Torrejón, un modelo mortal Pilar Velasco
No he querido manifestarme en los recientes debates. Carezco de información fiable. El torbellino de noticias (muchas de ellas exageradas, torcidas o, simplemente, inventadas) ha sido tal que se ha cruzado con la terminación de tres libros en los que participo. La carga de trabajo ha sido agotadora. Este fin de semana del 12/13 he acabado todo. Hay que esperar al 18 J.
Desde hace quince años voy cada vez menos a España. En contraposición, mi productividad como historiador ha ido aumentado y casi siempre me ha tocado acercarme a momentos cumbres del pasado de sus relaciones internacionales, tanto por la derecha (Franco) como por el lado socialista con los rescoldos que han suscitado con Estados Unidos.
Hoy me atrevo a hacer una comparación y a invitar a mis numerosos detractores a que aporten evidencias primarias relevantes de época para justificar, con otras al apoyo y que consideren mejores, que soy un historiador de izquierdas insensible a ellas y que ellos tienen otras cartas que esgrimir, aunque no las han esgrimido.
FRANCO: en 1952 y 1953 la dictadura sostuvo largas negociaciones hasta llegar a los famosos Pactos de septiembre de este último año. Cómo discurrió la vertiente militar (la más importante) se desconoce. Las llevó a cabo el teniente general jefe del Alto Estado Mayor Juan Vigón y, hay que suponer, bajo la estrecha supervisión del tan añorado Caudillo por Vox y el PP. El 16 de marzo de 1953 los norteamericanos, muy formales, entregaron una carta al entonces Jefe del Estado por intermedio del ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo. Obsérvese: se atuvieron a un estricto protocolo pero sugirieron que el núcleo de los pactos se consignara en un acuerdo secreto. Lo que pedían era carta blanca para utilizar las bases por construir en defensa de la seguridad de Occidente cuando estuviera muy amenazada. La nota correspondiente, supersecreta, la descubrí en 1977. La he publicado en varias ocasiones. Franco ordenó a Vigón que la aceptara sin más. Los norteamericanos la aplicaron varias veces aunque cabe dudar que en ellas las discusiones con los militares españoles fueran muy prolongadas. Repitieron en 1962 cuando la crisis de los misiles en Cuba.
Cuando Franco planteó en Madrid, el 10 de abril de 1956, al secretario de Estado John Fuster Dulles que temía un posible ataque sobre la capital por la operatividad futura de la base de Torrejón, la respuesta fue muy ajustada a la realidad: “Caudillo, vivimos hoy peligrosamente”. Franco se inclinó: Todo por la Patria. El Ministerio de Defensa guarda hoy como oro en paño la documentación militar de las negociaciones y no existe historiador que las haya visto. Su resultado sí se conoce.
El Ministerio de Defensa guarda hoy como oro en paño la documentación militar de las negociaciones y no existe historiador que las haya visto
OTAN: En medio de grandes protestas populares, del PSOE y de toda la izquierda cuando el sucesor de Adolfo Suárez, un ingeniero de Caminos, Canales y Puertos llamado Leopoldo Calvo-Sotelo, anunció que España ingresaría en la OTAN, una votación parlamentaria lo autorizó pero dejó a su sucesor lidiar con la patata caliente. Felipe González lo hizo como mejor pudo. Ningún país había abandonado la Organización. Esta alternativa hubiese comportado costes considerables. Se sometió la cuestión a referéndum y la opción se descartó. Obsérvese: se dejó el campo libre a la expresión de la voluntad popular con alguna restricción operativa.
PP: El inconmensurable nuevo presidente del Gobierno, el inmarcesible José María Aznar, inspector de Hacienda, la eliminó. Todo por la gracia de Dios. Años después, se produjeron los atentados de Madrid. Muy pronto la policía habló del componente islámico. El Gobierno se empeñó en la autoría de ETA. ¿Resultado? Tuvo que dejar paso al PSOE.
A José Luis Rodríguez Zapatero le sucedió Mariano Rajoy. Todavía no se sabe cómo tal prohombre repartió el coste del ajuste económico, pero evidentemente afectó a todos los ciudadanos sin obtener, que se sepa, contrapartida alguna digna de exhibirse para mayor gloria del partido y sus dirigentes. Añádase la corrupción que invadió una clase política y una policía putrefacta. No cabe olvidar, sin embargo, que también había aflorado en la última etapa de Felipe González. Con un registrador de la Propiedad al frente desbordó todo límite. No es exagerado afirmar que no hizo el menor honor a su profesión.
¿Han dado su sucesor y el PP alguna muestra de arrepentimiento o de contrición por los desmanes ocurridos? Son correctivos muy católicos, como les informará el señor presidente de la Conferencia Episcopal, tampoco muy “lanzado” a pedir perdón por las tenebrosas maniobras de sus funcionarios (religiosos) con chicos dejados a su cuidado y educación. En resumen, en toda casa cuecen habas y, en las de algunos, más que calderadas. Si la historia sirve para algo, podemos dudar de que alguien en la derecha anteponga los intereses de España a los de Mr. Trump.
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El próximo libro de Angel Viñas está escrito con Guillem Martínez Molinos y versará sobre las leyendas y realidades de los suministros de petróleo a Franco que le permitieron ganar su guerra.
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