'El oro negro de Franco: petróleo y espionaje en la Guerra Civil'
El petróleo y sus derivados fueron un elemento crucial en la guerra civil para movilizar las tropas. El oro negro de Franco narra las estrategias del bando sublevado para hacerse con carburantes, que al principio tuvieron lugar gracias a redes conspirativas monárquicas. Este libro, escrito por Ángel Viñas y Guillem Martínez Molinos, aborda el papel que tuvo la ayuda internacional de Estados Unidos y los regímenes fascistas en el acceso a este combustible y cómo esto fue clave para la victoria del general Francisco Franco.
Ángel Viñas es catedrático emérito de la Universidad Complutense, doctor honoris causa por la Universidad de Alicante; hijo adoptivo de Las Palmas de Gran Canaria; premios Gernika, “Bernardo Vidal” y “Lola González Compromiso y Memoria”. Ha ejercido como asesor ejecutivo de los ministros de Asuntos Exteriores Fernando Morán y Francisco Fernández Ordóñez y como director de relaciones con América Latina y Asia, entre otros cargos. Además, es colaborador de infoLibre, donde suele escribir sobre la guerra civil y el franquismo.
Guillem Martínez Molinos es titulado en Ingeniería industrial y en Ciencias económicas, por la Universidad de Barcelona. Gran parte de su carrera profesional se ha fundamentado en la industria petroquímica española. Gracias a dos becas del Banco de España, ha sido el primer investigador en acceder al archivo del monopolio de petróleos, lo que le ha permitido desvelar con varias publicaciones la importancia del petróleo en la guerra civil.
infoLibre adelanta un fragmento de esta obra que publica Editorial Crítica y que sale a la venta este miércoles 19 de noviembre:
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Espionaje marca Texaco
Estamos en condiciones de aportar algunos datos del espionaje realizado por la Texas Oil Company a través de su amplia red de agentes. Los comunicaba William M. Brewster [empleado de la Standard Oil en España y luego delegado de la Texas en Francia] a los sublevados, en general, por mediación de José Arvilla [ingeniero industrial, exempleado de la Royal Dutch Shell y a la sazón director del departamento de Industria de CAMPSA]. Sus informaciones contribuyeron a incrementar la inseguridad de los transportes por el Mediterráneo y el brutal encarecimiento de los fletes y seguros que debía pagar el gobierno republicano.
Por el contrario, para los franquistas, los suministros de petróleo y muchos otros materiales no encontraron demasiados problemas. Los barcos de la Texas enarbolaban pabellones extranjeros, como veremos posteriormente. Los de CAMPSA con bandera rojigualda se concentraron, a su vez, en los trayectos protegidos por la Marina de guerra propia en el Atlántico. Lo mejor de ambos mundos. Uno de nosotros lo explicó hace tiempo de esta manera:
El temprano volte face de The Texas Co. fue de efectos devastadores: no solo Madrid había perdido un tradicional suministrador de primera clase, sino que se había pasado al enemigo [...] La flota propia había perdido unidades importantes. Sus supervivientes no volvieron a aventurarse demasiado lejos de las costas propias, sea por decisión de los responsables, que no querían exponerlas a un viaje sin retorno, o de las propias tripulaciones, refractarias a enfrentarse a los peligros de la guerra o la captura [...] Y lo que es peor, la evolución de la contienda arrinconó a CAMPSA [republicana] en el Mediterráneo [...] un mar inhóspito, con los accesos sometidos a una doble pinza...
El primer ejemplo de espionaje antirrepublicano que hemos localizado data del 20 de enero de 1937. Recuerde el lector que esto ocurrió mes y medio después de los arreglos de San Sebastián. Se revela en la respuesta a una pregunta que [José Antonio Álvarez Alonso, empleado de CAMPSA, aquí mencionado como JAAA] hizo a Brewster. Los españoles estaban interesados en saber si el ejecutivo estadounidense podría dar alguna información sobre un suministro de gasolina con destino a los "rojos" desde Port-Saint-Louis-du-Rhône, en Francia, efectuado el 4 de ese mismo mes. Brewster acababa de recibir la noticia de que se trataba del buque tanque noruego Storsten. Había descargado a finales de diciembre y vuelto a cargar en el Campuzano, del que ya hemos hablado en relación con su última carga en Port Arthur.
Rápidamente, Brewster se enteró de que el Campuzano navegaría bajo pabellón griego. Señaló que trataría de conseguir más detalles, por ejemplo, cuál había sido el origen de la carga del Storsten. Dos días después, avisó de que la CAMPSA republicana había contratado en régimen de chárter al Beme, un buque tanque de 4.000 toneladas que partiría de Constanza en algún momento en el mes de marzo —más tarde informó de que sería en abril, a no ser que se tratara de otra expedición— con un cargamento mitad de fueloil y mitad de gasolina. Algo que nos parece imposible porque era un petrolero limpio, de bandera panameña. Este aviso es interesante porque muestra el carácter prospectivo de las noticias que obtenía la compañía estadounidense. Ello permitiría que los franquistas pusieran a punto el mecanismo de seguimiento y vigilancia.
En el ínterin, Brewster había montado un sistema para mejorar sobre la marcha la información que le llegaba. Así, por ejemplo, el 22 de enero rectificó los datos sobre el Campuzano. Suponemos que lo tenía en su visor desde hacía tiempo. El buque republicano de CAMPSA había llegado a Port-Saint-Louis-du-Rhône en realidad el 5 de enero y atracado junto al Storsten, que procedía de Constanza, con 8.000 toneladas a bordo. Las operaciones por las cuales la carga líquida se transfirió se hicieron como era costumbre entonces entre buques amarrados uno al otro, "abaorlados" en la jerga naval, por los medios de que disponía uno de ellos tras instalar mangueras de bombeo. Terminada la operación, el barco noruego salió con destino a Filadelfia y el español puso rumbo a Bilbao, donde al parecer se carecía de gasolina. Hemos de suponer que los barcos italianos o alemanes también fueron advertidos de la larga travesía alrededor de la Península que los aguardaba. No llegaron a intervenir. El Campuzano lo capturaron el Canarias y el Almirante Cervera el 8 de enero de 1937.
Para mayor dicha, el 25 de este último mes Brewster informó de la partida del Campoamor desde Filadelfia. Además de su carga de gasolina, llevaba 200 toneladas de aceites lubricantes. Se le había disfrazado y repintado con el color verdoso de las olas del mar. Poco después, envió algunas fotografías para facilitar su identificación a las autoridades navales franquistas. Desgraciadamente para los sublevados, el barco consiguió evadir la captura.
A los franquistas les habría sido difícil llegar a conocer los pedidos de la CAMPSA republicana. No era el caso para la Texas. El 3 de febrero, Brewster anunció que se había fletado el barco griego Ionia con el fin de transportar 9.000 toneladas de fueloil y gasoil desde Constanza a un puerto de la costa mediterránea. Fue interceptado y apresado.
No solo se informaba de los suministros, sino también de ciertas incidencias. Por ejemplo, el 11 de enero de 1937, se comunicó a Burgos que las tripulaciones de los barcos Campeador y Zorroza, anclados en el puerto de Barcelona, se habían negado a salir a la mar. Igualmente se rectificaron datos enviados por error o, advertido de que sus noticias no habían llegado a destino, Brewster las repitió con los últimos acontecimientos. Evidentemente, el petrolero estadounidense no hacia ascos a prestar un servicio completo.
En algún momento en febrero, la CAMPSA republicana anunció a la Texas Oil Co. los suministros que necesitaba para el segundo cuatrimestre de 1937: 25.000 toneladas de gasolina, 5.000 de gasoil y 25.000 de fueloil. Estaba amparada en el contrato de 1935, que suponía, contra toda esperanza, que aún siguiera siendo válido. Las razones de esta petición no las conocemos, ya que en Valencia se estaba desde hacía tiempo al corriente del cambio experimentado en la compañía estadounidense. Quizá fue un intento de ver si era posible jugar a dos barajas. Si tal fue el caso, no les extrañaría la negativa, aunque sí tal vez la contundencia de la respuesta. La Texas en Nueva York y el propio Brewster comunicaron su rechazo a aceptar el pedido. Se informó a Burgos, como parte del servicio completo, de que los republicanos se habían dirigido también a la Atlantic Refining Co. para ver si estaba dispuesta a suministrarlos —adelantamos que sobre ella se ejercieron tales presiones que terminó abandonando a su suerte a la CAMPSA "roja".
El 19 de febrero, Brewster señaló a Arvilla que podían tener la seguridad de que la empresa iba a seguir el tema con suma atención y que si se enteraba de que desde Filadelfia se preparaban suministros para los republicanos, se lo notificaría inmediatamente con el fin de que se interceptaran antes de llegar a las costas españolas. Este tipo de informaciones valía, naturalmente, su peso en oro. Sobre todo cuando el 1º de marzo se precisó que un agente republicano había logrado el compromiso de la refinería para suministrar 35.000 toneladas de gasolina durante los tres meses siguientes.
Igualmente, la Texas advirtió de posibles manipulaciones republicanas. El servicio completo incluyó el no dejar de pasar avisos con el fin de que desde Burgos pudieran prepararse los necesarios contragolpes. El 10 de marzo, Brewster informó de una operación que le parecía sospechosa. El cártel del fueloil le había comunicado que a través de la refinería de la Gironda se habían vendido 5.000 toneladas a la British Mexican Petroleum Co., en Londres. El buque tanque noruego Thoroy se desplazaría a Burdeos para proceder a la carga. Su sorpresa fue mayúscula cuando se enteró de que el barco tenía papeles para dirigirse a Ceuta. Inmediatamente lo comunicó. Nada se perdía si el buque atracaba en Ceuta, pero ¿y si era una añagaza? Mejor prevenir que curar. Arvilla respondió poco después informando a su vez de la captura del Marqués de Comillas con 123 piezas de artillería, 38 blindados y otros materiales procedentes de la URSS.
El abanico de amistades de Brewster —o, quizá, más bien de Rieber— que surge de la correspondencia, especialmente cuando utilizó a la Arrendataria como agencia de viajes, ofrece también un panorama de personajes altamente sospechosos. En él figuraba en lugar prominente el corresponsal de The New York Times, William F. Carney. Antes de la guerra, se había distinguido por su enemistad hacia el Frente Popular. En la zona franquista mantenía una dirección que dio a Brewster. Este solicitó a Arvilla el 22 de marzo que Álvarez Alonso ofreciera sus buenos oficios a Carney para facilitarle en todo lo posible "información" de cara a utilizar en sus reportajes. Hay que recordar que estos tenían gran predicamento en un sector de la prensa estadounidense proclive a los sublevados. Superficialmente, no parece una gestión de mucha importancia, ya que Carney habría hecho sus propios contactos, pero lo cierto es que la dirección que de él tenía Brewster era la del consejero político de la embajada nazi en Salamanca, Karl Schwendemann. Hay amistades peligrosas y este dato nimio permite precisar sin grandes alharacas el tipo de amistades a que Carney acudía en la zona franquista. ¡Un periodista muy "objetivo"!
Fue precisamente por aquellos días cuando publicó en The New York Times (23 de marzo de 1937) uno de sus más infumables artículos. Esta vez sobre la felicidad que reinaba en el feudo por excelencia de Queipo de Llano: Sevilla. Carney dibujó una atmósfera rosada y de fiesta. Reprodujo las mentiras del psicópata general que rechazaba los "embustes" de los marxistas sobre asesinatos, crueldades, etc. Nada de eso. La gente siempre había saludado a los sublevados como libertadores, tanto al principio del "Alzamiento" como en Málaga. Los nacionales habían hecho justicia y ejecutado a muy pocos y siempre por hechos comprobados por los tribunales militares. Se trataba de un ridículo 10 % de todos los procesados. En comparación, había que pensar en las innumerables víctimas del terror rojo que había precedido la liberación de la ciudad. No hace falta detenerse en las consecuencias que Carney pretendía lograr con informaciones de tal tenor.
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Al enviar una copia de la página a Arvilla, Brewster no dejó de subrayar que era una pena que en Estados Unidos no hubiera muchos más periodistas como Carney. Servirían de contrapeso a "la propaganda roja que se esparce en gran parte de la prensa americana, tan controlada por los judíos". Con esto el lector ya se dará cuenta, por si tenía alguna duda, de qué lado latía el corazoncito del representante en Europa de la Texas Oil Co.: antisemita, pronazi, profranquista. ¡Una perla!
La petrolera tampoco dudó en hacer pesquisas por cuenta de los sublevados. En una ocasión, The Morning Post, periódico inglés, dio la noticia de que la tripulación del buque tanque británico Esturia, que iba de Filadelfia a Barcelona y se encontraba en Gibraltar el 24 de mayo, se negó a continuar el viaje. Brewster acudió al Lloyd’s Register y a otras publicaciones y no encontró el menor rastro de un navío con tal nombre. Preguntó si en Burgos querían que la Texas hiciera más investigaciones y planteó si no se trataría del Campoamor bajo un alias.
La lluvia de informaciones sobre importaciones efectuadas por la República llevó, en manos de sus adversarios, a acciones concretas. Que el control naval en el Mediterráneo siguiera efectuándose por medio de los nazis y los fascistas indudablemente simplificó las cosas. Además, la Marina franquista también compartía sus informaciones con Roma y Berlín. Al fin y al cabo, de lo que se trataba era de estrangular los aprovisionamientos bélicos y no bélicos del enemigo.