Charles Bukowski, más vigente que nunca

Abel Debritto

De Bukowski se ha dicho de todo: mujeriego, cerdo machista, borrachuzo pendenciero, viejo verde ignorante, paleto de tres al cuarto incapaz de distinguir a Hércules de Hitler, buscapleitos en antros de mala muerte, Shakespeare de las cloacas, cavernícola salido, mecanógrafo sin talento, bukake de la mala poesía y muchas otras lindezas similares que todavía se oyen aquí y allá. Algunas de ellas las perpetuaba el propio Bukowski, encantado de avivar la llama que, al fin y al cabo, le daba de comer. Desde un buen comienzo supo que las polémicas se traducían en un aumento de las ventas de sus libros; no en vano usó una fotografía en primer plano de su rostro casi desfigurado por el acné en la portada de Erecciones, eyaculaciones y exhibiciones (1972): las reacciones de mortificación le gustaban casi tanto como los derechos de autor.  

Para tratarse de un escritor polémico que siempre decía ir de borrachera en borrachera, fue más que prolífico. Los casi 5.500 poemas que escribió son buena muestra de ello. Tras unos inicios como poeta más bien dubitativos en las décadas de 1940 y 1950, el impulso poético se adueñó de Bukowski en los sesenta, cuando se dedicó a enviar poemas a toda clase de revistas y periódicos alternativos. Muchos editores estaban anonadados: “Pero, ¿de dónde ha salido este tipo con esta voz tan peculiar?” Les gustaba tanto la inmediatez y vigor de la poesía de Bukowski que publicaban todos sus poemas, con errores tipográficos incluidos. Para finales de la década, se había convertido en el poeta más publicado del mundillo literario alternativo y se le conocía como el Rey del Underground. Toda una proeza para alguien que trabajaba a tiempo completo en Correos y bebía hasta perder el conocimiento casi a diario.

Sin embargo, su dejadez no le ayudó mucho. A comienzos de la década de 1960, comenzó a enviar poemas a toda suerte de revistas. Muchos poemas se extraviaban por el camino y Bukowski, a diferencia de la mayoría de los escritores, no hacía copias en papel carbón: “Si guardase copias de todo, no sería más que postureo para apuntarme al carro de la fama”. Hacia 1967 había perdido unos 500 poemas de esta guisa, el equivalente a las Obras Completas de más de un autor. A William Corrington, un profesor universitario amigo de Bukowski por aquel entonces, le irritaba tanto que se negara a hacer copias en papel carbón que acabó llamándole “anarquista de mierda”. Hay quienes dirían que Corrington no andaba del todo errado. 

Las cosas cambiaron cuando John Martin apareció en escena. Martin fundó la ya mítica editorial Black Sparrow Press con la idea de dar a conocer la poesía de Bukowski. Martin convenció a Bukowski para que hiciera dos copias de todo cuanto escribiera, una para las revistas y otra para el propio Martin, mientras que Bukowski se quedaba con el original. Desde ese momento, Martin se convirtió en el editor de la obra de Bukowski. Tal y como me explicó en una entrevista, “Bukowski, desde nuestro primer proyecto juntos, At Terror Street and Agony Way (1968), nunca se molestó en elegir los poemas de los libros. Cada semana me enviaba lo que escribía. Una vez al año, me sentaba a leerlo todo, escogía unas doscientas o trescientas páginas de poemas, los ordenaba, editaba lo que fuera necesario y enviaba el manuscrito final a Hank. Nunca me pidió que cambiase nada”. 

Es cierto que Bukowski leía las galeradas, daba el visto bueno y Martin publicaba el libro. Bukowski se dedicaba en cuerpo y alma a escribir a diario y no tenía tiempo para repasar las galeradas con esmero; o no veía los cambios que había hecho Martin o le daban igual. Lo único que le preocupaba era el siguiente verso. Escribía los poemas y, casi al acto, los olvidaba. En The Bukowski Tapes (1986), documental de entrevistas filmadas por Barbet Schroeder para recabar fondos para rodar Barfly (El borracho), Bukowski lee para la cámara La tragedia de las hojas, un poema que había escrito en 1960 y, al acabar, comenta, “no está mal”, como si no recordase haber escrito el que muchos consideran uno de sus clásicos imperecederos.

El legado de Bukowski —acaba de cumplirse este 9 de marzo el trigésimo aniversario de su muerte— está más vigente que nunca gracias a esa alianza con John Martin basada en la libertad mutua

Lo que no es tan cierto es que Bukowski le pidiese a Martin que guardase sus mejores poemas para la posteridad. Se trata de otro de los muchos mitos que plagan la vida y obra de Bukowski. Al ser tan prolífico, Bukowski no se comportaba como un divo que erigía con esmero y devoción un santuario individual para cada uno de sus poemas, sino que dejaba la selección y edición en manos de Martin. Todos los libros publicados a título póstumo fueron también fruto de la visión editorial de Martin. En general, Bukowski estaba satisfecho con la labor de Martin, aunque expresó alguna que otra queja a lo largo de los años. 

A mediados de la década de los ochenta, Bukowski se lamentó de que Martin sólo publicase una sexta parte de su producción poética. En una carta de 1986 dirigida a Martin abundó al respecto: “Empiezo a darme cuenta de que Black Sparrow solo publica lo que quiere […] Es como si tuvieras a un mono deformado en una jaula y solo lo enseñaras a tu antojo […] Me tienes confinado cuando los lectores se mueren por más […] Me estás matando en vida. Ningún otro poeta ha sufrido tantas limitaciones como yo”. Esa no era la única queja. Bukowski también aseguraba que Martin se negaba a publicar sus poemas más “salvajes” o pasados de vuelta, y lo achacaba a que Martin era un devoto de la Ciencia Cristiana y sus creencias hacían que escogiera al Bukowski más respetable. Lawrence Ferlinghetti, que no tenía tantos reparos como Martin, publicaba al Bukowski más irreverente y políticamente incorrecto en su editorial City Lights.

A pesar de estas y otras quejas menores, Bukowski siempre elogiaba y defendía a Martin. Cuando Linda Lee, futura esposa de Bukowski, trató de convencerle en 1978 de que abandonara Black Sparrow Press y aceptara las tentadoras ofertas de las editoriales más prestigiosas de Nueva York, Bukowski respondió de forma contundente: “¿Dónde estaban esos cabrones cuando me estaba muriendo hambre? John fue el único que llamó a mi puerta entonces”. La lealtad de Bukowski le hizo escribir, poco antes de morir, que habían “colaborado en absoluta armonía y confianza mutua, no recuerdo ni una sola discusión”, y en un poema escrito a los 70 años aseguró que los dos habían sellado una “alianza contra natura”, un contubernio inquebrantable. 

Martin, a sus casi 94 años, recuerda desde Santa Rosa, en el norte de California, que el legado de Bukowski —acaba de cumplirse este 9 de marzo el trigésimo aniversario de su muerte— está más vigente que nunca gracias a esa alianza basada en la libertad mutua: “Ecco mantiene los 35 libros de Bukowski en imprenta y los reedita a menudo, no hay ni uno descatalogado. La mayoría de ellos se ha traducido a más de 20 lenguas. Han pasado 30 años desde que muriese y Bukowski sigue siendo un autor rentable con unas ventas nada desdeñables a nivel mundial”. Todo un logro para un mecanógrafo sin talento que no recordaba lo que escribía y que saboreaba las mieles del éxito con la misma despreocupación con la que paladeaba un vino añejo alemán mientras colocaba la siguiente hoja de papel en blanco en la máquina de escribir.  

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Abel Debritto, profesor de yoga Iyengar y doctor en Filología Inglesa, ha editado los nuevos libros de Charles Bukowski para HarperCollins y se ha encargado de su edición y traducción al español para Anagrama y Visor; ha publicado numerosos artículos en revistas literarias y académicas en España, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. Chatwin Books acaba de publicar A Catalog of Ordinary Madness, la primera bio-bibliografía sobre Bukowski. De próxima aparición, Charles Bukowski. Rey del Underground, con Punto de Vista Editores.

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