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El arte de tener razón

Tengo que hacerles una revelación: he descubierto que algunos de los políticos que se han presentado recientemente a las elecciones y a golpe de pactos están a la espera de ocupar las instituciones, son auténticos herederos de afamados filósofos del sigo XIX. En concreto no dejan de recordarme en su afán de tener razón al maestro Schopenhauer, y más en concreto al uso de las 38 estratagemas que para obtener el reconocimiento de dicha razón dictó el autor como normas infalibles. Y vaya si lo han sido.

Estos señores (que lo son, varones de manera muy mayoritaria) siguen a pie juntillas con una fe digna de mejor causa las enseñanzas del filósofo a la hora de construir un relato público y conformar la razón colectiva. Sin reparo, dejan al margen la verdad objetiva para convertirla en accidental, ya saben: no hay crisis climática, el tiempo es así, cambiante. Al menos en otras épocas se recurría a algún primo o cuñado como referente frente a la unidad científica. Ahora ni eso, la dialéctica ganadora no necesita más que ser expresada con firmeza, sin complejos, y todo lo que la contradiga es “ideología”.

Reconozco que mi estratagema favorita de entre las utilizadas es la denominada 'golpe descarado', un giro magistral que deja mudos a propios y extraños. Díganme si no es un golpe maestro y desconcertante poner a un torero al frente de la política cultural

Nuestros aventajados alumnos utilizarán el ataque personal o ad personam reiteradamente para desacreditar la posición política o la gestión pública del adversario. Como decía el autor, siempre se puede encontrar alguna forma de vejamen, aunque sea falsa, o aunque esté vacía. El insulto se personaliza, se abandona el objeto de la contienda para atacar al contendiente. Nadie sabe lo que es el Sanchismo, pero es fácil intuir en el contexto, y en las voces que lo expresan, que debe ser algo terrible y que lo protagoniza el malvado ser al que se refieren. Es una apelación a las fuerzas del espíritu, a la animalidad. Y si alguien pregunta (siempre hay maleducadas) se recurre a premisas falsas o se grita más fuerte, y si la cosa se pone fea a fuerza de datos, lo mejor es abandonar la disputa y cambiar el tema de discusión: Txapote.

Reconozco que mi estratagema favorita de entre las utilizadas es la denominada golpe descarado, un giro magistral que deja mudos a propios y extraños. Díganme si no es un golpe maestro y desconcertante poner a un torero al frente de la política cultural y a un maltratador a negociar el reparto de carteras. Seguramente veremos a un fondo buitre dirigiendo pronto las actuaciones sobre vivienda en determinadas partes del país. Reconozcamos que el descaro es máximo y el golpe impactante. Unos genios. Es imposible la respuesta, nos convierte en inauditos. 

La contradicción y la lucha por alcanzar mayores cotas de poder incluyen más estratagemas: la de la distracción (ETA), de la exageración (violadores sueltos en la calle), el aturdimiento mediante un conjunto de palabras sin sentido (promover la cultura para promover la cultura). En vez de influir con razones en el entendimiento se influirá con emociones en la voluntad. ¿Les suena el mantra de la libertad? 

La dialéctica, a la que dedicó Schopenhauer la obra que hoy les recomiendo (El arte de tener razon), viene de antiguo y trae causa de la necesidad o el deseo naturalmente humano de salir victoriosos de las disputas. Lo desarrollaron con profusión y deleite los griegos en la conformación de las primeras democracias, que consistían en una participación directa de la ciudadanía (allí también solo masculina) y en el debate. El convencimiento y el uso de la palabra eran pues muy relevantes. Sin embargo, déjenme recordarles que, como dijo el también filosofo Gorgias analizando las pautas de la retórica: ya no es tan noble la palabra si no sirve para apaciguar el miedo y eliminar el dolor, producir la alegría y excitar la compasión.

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María José Landaburu Carracedo es Doctora en Derecho, experta en derecho laboral y autora del ensayo 'Derechos fundamentales, Estado social y trabajo autónomo'.

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