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Vox espera sentado al PP

Harán falta unos días para sacudirse el viaje al pasado al que nos ha arrastrado Vox. La descomposición de las instituciones empieza por el desprestigio de las mismas. Un mal uso que genera desafección y desconfianza cuando se utiliza el Parlamento para un fin propio. A eso ha contribuido Santiago Abascal con la última moción de censura, que ha colocado como un borrón en la historia de España. Pero la moción, además del pistoletazo oficial de la campaña, deja una cuestión política fundamental: ¿dónde se coloca el PP y cuándo responderá a la mano tendida de Vox? 

Pablo Casado aprovechó la moción de 2020 para romper con Vox y ahora el partido ultra lo ha utilizado para lo contrario, pedir pactos a Alberto Núñez-Feijóo, un “borrón y cuenta nueva”, como ya han hecho ellos, porque “no son el enemigo a batir”, en palabras de Abascal. En una moción cada partido elige su estrategia. Feijóo escogió el ninguneo, se posicionó en contra desde el principio y Cuca Gamarra ha justificado la abstención en el respeto a la figura de Ramón Tamames. Hasta ahí, ha ido bien. Pero en un debate uno puede decidir dónde se coloca, no a qué preguntas va a tener que responder. El elefante ultra sobrevolaba la moción antes, durante y sigue ahí, instalada en el arranque del 28-M, sin que el PP despeje si gobernaría con Abascal.

VOX le ha acusado durante las dos jornadas de ofrecer acuerdos a Sánchez —no precisamente los del Poder Judicial—, y le exigió un posicionamiento del que hay expectación colectiva. “Los electores tienen derecho a saber exactamente el motivo por el que no apoyan la moción”. El argumento recurrente y lógico de "salir a ganar sin depender de nadie" lo utilizan todos los partidos en elecciones. Pero al PP no se le está preguntando por una aritmética de alianzas, la cuestión de los pactos con la ultraderecha es de naturaleza política y democrática. 

Los populares han resuelto la moción pero no la cuestión más importante a la que debe responder como primera fuerza de la oposición: ¿pactará o no con Vox? Y de paso aclarar qué les parece a sus colegas en Bruselas

La desdiabolización de los de Abascal, la estrategia de bajar el tono, dar menos miedo y no parecer lo que son, la han desmontado ellos mismos durante la moción. El manual ideológico de la ultraderecha ha sido expuesto sin ambages. Y si se ha generado menos escándalo es por la rutina de escucharlo. Revisionismo, misoginia, xenofobia, extemporaneidad y vuelta al pasado. Para Vox, los medios somos “voceros” de la “opinión publicada”. Mientras, sus gabinetes de prensa continúan bloqueando a periodistas y vulnerando el derecho al acceso a la información. Al excomunista Tamames esto le debió parecer normal y no le mereció un reproche. 

Es más, el candidato independiente ondeó muchas de las banderas ultra con mejores formas. Las mujeres solo fueron nombradas para hablar de la baja tasa de fecundidad de las españolas. Luego Abascal justificó el machismo programático recordando a su abuela, madre e hijas. “Mi mujer es la que manda en casa”, dijo. Traducido suena a "es la que lo hace todo" o el "tengo amigos gais” para tapar la discriminación LGTBi. Su mensaje contra la inmigración quedó retratado con la falsedad de que marroquíes y migrantes latinoamericanos consiguen antes trabajo que los españoles. Para Cataluña, no tuvo tiempo. Y no se puede hacer historia desde el BOE, decía Tamames. ¿Desde dónde, si no? 

El revisionismo de Ramón Tamames señalando al socialista Largo Caballero como instigador de la Guerra Civil y el "todos fueron iguales" son los mantras de la ultraderecha para justificar el franquismo y su rechazo a condenarlo. Porque, como escribe Anne Applebaum en el ensayo El ocaso de las democracias: “Siempre hemos sabido que ciertas visiones alternativas de nuestras naciones intentaron arrastrarnos consigo”. 

Vox es el Make Spain Great Again al que le cuesta aclarar qué España y qué tiempo exactamente le parece grande. Es el agujero negro del PP al que no sabe dar respuesta. En el discurso de la portavoz Cuca Gamarra no ha habido rastro del "no queremos ser como ustedes" de Casado. El mitin preparatorio del 28-M que decía Tamames lo hizo Santiago Abascal en su primera intervención pidiendo al PP volver a “caminar juntos”. Los populares han resuelto la moción pero no la cuestión más importante a la que debe responder como primera fuerza de la oposición: ¿pactará o no con Vox? Y de paso aclarar qué les parece a sus colegas en Bruselas. Como concluye Applebaum en su ensayo: “Lo único que podemos hacer es elegir con mucho cuidado a nuestros aliados, porque solo con ellos es posible evitar caer de nuevo en las tentaciones que ofrecen las diferentes formas de autoritarismo”.

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