Credibilidad e Historia: vuelvo a Albert Camus

Me he equivocado en mis anteriores artículos sobre Camus. Esta contribución es para esclarecer lo ocurrido y para dejar en el lugar adecuado al premio Nóbel francés. He caído en un error que, en general, no tolero en otros: fiarme de evidencias indirectas. Yo me fie de la profesora Geneviève Armand-Dreyfus. No debí hacerlo.

Nada más leer mi artículo, un gran amigo mío, residente como servidor en Bruselas, Santiago Gómez Reino, exdirector general en la Comisión Europea, me envió por Whatsapp una fotografía de varias páginas de las Obras Completas de Albert Camus, publicadas en la colección de La Pléïade, es decir el Olimpo en Francia de todo escritor que se precie.

La verdad, dicen, es privilegio del Señor. Los historiadores somos más humildes. En el mejor de los casos, depende de nuestras fuentes y de nuestros esfuerzos

En ella se recoge el prefacio de Camus a un libro titulado España libre. Su comienzo fue el siguiente (la traducción es mía):

“Hace ahora veinte años que los hombres de mi generación llevan a España en su corazón. Nueve como se lleva una mala herida. Por ella conocieron por vez primera el sabor de la derrota; descubrieron, con una sorpresa de la que apenas si se han repuesto, que cabía tener razón y sin embargo ser vencidos, que la fuerza podía dominar el espíritu y que se dan casos en los que el valor no tiene recompensa. Sin duda es esto lo que explica que tantos y tantos hombres en el mundo entero hayan sentido el drama español como una tragedia personal”.

Figura en los Ensayos de Albert Camus con una introducción de R. Quilliot. Los textos fueron los establecidos y anotados por R. Quilliot y L. Faucon.

¿Por qué vuelvo a este tema?

Por dos razones: una de índole profesional y otra de carácter personal. Ambas entrelazadas. Quizá puedan interesar a los lectores de infoLibre.

La profesional es la necesidad del autor de acudir, siempre, a las fuentes. Yo acudí a un artículo que mencioné y que está en internet. Me fié de él pero no se me ocurrió que la autora hubiese podido equivocarse al omitir tan utilizada cita.

No lo hice por razones de tipo personal. No son excusa, pero no cabe prescindir de ellas. Desde que estalló la pandemia me he encerrado en mi casa, con salidas solo las imprescindibles (médicos, farmacias, hospitales, supermercados) o de placer (paseos en los bosques, restaurantes al aire libre). En septiembre y diciembre pasados fui por fin a Madrid (en agosto un par de días a Somerset, Inglaterra). Ciertamente no se me ocurrió ir a una biblioteca (la de la Universidad Libre de Bruselas está a veinte minutos a pie de mi casa). Hoy reconozco que hubiera debido hacerlo.

De lo que antecede extraigo dos consecuencias: una general y otra particular. La primera es que todo historiador puede fallar si no acude a las fuentes apropiadas. Lo hago en mis libros, aunque tal vez se me escape alguna. El internet no siempre es fiable. No todos los artículos pueden descargarse. Los libros en ocasiones tienen precios prohibitivos. La consecuencia particular es que es necesario pedir perdón a los lectores. Lo hago aquí humildemente.

El 25 de enero publico un nuevo libro: Oro, guerra, diplomacia. La República española y la Unión Soviética en el tiempo de Stalin. Espero y deseo que con éxito. Tiene tras de sí seis años de recogida de documentación y de reflexión. Es muy verosímil que se me hayan escapado libros o artículos (ya he descubierto uno de estos últimos, que no altera mi argumentación). Por ello mi trabajo empieza y termina con dos afirmaciones: no hay historia definitiva. No hay historiadores definitivos.

Ahora bien, me he dejado un montón de euros en la recopilación de información de archivos y bibliotecas. He argumentado en base a fuentes primarias (en gran medida desconocidas en España y países de nuestro entorno cultural) pero también secundarias, hasta las más recientes, aunque solo hasta finales de 2021. Mis tesis no agradarán a muchos lectores. Quiero pensar que a otros, sí.

La combinación de fuentes primarias y secundarias apunta en una sola dirección y en contra de otra. Esta es, como ha ocurrido ya con mis dos últimos libros, absolutamente opuesta a los mitos, argumentos y falacias de la historiografía franquista o neofranquista, conservadora o de derechas. También he revisado algunas de mis tesis que adolecían de información inexacta, pero que es a la que había llegado en obras anteriores. (Por lo demás, es un enfoque que sigo manteniendo en otro de los libros que tengo en elaboración).

La verdad, dicen, es privilegio del Señor. Los historiadores somos más humildes. En el mejor de los casos, depende de nuestras fuentes y de nuestros esfuerzos. A veces el resultado responde a nuestras expectativas. En ocasiones, no. En este caso, a la conciencia de la propia falibilidad va unido un guantelete de hierro a manera de desafío a los historiadores proclives al PP y a Vox. A ver si son capaces de escribir algo mejor. Si lo logran, la Historia (con mayúscula) saldrá ganadora. Servidor ha hecho lo que ha podido.

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Ángel Viñas fue sucesivamente director en la Comisión Europea de América Latina, política de seguridad, relaciones multilaterales y derechos humanos y embajador en Naciones Unidas. Su próximo libro versa sobre la República española y la URSS en los tiempos de Stalin y aparecerá a finales de enero en CRÍTICA.

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