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El PP se queda sin 'procés'

Las elecciones catalanas eran la cita clave de la legislatura en el calendario nacional por varias evidencias. La posibilidad catalana de salir del túnel y el bloqueo de los últimos años, la vuelta a la gestión como prioridad política y la necesidad de cambiar la parálisis emocional del 1-O por una nueva etapa. El 12M ha sido finalmente la confirmación del éxito de una apuesta de riesgo que inició el PSOE en 2018, forzado en ocasiones por los pactos de Gobierno pero sincronizado con el trabajo a fuego lento de Salvador Illa desde su desembarco como ministro de Sanidad con Pedro Sánchez. Es un éxito catalán en clave nacional porque evidencia cómo en un sistema donde las urnas son el máximo exponente de representación, es ahí de donde surgen soluciones. Ayuda la necesidad del voto catalán de los socialistas para gobernar España —primero Zapatero, después Sánchez—. En la misma lógica, el proyecto nacional del PP excluyendo a Cataluña, alentando el choque, ha contribuido a la cronificación del procés

Todos los caminos de la futura Presidencia de la Generalitat pasan por Salvador Illa, incluso con repetición electoral. Los resultados del 12M vienen avalados por una tendencia de fondo (este análisis de datos en infoLibre es de los más clarificadores) y no se revertirá en el corto plazo. Los incentivos para la repetición no aseguran mejores resultados a Junts, ni a ERC. Es muy improbable que la cuestión prejudicial de la amnistía que presentará el Tribunal Supremo a la Corte europea esté resuelta en octubre —por tanto, pone en pausa su aplicación—. Oriol Junqueras podría ir de número uno al igual que Carles Puigdemont, propiciando un duelo final más simbólico que útil para los suyos que puede polarizar a sus electorados, ahondar la dinámica cainita, y activar aún más el voto útil al PSC. 

Si no hay repetición, habrá un camino lento y tortuoso para el PSC que, en la tradición de ERC y Junts de las últimas investiduras, llevarán al último minuto, es decir, a agosto. Con todo lo que pueda pasar entre medias, la vuelta a la gestión pública de Salvador Illa —sanidad, educación, Rodalies, sequía y financiación incluída— no significa que vaya a desprenderse de su apuesta de fondo. La transversalidad y los pactos con ERC y Junts serán permanentes. Primero, así lo han reiterado las distintas portavoces del PSC esta semana. Y en esa fuerza de arrastre para sacar al independentismo de la nostalgia frustrada del 1-O, los pactos y no el choque están desfondando al independentismo al tiempo que oxigenan la sociedad catalana.

ERC y Junts comparten un fallo multiorgánico con múltiples crisis de estrés acumuladas. Tienen pendiente desplazar a Carles Puigdemont y Oriol Junqueras a una segunda línea, recomponer ambos partidos y decidir qué quieren ser en el próximo ciclo. ERC pasará por una reflexión existencial y Junts lo hará de manera pragmática en la tradición convergente, arropado por un tejido empresarial deseoso de pasar página. Ambos tienen un trance por delante y los electores catalanes han mandado una señal clara que les aparta de estar al frente del próximo Govern. 

El cierre de la última década es un hecho. Pero el fin político del ‘procés’ no implica el carpetazo social. Seguiremos recordando la convulsión de lo vivido en 2017

La estrategia del PSC de los últimos cinco años era la correcta. La judicialización de 2017 a 2019, el descuelgue del PP por recomponer la política como contrapeso a las penas de cárcel, reactivaron a un 51% del electorado que en 2021 arropó aún más a ERC y Junts. Tres años después, el PSC gana por segunda vez con opciones de gobierno. En los próximos cuatro años serán imposibles los apoyos simbólicos al referéndum en el Parlament, no habrá Declaraciones Unilaterales de Independencia ni construcciones ficticias de una república catalana inexistente. Es más, si los apoyos son desde fuera y no hay tripartito, Illa será el primer presidente catalán en un Gobierno sin nacionalistas de la democracia. 

El cierre de la última década es un hecho. Pero el fin político del procés no implica el carpetazo social. Seguiremos recordando la convulsión de lo vivido en 2017, el impacto emocional de los años que cambiaron para siempre la historia del independentismo catalán y hundieron a la sociedad española en la mayor crisis constitucional y de convivencia desde el 78. Estará en manos de Salvador Illa, con todas las dificultades que entraña una legislatura nacional vinculada a los apoyos de ERC y Junts, desterrar el estrés de la sociedad catalana. 

El triunfo de Illa es el de Pedro Sánchez, la bola de cierre de partido que ha terminado por salir bien. Aun así, la recomposición de fuerzas es compleja para Sánchez, con ERC y Junts heridos por distintas razones. Pero ya lo era antes. Ahora la hoja de ruta de Moncloa pasa por conseguir unos Presupuestos Generales y no una repetición electoral. 

Enfrente, el resultado del 12M desarma al PP en el corto plazo. La lectura incomprensible de Feijóo solo responde a su necesidad personal por mantener vivo el conflicto. “El procés no ha muerto, vive en la Moncloa” delata el vacío programático de los populares. Una oposición construida fundamentalmente en el ataque que necesita vivo al indepentismo como ariete. Feijóo está asumiendo en primera persona una conspiración que no se sostiene. El acuerdo secreto de Sánchez para hacer presidente a Puigdemont después de las europeas es un intento desesperado por mantener viva la confrontación con Cataluña y Sánchez para activar el voto de Madrid. 

Ya no es fácil dar contenido a la manifestación del 26 de mayo contra la amnistía. El 10% de voto catalán no da al PP opciones de gobierno pero los 15 escaños le permiten salir del rincón extraparlamentario consecuencia directa de cómo gestionaron el conflicto. En lugar de utilizar los resultados como palanca, Feijóo se instala en una irrealidad que le debilita innecesariamente. El exministro catalán Jordi Sevilla, muy crítico con la amnistía, lo resume con dureza: “Quien más interés tiene en que el procés y ETA continúen existiendo bajo piel de cordero es Feijóo y una parte de la cúpula del PP. Solo así saben hacer oposición”. Cuanto peor, mejor. 

Mantener que “el independentismo lo ha resucitado Pedro Sánchez”, en palabras de Cuca Gamarra, aísla al PP de la realidad y le aleja de su gran asignatura pendiente: desfondar a Vox. Porque mientras celebran ser cuarta fuerza en las últimas dos citas electorales, la ultraderecha se mantuvo en el País Vasco y ha ganado votos en Cataluña

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