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De la rendición de cuentas judicial al periodismo libre de bulos: la larga lista de reformas pendientes

Nada está a salvo del todo vale

Es difícil imaginar qué tiene que ocurrir, qué tipo de guerra, masacre terrorista o catástrofe tenemos que sufrir para evitar que las dinámicas de la política nacional lo conviertan en un pantanal. Y últimamente se da desde los mismos partidos, actores y bajo la misma dinámica. Las intentonas de desgaste al Ejecutivo faltan el respeto a las víctimas y nos despista del trabajo fundamental de la prensa. Cuando deberíamos estar únicamente en los hechos, las causas, las razones y las consecuencias; cuando tendríamos que estar pendientes de las víctimas, sólo hay barro. Eduardo Suárez, director de comunicación del Instituto Reuters, ha explicado en X (antes Twitter) el ciclo que vemos cada vez más a menudo: 1. Un periodista comparte información errónea, incompleta o exagerada. 2. Políticos y activistas la usan para atacar al contrario. 3. Medios se hacen eco sin cotejar la veracidad del hecho. Y lo hacen, añado, de manera deliberada

La matanza de Hamás ha desatado una cascada de desinformación consciente e intencionada para atacar al adversario político. Cualquier tema se convierte en arma arrojadiza contra un gobierno. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, ha estado informando desde el minuto cero de los ataques del grupo terrorista Hamás y la ofensiva de Israel. Se ha dado información, se ha expuesto con claridad la postura de España, se ha defendido el papel mediador de la UE y se ha hecho un trabajo diplomático de primer orden para forzar una rectificación y mantener las ayudas a Palestina. El mismo lunes, el ministro Albares habló de “terrorismo” y el derecho de Israel a defenderse. Horas después, Borja Sémper acusó a parte del Gobierno de estar cercanos a Hamás, Ayuso señaló directamente a Sánchez y al instante el PP lo extendió a todo el Gobierno. El jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, después de la reunión de ministros de la UE, resumió: Israel tiene derecho a defenderse y algunas de sus decisiones son contrarias al derecho internacional. Ningún Estado miembro le ha acusado de equidistante por instar a Israel a no provocar un genocidio en Gaza. 

Un director de un medio digital ha publicado en redes con enlace al medio su “vergüenza como español” porque “nuestro país no esté en la declaración conjunta contra Hamás de EEUU, Reino Unido, Alemania, Francia e Italia. Si nos han excluido pese a presidir la UE, malo. Si nos hemos negado a firmar esa carta, mucho peor”. Como periodistas, estamos obligados a dar respuesta a tanto condicional. Pero además, la información es falsa y, lejos de corregirla, ahí sigue. España no está en el comunicado porque no forma parte del denominado OTAN Quint, integrado en la Alianza Atlántica como grupo informal que se reúne desde hace décadas para abordar cuestiones internacionales. Por coordinación o retroalimentación, la presidenta de Madrid continuaba el bulo: “Sánchez se ha quedado aislado cuando España ostenta la Presidencia de la UE. No firma el manifiesto de condena porque medio Gobierno está contra Israel”. 

Convertir la profesión en plataformas de la indignación contra políticos, en base a informaciones falsas, imprecisas y exageradas no hace más que desgastar la credibilidad del periodismo, su fin, su utilidad

El periodista de El Confidencial Ángel Villarino explicaba muy bien en redes sociales (aquí el hilo) cómo el caso de los 40 bebés decapitados es un problema creciente al que nos enfrentamos los medios. “Lo es porque combina las medias verdades difundidas por internet con la politización y polarización de cada tema”, decía. Cómo un tema de responsabilidad y praxis periodística “se reduce al absurdo político: el medio que lo lleva en su portada, defiende a Israel. El medio que no lo lleva, defiende a Hamás”. En este caso, también leímos al dirigente Borja Sémper indignado contra los supuestos “equidistantes” y a Isabel Díaz Ayuso acusando directamente al gobierno de Sánchez. En el fragor de la ignominia, se han sumado también las campañas en redes contra quienes aplican la prudencia para ofrecer información veraz. En un momento de Más Vale Tarde se sacó de contexto una conversación de plató que Cristina Pardo e Iñaki López han tenido que aclarar tras sufrir las hordas de la ultraderecha: “Aquí no se dan las noticias que quiere Hermann Tertsch, aquí se dan las noticias que intentamos confirmar en la medida de lo posible”. 

Convertir la profesión en plataformas de la indignación contra políticos, en base a informaciones falsas, imprecisas y exageradas no hace más que desgastar la credibilidad del periodismo, su fin, su utilidad. Mientras hay corresponsales jugándose la vida en Israel y en la franja de Gaza para contarnos los hechos, para algunos sale más a cuenta mezclarlo todo. Hay 2.300 muertos confirmados a esta hora. 300.000 soldados israelíes mirando a Gaza. Dos millones de palestinos encerrados en una jaula humana, súperpoblada y de difícil escapatoria. Miles de ciudadanos israelíes atemorizados en sus casas. Pero aquí, en el debate nacional, nada está a salvo del todo vale. Ni siquiera las víctimas. 

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