PLAZA PÚBLICA

Cuento pepero antes de Navidad

Lídia Guinart Moreno

Resulta inaudito y vergonzante lo acontecido en los últimos tiempos en el Congreso de los Diputados, esto es, la brutalidad dialéctica del principal partido de la oposición junto con la comparsa del resto de la bancada diestra. De vergüenza ajena. El culmen lo alcanzaron en la pasada sesión de control, cuando Pablo Casado apareció en estampida contra el presidente del Gobierno escupiendo tacos que retrotraen a la elocuencia de Tejero y arropado por los aplausos de su grupo. El matonismo se ha instaurado en el hemiciclo de la mano de una derecha vacía de argumentos, yerma de propuestas y rebosante de mala educación. Y resulta no menos indignante el aliento de cierta caverna mediática que vocifera y alienta esas conductas. La irrupción de la ultraderecha en el parlamentarismo no ha hecho más que subir el tono de un PP que ya estaba desde hacía tiempo instaurado en esas maneras tan ineducadas y extremadamente desgarradas en el comportamiento y en la expresión hablada.

El expresidente del PP y del Gobierno, Mariano Rajoy, compareció en la comisión Kitchen de investigación parlamentaria la misma semana que escuchábamos al líder actual de la oposición estallar en exabruptos en la sesión de control. Rajoy se limitó a negarlo todo y se permitió el lujo de mofarse de los diputados y de las diputadas, en una actitud chulesca impropia de quién fue y de lo que algún día representó. Se diría que compareció para hablar de su libro, parafraseando a Umbral. Días antes, la anteriormente secretaria general de los populares, María Dolores de Cospedal, había comparecido en la misma comisión para negarse a contestar a las preguntas parlamentarias.

Por si todo esto fuese poco, la ciudadanía madrileña y del resto del país asiste atónita al rifirrafe entre Casado y Díaz Ayuso por la cena navideña del PP. La presidenta de Madrid estampando en las narices al aún líder de su partido su manera particular y más que cuestionable de gestionar la crisis sanitaria y desafiando, con actitud cuasi negacionista, al virus que expande sus tentáculos mutantes a una velocidad alarmante. Un pulso en toda regla que ha puesto en evidencia, de nuevo y más que nunca, el liderazgo de Casado. Todo por una cena navideña. Podría resultar incluso cómico si en el trasfondo no estuviera el riesgo para la salud de los madrileños.

El matonismo se ha instaurado en el hemiciclo de la mano de una derecha vacía de argumentos, yerma de propuestas y rebosante de mala educación

A pesar de esta escenografía de los populares, trufada de derrotismo y conjugada con buenas dosis de deslealtad institucional y política, España tiene puestos sus ojos en el futuro con la mirada firme del Gobierno de Pedro Sánchez y nada le va a hacer desviarla. En este caso no se trata de fe ciega sino de hechos. Los Presupuestos Generales del Estado enfilan su aprobación definitiva por segundo año consecutivo, se están alcanzando niveles de empleo equiparables a los de antes de la pandemia y España es el primer país en recibir la segunda inyección de fondos públicos europeos. Unos fondos con los que el Gobierno, cuya vicepresidenta económica ha sido propuesta para presidir el principal órgano asesor del Fondo Monetario Internacional, encara la recuperación tras el zarpazo del covid. Los presupuestos de este año ya han servido para canalizar las transferencias comunitarias en forma de unos 24.000 euros en inversiones, de las cuales también se han beneficiado las comunidades autónomas. Hay más de 18.000 proyectos presentados para concurrir al Plan de Recuperación, lo que demuestra el interés que suscita no solo en el sector público sino en multitud de empresas.

Los datos económicos del último trimestre arrojan motivos para la esperanza. Se han recuperado los niveles de actividad diaria previos a la pandemia, se reduce el número de trabajadores en ERTE y el desempleo se sitúa por debajo de los niveles que se registraban en 2017, mientras el número de afiliaciones a la Seguridad Social se recupera hasta cifras prepandémicas. Y todo ello cuando acechan aún demasiadas incertidumbres de carácter sanitario porque en medio mundo arrecia la incidencia de una nueva variante. La cuestión es capear el temporal con mano firme en el timón del país, con presupuestos sociales y con políticas que acompañen a la ciudadanía y a los sectores productivos para salir de esta no solo sin daños sino más fortalecidos que antes de que la mascarilla se convirtiera en nuestro nuevo complemento imprescindible.

Hacía demasiado tiempo que España no tenía estabilidad. Esta la garantizan, entre otras cuestiones, una legislatura que dure lo normal y no quede truncada a la mitad junto con infinidad de proyectos legislativos y unos presupuestos anuales y no prorrogados. Que la estabilidad regrese en un momento de incertezas, las que provoca todavía la pandemia, es especialmente relevante a la vez que necesario. Lo demás son cuentos prenavideños de una derecha que va a la deriva.

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Lídia Guinart Moreno es diputada por Barcelona y portavoz del Grupo Socialista en la Comisión de Seguimiento y Evaluación contra la Violencia de Género del Congreso y secretaria de Políticas Feministas de la Federación del Barcelonès Nord del PSC.

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