Los obispos y el Gobierno

El arzobispo de Valladolid se arremanga los puños de la sotana. "¡El Gobierno está hecho unos zorros!", afirma el mitrado; ¡cuestión de confianza o elecciones! Los propios, enfervorecidos, se descarnan las manos con el aplauso: profeta, líder, ¡santo súbito! Los contrarios —tiene su gracia— se rasgan las vestiduras. El ministro Bolaños, alborotado, ha pedido el recado de escribir. ¡Moncloa bien vale una carta! "Absténgase de romper su neutralidad política y actúe con respeto". Recórcholis. Monseñor, que tiene ganas de gresca, responde en Twitter: "Ante el respeto a las reglas básicas del Estado de derecho, no soy neutral".

La bronca está servida, y sospecho que beneficia tanto a tirios como a troyanos. Los de la sotana se justifican ante su parroquia, que les acusaba de cobardía por no enrocarse en lo de Cuelgamuros. Los del pe so e practican el pim pam pum con el tentetieso favorito de la progresía. Servidor, encadenado a esta sabatina de chascarrillos e improperios, agradece que le den el trabajo hecho.

Alberto [Núñez Feijóo], mira que hay que escoger bien dónde se pronuncian las filípicas, no sea que tanta valentía le haga quedar a uno como un gilipollas

Neutral, la Iglesia española, ¿cuándo? ¿Con Rouco? ¿Con la carta colectiva de los obispos del treinta y siete? Catoliquillos patrios, sabed que María Santísima va con los sublevados. Juan Espadas, el antiguo alcalde de Sevilla, ha conseguido un precedente. ¡Unas declaraciones de Tarancón! Ya estamos todos. Los detractores del incienso y el alzacuello se han apresurado a pedir la derogación del concordato y demás prebendas de la santa madre iglesia. Si los curas quieren recibir subsidios del Estado, dicen, que no muerdan la mano que les da de comer. El argumento, ya lo siento, tiene algún agujerillo: si le vas a quitar el turno de réplica a todo aquel que vive de la subvención, verás qué disgusto le das a los sindicatos.

Sería más prudente, creo, dejar que sus ilustrísimas se despachen a gusto y que les atienda quien quiera (la audiencia, también les digo, sería más magra si el Gobierno no pidiese las sales cada vez que le presta tirar del hilo). También, que los eclesiásticos no jugasen a ser damiselas en apuros si, de tanto en tanto, alguien les enmienda la plana. Entiendo que el púlpito te acostumbra a que el sermón vaya en dirección única, pero convendría madurar. ¡Nos persiguen! No, mire usted: les contestan.

Feijóo quiso aprovechar la cena de empresa del pe pé (tremendo planazo, ¿eh?) para felicitar las pascuas a la concurrencia. "Si uno es católico, ¿por qué tiene que pedir perdón? No os voy a decir felices fiestas, os voy a decir: feliz Navidad". ¡Prócer! ¡Héroe! ¡Viriato! Me pregunto, inquietísimo, en qué situaciones habrá tenido que disculparse don Alberto por su fe. Yo, que también tengo el firme propósito de resucitar entre trompetas y que estaría dispuesto a partirme la cara a cuenta del filioque, jamás me he visto en una de esas. Y miren que me pongo a tiro: aquí me tienen, escribiendo en este diario de rojos levantiscos. La cena en la que Feijóo se postuló para el martirio la organizaba, según leo, la filial madrileña del partido: los mismos mozos que han montado una luminaria con san José, la virgen y el niño al ladito de las Cortes (pasé el otro día). Nos comen los talibanes, ya ven. Por si las moscas, en los vanos de la Puerta de Alcalá hay otro nacimiento. Alberto, mira que hay que escoger bien dónde se pronuncian las filípicas, no sea que tanta valentía le haga quedar a uno como un gilipollas.

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