¿Dónde viviremos los lunes?

Pisos turísticos, colivings para nómadas digitales y hasta pueblos enteros vendidos al mejor postor. Visas para teletrabajadores con buenas rentas y visas de oro para quienes tienen a mano medio millón de euros con los que comprar una vivienda. España se ofrece como escenario vital idílico de los altos sueldos y patrimonios del mundo mientras las condiciones de su población son cada día más invivibles. España, el lugar perfecto si te paga alguien de un país más rico o si lo eres tanto que no necesitas trabajar.

En un artículo reciente, el Washington Post llamaba a sus lectores estadounidenses a mudarse a esta tierra del “jamón ibérico, el jerez y las siestas” con sus poderosos sueldos y alguna ventaja fiscal por definir. La ilustración vendía un ratito de ordenador desde la tumbona de la playa, exactamente como estábamos todos los españoles ese día 23 de enero, ola de frío nacional. No sabría decir qué es menos cierto: que en este país es verano todo el año o que aquí se trabaja poco o plácidamente. Hasta el más motivado estadounidense se arriesga al síncope si lo someten a una jornada partida española aplastada por la presencialidad y total ausencia de control sobre la propia vida.

España se ofrece como escenario vital idílico de los altos sueldos y patrimonios del mundo mientras las condiciones de su población son cada día más invivibles

La invitación no es ven a España a vivir como los españoles, sino ven a España a vivir la vida que los españoles no pueden permitirse. Cuando trabajaba en Barcelona, una amiga belga vino de visita y le puso palabras a mi decepción: es una ciudad fantástica que los que vivís aquí no podéis disfrutar. Pienso lo mismo de Madrid siempre que voy y siento que pronto será también verdad casi para el país entero. No hay lugar soñado que lo siga siendo si lo único que puedes hacer ahí es ir y venir agotado de un trabajo que con suerte te permite pagar las facturas.

Estas son semanas de menos cero en Zamora y por supuesto pienso mucho en Málaga. Dinámica, diversa, diecinueve grados. Antes de que termine de contarlo alguien me dice que “ya se la han cargado, es imposible”. Incluso en Gijón —menos turística, tan encapotada— hay propietarios que cierran sus pisos hasta que llegue el veraneante, les sale más a cuenta. Los rentistas de este país han encontrado su gallina de los huevos de oro y pinta que esta historia acabará tan mal como la fábula.

El problema de la vivienda en España ya no es solo que no puedas pagarla. Hay, por ejemplo, profesores destinados en Ibiza a los que su buen sueldo no les sirve de nada porque no hay casas: los propietarios le sacan más a un turista en una semana que a ellos en todo el mes. Y contra eso quién puede. Cuando al mercado lo dejas solo te devora y hace que nos devoremos los unos a los otros. Una regulación valiente del macabro sistema inmobiliario español es una de las acciones que más podrían mejorar la vida de la gente de este país. El Gobierno progresista está en gran deuda.

En nuestra cultura se sigue considerando que alquilar es “tirar el dinero” y, ante unas rentas desproporcionadas, muchos sienten que es mejor pagarle esa cuantía al banco para poder decir que tienes una casa quizás cuando te jubiles. Porque solo entonces la posees. Si en esos 30 años te quedas sin empleo, enfermas, te separas, hay una crisis que te deja sin nada, el banco cogerá la casa, te echará y te condenará a seguir pagando. Otra forma absoluta de crueldad que cualquier Gobierno de izquierdas debería anular con urgencia.

Empecé a trabajar de periodista cuando en España comíamos con las noticias de los suicidios por desahucio y es un terror que se quedó conmigo. Es una pesadilla que sigue ocurriendo en este país de las casas reformadas de revista solo si el que las va a ocupar viene de paseo con buen billete. Vendimos baratísimas nuestra fuerza de trabajo y nuestras playas al turismo. Ahora vendemos hasta el techo que ha de cubrirnos. Si todo es alquiler vacacional en todas partes, ¿dónde viviremos los lunes?

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