Violencia de género y desunión europea

Las casualidades no existen, sólo que a veces los hechos tardan en coincidir para hacer de la evidencia conciencia, pero cuando todo forma parte de una misma realidad los acontecimientos son producto de sus referencias comunes, no accidentes ajenos ni casualidades del azar.

Los días 24 y 25 de octubre se ha celebrado en Bruselas el Foro Europeo sobre Igualdad de Género (EGEF 2022), organizado por la Unión Europea, en el que tras varios años sin poder hacerlo debido a la pandemia, se ha presentado la actualización del Índice de Igualdad de Género elaborado por el EIGE, un instrumento que nos muestra la temperatura de la igualdad en el seno de la Unión.

El resultado no ha sido bueno, la igualdad sólo ha mejorado 0,6 puntos respecto al anterior Índice y 5,5 puntos desde 2010, sobre todo por el empoderamiento formal de las mujeres en puestos de responsabilidad política, social y empresarial. Pero al margen de su mínima evolución, lo más llamativo es que el dominio sobre la violencia de género aparece sin datos, precisamente en un año, 2020, en el que todos los estudios nacionales muestran que se ha producido un aumento de la violencia de género debido a la pandemia. Es decir, en un tema tan grave, como es el hecho de que el 20% de las mujeres de la Unión Europea sufra violencia física, el 43% violencia psicológica, el 13% violencia sexual y el 55% acoso sexual, tal y como recoge el informe de la Agencia de Derechos Fundamentales (FRA, 2014), la propia Unión Europea no tiene datos porque los estados miembros no se los han pasado.

¿Cómo es posible que no haya responsabilidades ante la ausencia de datos sobre violencia de género para el Índice de Igualdad de Género, cuando los ha habido otros años y los hay para el resto de dominios?

Esa misma semana, tan sólo cuatro días después, el viernes día 28, una enfermera española residente en la misma ciudad donde se ha celebrado el Foro Europeo sobre Igualdad de Género ha sido asesinada por su exnovio, un guardia civil que viajó hasta la capital belga para que se volviera con él o no volviera nunca.

La coincidencia en el escenario del tiempo y del lugar nos muestra con toda su crudeza la realidad de la violencia que se ejerce contra las mujeres, y la pasividad de los Estados Miembros y de las autoridades europeas para exigirles medidas y acciones ante una situación que, según el informe Global de Homicidios de Naciones Unidas (2019), asesina a 3.000 mujeres en la región de Europa sólo en el seno de las relaciones de pareja y familiares.

¿Cómo es posible que no haya responsabilidades ante la ausencia de datos sobre violencia de género para el Índice de Igualdad de Género, cuando los ha habido otros años y los hay para el resto de dominios?

La situación no es un accidente, todo lo contrario, refleja complicidad con la realidad machista de la violencia de género, y un claro interés en que no se conozca su verdadera dimensión y consecuencias para de ese modo seguir confundiendo lo invisible con lo inexistente: si la violencia de género no se ve, el machismo que la produce tampoco resulta visible, y si el machismo y su violencia no se ven se concluye que el machismo y la violencia contra las mujeres no existen, tal y como proclaman ahora los negacionistas, usando incluso los inexistentes datos para confirmar sus teorías.

El problema es antiguo, lo cual lo hace más grave. En la presidencia española de la UE durante el primer semestre de 2010, se aprobó desarrollar un sistema que permitiera conocer la dimensión de la violencia de género en todas sus expresiones, y de manera muy especial los feminicidios. Yo mismo, como Delegado del Gobierno para la Violencia de Género, fui el encargado de negociar con los entonces 24 Estados Miembros restantes todas esas iniciativas, y elaborar una “estrategia europea para la erradicación de la violencia de género”, que fue aprobada por unanimidad en la reunión del EPSCO celebrada en marzo de 2010. 12 años después la UE no sabe, es decir, no quiere saber, cuántas mujeres son asesinadas por esta violencia. La argumentación demuestra esa complicidad que apuntamos: no hay legislación europea sobre la materia porque no hay datos sobre los que desarrollar las políticas, y no hay datos porque no se ponen en marcha las iniciativas para que se puedan obtener a través de indicadores comunes.

Y del mismo modo que no hay datos ni políticas, tampoco hay responsables de que no los haya, demostrando la connivencia y complicidad.

Las crisis agudizan los problemas estructurales, no crean nuevas circunstancias para la violencia de género, y ahora vamos hacia una nueva crisis global que de no hacer algo para evitarlo volverá a impactar más sobre las mujeres en el plano social, pero sobre todo en el plano vital, pues serán muchas las mujeres que verán agravada la situación de violencia que ahora sufren, y otras las que entrarán en la dinámica de la violencia machista. Pero al margen de las crisis globales, cada día hay crisis profundas en muchos lugares de la UE y del planeta donde las mujeres quedan atrapadas en la falta de empleo, en la precariedad laboral, en el trabajo doméstico impuesto, en la discriminación social… y todo ello se traduce en más violencia de género.

Lo ocurrido esta semana en Bruselas es algo más que una cruel metáfora de la situación de la violencia de género en la UE: en la misma ciudad donde se dice ante toda Europa que no hay datos sobre violencia de género, una joven española que huía de la violencia es asesinada. Y ese algo que va más allá de la metáfora es la propia realidad.

Europa no puede permanecer al margen de esa realidad que se produce en cualquiera de sus Estados Miembros. No se puede construir la Unión sobre la desunión que suponen la desigualdad, la discriminación y la violencia que sufren las mujeres

_________________________________

Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la Violencia de Género.

Más sobre este tema
stats