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Contrainvestidura del PP

No hemos perdido el tiempo estos dos días de investidura, se han aclarado los bloques y se ha materializado qué está en juego. Ha servido para palpar la tensión nacional y las prioridades de cada uno. En el balance de la votación final, los “principios” que ha elegido Feijóo casan con Vox y chocan contra todos los demás. El líder de los populares ha utilizado la sesión para normalizar el estigma social y el castigo electoral de la coalición con Vox. De paso, ha respondido a la cuestión que negó aclarar en el programa y en la campaña del 23J, si pactaría Vox. Lo que ya hacían fuera del parlamento, ha quedado materializado en la cuarta investidura fracasada en democracia. Precedido del guiño en el acto de Madrid donde aprovechó para agradecer la cohesión del bloque traducida en el voto a favor de los 33, PP y Vox han sellado el ‘sí, quiero’ en el discurso y en las réplicas. El debate ha servido de terapia de pareja a una coalición de facto. Mientras Feijóo ha expuesto en público la relación, Vox le ha animado a no ocultarla más en el armario, a “cooperar” —en palabras de Santiago Abascal— como hacen ya en seis comunidades. 

La investidura fracasada deja muchas capas de lecturas y análisis. El PSOE asumió el riesgo de no respetar los usos parlamentarios con la irrupción de Óscar Puente; el PP vició el mandato del rey utilizándolo para atacar al contrario. Lo peor no es la decisión consciente, es el intento de legitimar lo que no puede ser una investidura. El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, lo reconocía en una entrevista en Espejo Público: “Sánchez ha evitado tener que responder de sus pactos”. De eso iba el debate para el PP, para eso se ha malversado el mandato del rey. 

No hemos perdido el tiempo estos dos días de investidura, se han aclarado los bloques y se ha materializado qué está en juego. Ha servido para palpar la tensión nacional y las prioridades de cada uno

Una vez volados los usos y costumbres, el debate vislumbra dos ideas de investidura que responden a dos proyectos de país. Feijóo dedicó la mitad de su discurso a combatir la amnistía y el resto a un programa económico de imposible ejecución en esta legislatura. A dar por natural su relación con Vox, mientras no entiende todo lo demás. En uno de los corrillos lo dejó caer un diputado nacionalista: “O nos hace perder el tiempo, o nos hace retroceder en el tiempo”. 

Atrapado en los moldes de los ochenta, Feijóo no entiende el modelo territorial de 2023, ni el de partidos, ni el de poder. El PSOE de hoy responde a un secretario general votado por la militancia, sin tutelas de los dirigentes de la Transición. El modelo territorial es cada vez más federal, más poroso, muy lejos del “más leña” a los gobiernos vasco y catalán, como bien resumía Aitor Esteban. Y el poder es compartido, negociado, articulado por múltiples acuerdos. Que el punto fuerte de Feijóo sea un paquete punitivo dirigido a nacionalistas e independentistas, con el refuerzo del código penal como primera señal a ERC, Junts y el PNV, da idea de la paz social con la que arrancaría ese gobierno. 

El PP no se ha escorado por sus pactos con Vox. Lo han hecho solos, tal vez más arrastrados por la inercia del Madrid de Ayuso que de Abascal. El propio Feijóo ha instado a los independentistas a dar las gracias por no estar ilegalizados como en otros países europeos gracias a la Constitución. Una frase cuya intencionalidad pesa más que el dato falso. Feijóo no ha renunciado a una mayoría porque nunca la tuvo. Y uno sabe cómo entra en el hemiciclo pero no cómo sale, decía Aitor Esteban. Si ha utilizado la investidura para desgastar a Sánchez, no lo ha conseguido. Si la ha usado para preparar el terreno de una posible repetición electoral donde se vote contra la amnistía y no contra Vox, el líder del PP se queda en un cuadrilátero de la derecha muy lejos de poder tender la mano a casi ningún frente. Los populares critican la voladura del diálogo del PSOE rechazando unos pactos vacíos de contenido y eligiendo a Óscar Puente. Pero es difícil saber qué puente han dejado los populares en pie en su idea de país. Hay una gobernabilidad gestándose y no sabemos cómo acabará. El debate ha servido para clarificar dos opciones. O más confrontación o más diálogo.

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