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Todo tan frágil

Lo primero que se necesita para escribir es la fuerza. Había escrito: lo primero que se necesita para escribir a mano es fuerza. Lo aprendí el jueves sentada en una sillita naranja con las rodillas oteando una mesa por la que discurrían las fichas de mi hijo. Una asiste a la primera tutoría de un niño que no ha cumplido tres años sin saber bien qué esperar. Hay una ciencia en la educación infantil de la que no se habla, de la que no sabemos. Se piensa que los niños están allí pasando el rato, pinta y colorea, y ahí, en esa zona del colegio donde todo es minúsculo y tierno, se aprenden las funciones imprescindibles que el resto de nuestra vida daremos por sentadas, que obviaremos.

Un buen entrenamiento para coger fuerza en los dedos es romper papeles en trozos pequeños. Motricidad fina. La pinza digital consiste en el control voluntario y preciso de los dedos índice y pulgar para coger y manejar objetos. Sin la pinza digital no podríamos escribir a mano y –todavía en las aulas de la pizarra digital– no escribir bien a mano desestabiliza toda la pirámide del aprendizaje. Las maestras de infantil se fijan en la consistencia del trazo del lápiz. En los caracteres de Word queda oculto si ese día se tenía o no la fuerza necesaria para escribir.

A veces se escribe para coger fuerza. Yo nunca he tocado el piano, pero el gesto de las manos sobre el teclado me calma como me imagino que se calman los músicos sobre sus notas y pienso en eso. Siempre me ha costado demasiado escribir algo que me dé igual, traducir una nota de prensa, armar unas declaraciones que a quién le importan, y sin embargo en los días de trazo débil me compone al menos poder con eso. Seguir esa línea de puntos, completarla. Dicen que se crea mejor desde el dolor, pero entre el dolor que necesita salir por los dedos y el dolor que los paraliza hay milímetros.

No puedo ver imágenes, deslizo rápido si atisbo una, incapaz. Demasiada fuerza. Ves los ojos oscuros de tu hijo en todos los ojos de esos niños asustados y solos

Estos días duelen. Hay un dolor del mundo que te ofrece perspectiva y un dolor del mundo que la borra. El tiempo que no paso escribiendo, ni rompiendo papeles en trozos pequeños con mi hijo, lo dedico a leer sobre el asedio macabro sobre Gaza. Leo todo, en las lenguas que conozco, en la prensa y en Twitter. Pero no puedo ver imágenes, deslizo rápido si atisbo una, incapaz. Demasiada fuerza. Ves los ojos oscuros de tu hijo en todos los ojos de esos niños asustados y solos. Piensas si esas madres también estaban hace unas semanas rompiendo papel en trozos pequeños con ellos.

Todo tan frágil. Este momento del mundo no ofrece línea de puntos, ni fichas graduales, progreso, esperanza. Algunas personas dicen ya que necesitan “desconectar” de este dolor inasible, pero este dolor se está irradiando a todas partes. Europa también es un lugar menos seguro ahora para quien necesite el criterio de proximidad. Del dolor nace más dolor y un presidente ha anunciado en el Despacho Oval y un Parlamento Europeo ha votado que adelante, siga la guerra. Y de repente todo lo que somos, todo lo que tan esforzadamente construimos cada día parece minúsculo y nos tiemblan la mano y los dedos como si fuera la primera vez que cogemos un lápiz.

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