"Disconcordia"

PP y Vox llaman a la concordia negando los motivos de la discordia, en una estrategia habitual basada en afirmar lo contrario a lo que se hace para engañar a la sociedad y evitar la crítica directa. Es como cuando hablan de igualdad negando la desigualdad de una cultura machista, y piden que las políticas de igualdad se dirijan a hombres y a mujeres, como si los primeros no tuvieran aún una serie de privilegios, y las segundas no sufrieran todavía la discriminación y la violencia estructural que los hombres y lo masculino de su cultura imponen. Actuar por igual supone que la desigualdad existente continúe con sus diferencias, y que las causas permanezcan y hagan que esas diferencias aumenten, no que disminuyan.

Su estrategia es hablar del resultado sin abordar las causas, pero eso, según lo plantean, “no es mentir”, eso es “compromiso” con la ciudadanía y la convivencia. Así, por ejemplo, en las Islas Baleares han suprimido la oficina contra la corrupción bajo el argumento de que lo hacen para ser más eficaces contra la corrupción; en Castilla y León derogan la ley de memoria histórica para “consensuar” la historia y acabar con el “enfrentamiento”, como si exigir verdad fuera lo mismo que mantener la mentira;  en la Comunidad Valenciana suprimen el premio Guillem Aguyó contra el odio para mejorar la respuesta contra los delitos de odio; y por todo el “territorio nacional” cierran consejerías, concejalías y recursos de igualdad para mejorar la respuesta contra la desigualdad y la violencia de género.

¿Se imaginan que alguien suprimiera un servicio de salud con el argumento de hacerlo para mejorar la salud, o que quitara la Policía para aumentar la seguridad ciudadana? Pues eso es lo que ocurre y se acepta en los temas sociales con raíces culturales.

Todo se presenta como si no fuera ideología ni hubiera adoctrinamiento en sus propuestas, políticas y mensajes, como si el machismo no fuera una posición ideológica impuesta por los hombres para someter y controlar a las mujeres. Por eso ellos hablan de “ideología de género” al referirse a la igualdad para hacer creer que lo suyo no es una posición ideológica, cuando en realidad lo es. Hablar de igualdad y de erradicar la violencia contra las mujeres puede ser “ideología de género feminista”, pero negarse a ello y defender el modelo androcéntrico es “ideología de género machista”.

¿Se imaginan que alguien suprimiera un servicio de salud con el argumento de hacerlo para mejorar la salud, o que quitara la Policía para aumentar la seguridad ciudadana? Pues eso es lo que ocurre y se acepta en los temas sociales con raíces culturales

La ventaja que tienen las posiciones conservadoras con toda esta estrategia es que cuentan con la normalidad de su parte, una normalidad definida por la cultura machista que presenta cualquier alternativa a su modelo como un ataque y una propuesta de parte interesada, mientras que su posición, que es particular y construida sobre una serie de ideas, valores y creencias propias, la presentan como algo natural y consecuente a una sociedad libre, cuando es todo lo contrario. La evidencia de la injusticia que guardan esas posiciones conservadoras y androcéntricas es tan objetiva que basta con detenernos ante sus consecuencias. Pues este marco social y cultural ha sido capaz de instaurar una dictadura en contra de las posiciones democráticas y de mantenerla durante 40 años a base de violencia, y es el mismo capaz de, a pesar de todo lo que se conoce sobre la desigualdad, defender el modelo que la ha hecho posible y mantiene la exclusión de las mujeres.

Sólo con esas referencias debería ser suficiente para impedir su discurso y manipulación. Las preguntas que debemos hacernos son sencillas, ¿ha existido una discriminación histórica de las mujeres durante miles de años que se ha ido corrigiendo con iniciativas puntuales, pero que todavía está presente? ¿Ha existido una dictadura durante 40 años como consecuencia de un golpe de Estado contra un gobierno democrático?

Las respuestas no forman parte del consenso, sino de la evidencia histórica, y son “sí” a las dos preguntas. Ellos también saben que la respuesta es afirmativa, pero como son conscientes de la injusticia que supone, utilizan la estrategia del negacionismo y la confusión diciendo lo contrario a lo que hacen.

Defender esas posiciones que lo niegan o justifican para dulcificar una historia amarga sólo pretende darle continuidad para mantener los privilegios que entonces tuvieron, que hoy aún mantienen en parte, y que ven cómo la transformación social y la toma de conciencia sobre el significado de la injusticia impuesta hacen incompatibles con la democracia y la convivencia.

Las posiciones conservadoras han instaurado la “disconcordia”, es decir, la manipulación de la concordia para mantener la discordia y el enfrentamiento. Y lo hacen porque saben que en el enfrentamiento y en la polarización ellos resultan victoriosos al poder utilizar elementos de poder informal creados por la cultura, que no pueden emplear quienes tienen otro marco cultural y de convivencia, como es el que se propone desde la igualdad y la paz.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

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