacerle caso a esa sentencia que se usa por lo general tras una desgracia y que dice que la vida sigue, que hay que sobreponerse. Hemos tenido un ejemplo con la pandemia feroz de coronavirus, de la que nos preguntábamos si saldríamos mejores y no ha sido así: los que nos salvamos volvimos a las andadas, en todos los sentidos; los que murieron son fantasmas que habitan esa esfera de la conciencia que llamamos recuerdos; y los que los abandonaron a su suerte y en muchos casos los condenaron a desaparecer han quedado, al menos por ahora, impunes. Y con eso ya nos adentramos en el territorio de la política.
En un país que va bien, desde luego que no igual de bien para todos, porque sigue habiendo gente que se las ve y se las desea para salir adelante, pero donde todas las cifras dicen que las cosas marchan por buen camino, resulta que la famosa polarización lo ennegrece todo, crea un clima de guerra sucia continua, pinta de negro los debates y lucha por dar una visión tétrica del país, aquí y en Europa, que simule que estamos al borde de no se sabe qué precipicios. El bombardeo continuo por parte de ciertos medios hace que el humo no deje ver la realidad.
En su pelea sin reglas y llena de golpes bajos, la oposición ya verbalizó que su plan era derribar al Gobierno por todos los medios, y en ello están. Por una parte están las incoherencias habituales, esas provincias del cinismo en las que se mueven y que hacen que se les vea el plumero desde kilómetros de distancia cuando –para muestra vale un botón– en 2023, el veleidoso Núñez Feijóo enfatizaba que Carles Puigdemont y Junts eran delincuentes, golpistas, terroristas y debían ser ilegalizados, y en 2024, cuando ha soñado con que los votos independentistas lo llevasen a La Moncloa tras una moción de censura, que es un partido legal “y puede contar con nuestros votos y nosotros con los suyos.” A lo mejor es que ya se ha dado cuenta de que nuestro sistema es una democracia parlamentaria y que, dada la fragmentación de los hemiciclos, él será presidente no cuando quiera, sino cuando quieran los demás.
En su pelea sin reglas y llena de golpes bajos, la oposición ya verbalizó que su plan era derribar al Gobierno por todos los medios, y en ello están
Pero por otro lado, el empuje cada vez más ciego para intentar echar por las buenas o por las malas al presidente Sánchez ha hecho bajar al ruedo a los jueces, y eso ya es más grave. La continua judicialización de las cosas ha derivado este 2024 en un esperpento de demandas de grupos ultras e investigaciones de magistrados aparentemente muy poco imparciales, centradas principalmente en la familia del jefe del ejecutivo. Algunos episodios, como la causa iniciada contra su hermano, al que se atribuía una fortuna que nunca tuvo, o la persecución de su esposa, a todas luces absurda, forzada, manipulada porque el instructor tergiversó algunas declaraciones de testigos, y encaminada a su archivo, son muy significativas, como es obvio que el ruido generado por estos asuntos tapa otros mucho más graves y en los que, sin embargo, no parecen detectar signos de delito los mismos jueces que ven hasta visiones en otros procesos, como las fatídicas muertes en las residencias de ancianos de la Comunidad de Madrid, los negocios de las familias de Ayuso o el propio Núñez Feijóo, sobre las que la prensa también lanza sospechas y hace preguntas del dominio público o, últimamente, con la tragedia de la dana en Valencia y el comportamiento de Mazón, que cada vez da una versión distinta de su ausencia el día del desastre, la última que no puede aportar la factura de su comida, esa en la que estaba disfrutando mientras la gente se ahogaba al otro lado de los puentes, porque no estuvo en ella como president de la Generalitat, sino como líder del PP. O sea, que mientras la riada destrozaba todo a su paso, él se había dado de baja, no estaba de servicio. No sabemos si aparecerá esa cuenta, pero sospechamos por qué se esconde: tal vez la evidencia de lo que se consumió lo explique todo.
Ojalá este 2025 que empieza este martes a las doce y un segundo de la noche sea bueno para todas y todos, piensen como piensen, mientras de verdad lo hagan con razones y sentido de la verdad. Y ojalá cada zapatero se ponga con sus zapatos y vuelvan el político a su Parlamento y el juez a su juzgado.
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