PP y Partido Republicano, parecidos razonables

¿En qué se parece el Partido Republicano de EEUU a la oposición del PP? En que los bloqueos y estrategias de oposición son similares en demasiadas ocasiones. Acabamos de ver el Congreso de EEUU paralizado por una rebelión insólita. El ala más ultra de los conservadores ha bloqueado la elección de su propio candidato para presidir la Cámara de Representantes. Una pelea sin precedentes en los tiempos actuales. Hay que remontarse a 1923, cuando la Cámara Baja no logró nombrar a su presidente en primera votación. Instalados en la anomalía y disfuncionalidad de la oposición, tampoco tiene precedente en España un bloqueo del tercer poder del Estado, que está a punto de llegar a los cinco años. Que las derechas se están radicalizando cuando les toca ejercer la oposición es un hecho en numerosos países. En el nuestro, es más fácil percibir lo anómalo en la América trumpista que en la España de Vox y Alberto Núñez Feijóo. 

Tanto la oposición de los republicanos estadounidenses como la del PP han tenido éxito a la hora de trasladar la percepción del caos permanente, de un Gobierno a punto de colapsar. Ante lo urgente y lo imprevisto, de la pandemia a la guerra de Ucrania, en cada crisis se acusa al Ejecutivo de improvisación negligentemente. Ahí quedan los ataúdes de Santiago Abascal en la Gran Vía madrileña durante el covid, el timo ibérico del PP o las votaciones en contra del estado de alarma. Estamos viendo a un PP ejercer la oposición al límite en lo judicial y en la escalada verbal. Feijóo ha comparado al presidente del Gobierno con un dictador y ha justificado vulnerar el mandato constitucional de renovar el Poder Judicial “para protegerlo” de Sánchez. Hasta ahora, conocemos al Feijóo que hablaba de pactos de Estado y los incumple. Al PP que hace concesiones al ala más dura rompiendo el acuerdo del Poder Judicial. Pero todavía no conocemos a un PP nacional en la tesitura de hacer concesiones a Vox. 

Que las derechas se están radicalizando cuando les toca ejercer la oposición es un hecho en numerosos países. En el nuestro, es más fácil percibir lo anómalo en la América trumpista que en la España de Vox y de Alberto Núñez Feijóo

La mutación de los republicanos, el post-trumpismo, de momento no ha llegado al PP. Las diferencias culturales, políticas, de país, son relevantes. Sin embargo, las consecuencias de cómo actúan en la oposición son similares. En ambos países se ha pasado por una profunda crisis constitucional. Estados Unidos está sumido en ella. En España la crisis del procés fue provocada por el independentismo, pero la de ahora la impulsa el PP con su bloqueo judicial. Ante la incapacidad de la derecha para reconocer cualquier gestión acertada del Gobierno, se ha instalado en la estrategia de la antipolítica. Ya ocurrió con Zapatero, un presidente al que insultaban en público. Y es inimaginable que un secretario general del PSOE en la oposición hubiera decidido retrasar cuatro años la renovación del Poder Judicial. Si a Sánchez le acusa la derecha de "autócrata", qué insultos no habría recibido si hubiera actuado como Feijóo.

Fue alarmante cuando Trump controló el Supremo colocando a tres jueces en 2016 —inédito en periodo electoral— garantizándose el control de la Corte Suprema, convertida hoy en ariete contra las leyes civiles demócratas, con la derogación del derecho al aborto como máximo exponente. La misma estrategia de los conservadores desde la oposición. El PP se aferra a una mayoría que no le corresponde. El resultado es el aparente caos en el seno del tercer poder del Estado. Un secuestro político que resta credibilidad a la judicatura. La recién registrada proposición de ley —un revival de la propuesta de Pablo Casado— no responde a un interés del PP por despolitizar la justicia. El resultado buscado es retrasar la renovación para no perder el control hasta las elecciones generales.

Los republicanos cuestionan en EEUU los resultados electorales y el PP los datos de la gestión del Gobierno. No es igual de grave, pero sembrar dudas sobre la manipulación del empleo o del crecimiento como estrategia política sólo ahonda en el desgaste y el descrédito colateral del sistema. Se desacreditan las instituciones ante una ciudadanía cada vez más escéptica. Mentir no cambia la realidad, las cifras del paro son las mejores en décadas. Con todos sus déficits estructurales y a la cola del empleo europeo, hay que dimensionar el dato. En 2012 el desempleo estaba en el 26% y rozaba los seis millones de parados. Hoy hay récord de afiliados, el paro está en 2,6 millones y en una tasa del 12,5%.

En ambos países las encuestas dan perdedor a quien gobierna. A pesar de los éxitos de Joe Biden (en empleo, infraestructuras, legislación histórica desde los impuestos progresivos al cambio climático) ambos presidentes suspenden en valoración. La alta inflación y la agresividad de los republicanos en decenas de Estados hizo pensar que llegaría una ola roja (color del partido republicano) y arrasarían en las mid term de noviembre. Nada más lejos de la realidad, perdieron el Senado y Estados clave. Aun así, los republicanos han convertido cada periodo electoral en una crisis política e institucional con la amenaza incluso del uso de las armas. Pedir a los republicanos que se moderen es pedir a un tigre hacerse vegano, escribe Jennifer Rubin en The Washington Post. En Estados Unidos llegan antes las crisis que después aterrizan en Europa. Su desgaste democrático es más alarmante que el nuestro… de momento. Veremos cómo sube aquí la temperatura política a seis meses y un año de las grandes citas con las urnas

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