Hablemos de la realidad y el ruido

No hace falta un CIS para saber que las preocupaciones reales de los ciudadanos no pasan por la hiperventilación de Junts, la escenografía partidista y la pelea hacia el próximo ciclo de elecciones. No hacen falta sondeos para calibrar que la oposición está haciendo más ruido que un control eficaz del Gobierno. Ya tenemos un máster. Al colocar la situación actual en un apocalipsis permanente, en el derrumbe continuo del Estado, se pierde un tiempo de oro para debates reales, aquellos donde las políticas hacen que la gente mejore o se la juegue. La amnistía es el debate constitucional más polémico y apasionante de la historia reciente. Con sólidos argumentos a favor y en contra, la ley es muchas cosas pero no un ataque “despiadado e irracional” a la Constitución por más que insista Felipe González. Y así una larga lista que funciona como máquina de humo sin mejorar la calidad de escucha.  

Es muy probable que las transferencias migratorias a Junts queden en “papeleo”, como sintetizó José Luis Ábalos en La Sexta Explica. Ni fronteras, ni cuotas, ni políticas propias para la gestión de flujos migratorios. De las competencias, la palabra clave es “transferir”, no “gestión integral”. Y el perímetro de la negociación, por parafrasear a María Jesús Montero, son varios diques. La Constitución, el Estatuto de autonomía catalán y la propia ley orgánica pactada que necesitará del consenso de los 176 escaños. Será difícil que Junts mantenga un discurso similar al de Vox y cuente con los votos de la izquierda. 

Este posible papeleo es un debate por venir. Comprobaremos si Sánchez ha vuelto a despejar un balón mientras Junts solo quería airear un discurso duro contra la inmigración. Ya veremos si de esto solo queda la contradicción de dar alas a esos mensajes con un pacto que tiene papeletas para hacer aguas. Lo que sí queda son los dos decretos reales que salvaron al toque de campana un buen paquete de medidas, además de la inyección europea de 10.000 millones. Los decretos salieron adelante y con ellos centenares de medidas para empresas y familias. Pensiones, transporte, impuestos reducidos, bono social, ayudas a pymes… La lista es larga y conocida. Otra cosa son las lecciones que deba sacar el PSOE del trámite parlamentario para evitar derrotas, infartos y emboscadas. 

No hay asalto a Telefónica, ni el Gobierno es amigo de Hamás (y por extensión de Felipe VI), ni estamos ante la mayor amenaza a la Constitución. Eso ocurrió en 2014, con un 'procés' en ciernes y una crisis económica sin precedentes desde la transición

En la balanza de los hechos, la realidad supera al ruido. Vamos dopados de exageraciones. De hechos que no van a ocurrir. Hay que salir de esa ficción hecha meme de Feijóo: “No soy presidente porque no quiero”. Poner el foco en las cosas que sí son. El volantazo del PSOE con la ley de amnistía sirve al PP para ir construyendo escenarios imposibles. No hay asalto a Telefónica, ni indultos para presos etarras, ni el gobierno es amigo de Hamás (y por extensión de Felipe VI por compartir el mismo mensaje), ni estamos ante la mayor amenaza a la Constitución. Eso ocurrió en 2014, con un procés en ciernes, una crisis económica sin precedentes desde la Transición, la abdicación de Juan Carlos I y el Ejecutivo sorteando la corrupción que después le haría caer. 

Hay que salir del falso estruendo y del bulo. En una semana donde la presidenta de Madrid no veía una grieta por donde ver la luz y eclipsar a Feijóo, solo podía descolgarse con la batería habitual de datos falsos. La estrategia viene de Esperanza Aguirre y solo funciona si se le hace caso. Por eso relaciona la llegada de 1.200 migrantes a Alcalá con la subida de agresiones sexuales –superando las frases célebres de Junts–; suelta que Madrid aporta el 73% de la financiación a comunidades autónomas –ni Puigdemont va tan lejos– o carga contra las políticas de igualdad que buscan culpar al hombre de todo. Nada tiene anclaje en la realidad salvo en el discurso de Vox. La máquina de humo de Ayuso o el efecto gas lacrimógeno de la actualidad.

El momentum es otro. Y la onda expansiva de esas falsas alarmas tapa los hechos. España y Europa están en un punto de inflexión donde convergen los buenos y peores escenarios. El Ejecutivo está utilizando distintas palancas para reforzar a las clases medias. Y deberá asumir la transformación industrial y laboral imperante en Europa para saltar los puentes al otro lado de la destrucción laboral. El contexto inmediato es favorable. En los próximos meses, igual no tanto. Las elecciones europeas pueden cambiar el paradigma con un viraje ultra; Trump amenaza con dar una patada al tablero geopolítico y hoy mismo la OTAN recomienda “esperar lo inesperado” ante el mundo “más peligroso en décadas”. 

A los mensajes de alarma hay que quitarles hierro pero no perderlos de vista. Y exagerar como rutina tapa lo lejano y lo cercano. De la necesidad de reforzar el estado de bienestar –hay mucho de este fracaso en la victoria de Trump e incluso Vox– y encajar en un reparto geopolítico que nos condicionará las próximas décadas. Este es el contexto. Por eso el Congreso y el Europarlamento deben servirnos para más que como cámaras de eco de la amnistía. No es baladí que preocupe solo al 0,6% de españoles.

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