Defender la universidad pública para garantizar el futuro de la sociedad

Jesús Pérez Gil

Son los estudiantes que hoy se están formando en las universidades quienes liderarán todos los ámbitos sociales en los años futuros. Esto es inapelable. La innovación vendrá de ellos. Las ideas nuevas, en cantidad y calidad, surgirán si se potencia una educación superior creativa y comprometida con el cambio.

Un ejemplo: cada año cursan estudios 70.000 estudiantes en la Universidad Complutense de Madrid. Esto implica un poder transformador enorme allá donde vayan. Si llevan en su mochila valores y capacidades creativas los sembraran en su entorno y estos se diseminarán en la lejanía de donde estén.

El acceso a la educación superior en España experimentó un enorme incremento en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado. Las aulas de las universidades, la mayoría de ellas instituciones públicas en aquel momento, se llenaron de jóvenes deseosos de alcanzar una formación que les permitiera progresar en una sociedad en plena expansión económica y social. Fueron tiempos de masificación en las aulas, y de incorporación masiva del profesorado necesario para atender la gran demanda de estudios universitarios.

La expansión de la universidad se amplió con la creación de nuevas instituciones universitarias en las comunidades autónomas, que permitieron ofrecer educación superior en entornos de proximidad y con peculiaridades regionales asociadas a las necesidades de desarrollo de diferentes sectores. El número de universidades en España creció también gracias a los recursos resultantes de la expansión económica y de los fondos europeos y del mismo contacto con Europa.

Las crisis económicas de décadas posteriores, junto a un cierta satisfacción por considerar alcanzada una adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior (conocido como el proceso de Bolonia), han generado un alto grado de estancamiento de la educación superior a la vez que tensiones en el mantenimiento y actualización de la labor de las universidades y su evolución hacia formatos más dinámicos. La actual necesidad de renovación masiva de un profesorado que llega ahora en bloque a su jubilación, sitúa a la Universidad de la próxima década en una encrucijada donde las decisiones acertadas la convertirán en institución clave en el futuro desarrollo independiente de nuestro país.

Afortunadamente, esta renovación imprescindible del profesorado puede nutrirse de una gran bolsa de jóvenes egresados en su día de nuestras aulas y proyectados hacia una formación de altísima calidad. En una parte importante, esta formación se ha completado para muchos de ellos durante varios años de estudios y trabajos punteros en las mejores instituciones y centros internacionales. Pero hace falta voluntad y visión para entender lo crucial de este momento en la definición de la universidad que formará a los ciudadanos de las próximas décadas.

La sociedad española de 2023 es muy diferente a la sociedad de hace 30-40 años. Es una sociedad global, interconectada con el mundo, en donde la digitalización de los procesos está cambiando la forma de trabajar, de comunicarse, de generar, interpretar y transmitir información y conocimiento. Nuestro país necesita apostar con energía y clarividencia por la innovación y la invención para no quedarse descolgado de la velocidad con que determinadas regiones del mundo —algunas de ellas próximas— están avanzando con ideas nuevas. Las universidades son nodos de conocimiento y, por ser universales en su definición, deben atender la responsabilidad propia de contribuir tanto al desarrollo interno como al de tantas otras regiones de nuestro entorno. Y lo deben hacer aportando valores nuevos. La sociedad actual necesita atender con urgencia criterios de sostenibilidad en su organización, en su progreso y en su relación con el planeta. Y además aceptar la equidad como un eje del bienestar social.

La universidad pública no es una institución pasiva. Es el mayor instrumento de transformación dinámica con que se ha dotado la sociedad. Los miles de estudiantes que pasan cada año por sus campus serán los empresarios, los gestores, los políticos y los técnicos de mañana. Pueden constituir por tanto un enorme activo de transformación social, si su paso por la educación superior les equipa con las capacidades, la motivación y la actitud necesarias para tomar el pulso de los enormes retos a los que nos enfrentamos.

Las universidades son nodos de conocimiento y, por ser universales en su definición, deben atender la responsabilidad propia de contribuir tanto al desarrollo interno como al de tantas otras regiones de nuestro entorno

En un momento en el que se está ya produciendo un cambio generacional cuantitativamente importante en el profesorado, y con el advenimiento de nuevas legislaciones y alianzas interuniversitarias promovidas desde la Comisión Europea, se hace obvio que las universidades tienen una oportunidad única de dar un salto cualitativo en la forma y en el fondo de ejercer la educación superior y de ampliar horizontes y estructuras. La universidad del futuro se construirá con seres humanos —y no con máquinas de Inteligencia Artificial— altamente creativos y capacitados para dar relevo a quienes han trabajado durante décadas en sostener la universidad del presente.

Ante este escenario, hemos preparado una candidatura al rectorado de la Universidad Complutense que apuesta fuertemente por la modernización y la innovación de la universidad como compromiso de transformación de la sociedad, a través de la formación y preparación de nuestros estudiantes. Una apuesta imprescindible para la supervivencia de la universidad pública y su misión, comprometida tras años de continuismo en una visión ya superada por desconexión con la sociedad, y lo que es peor, con la motivación, creatividad y potencial de nuestros estudiantes. Creemos que es necesario construir una universidad que proporcione formación creativa, mucho más interactiva y motivadora, más interconectada con los diferentes entornos sociales, y sobre todo que combine ciencia y tecnología con humanismo y visión social para dotar a los y las estudiantes de capacidades multi —y trans—disciplinares, pues la sociedad de hoy es así. Somos poligonales en nuestras interacciones y ofrecemos múltiples aristas en nuestra vida. Los problemas existentes se resolverán mediante una actitud cooperativa que sustituya en gran medida a esa competitividad agresiva que deja en el camino a muchos que por sí solos no siempre pueden alcanzar el éxito. La universidad es la única institución donde la ciencia, la técnica, la sociedad y el humanismo trabajan juntos.

La universidad pública es además laboratorio de innovación científica, técnica y social, espejo en el que la sociedad que la sostiene puede reflejarse y analizar lo que le gusta y lo que considera mejorable. Puede ensayar y optimizar nuevas formas de coordinar trabajo y vida personal, como en la semana laboral de 4 días. Puede mostrar cómo construir estructuras medioambientalmente sostenibles, energéticamente autosuficientes, derivadas de la integración de energías renovables y de la optimización de los espacios y actividades. Y también puede explorar redes de organización innovadoras que conecten de forma transparente las estructuras de gobierno haciéndolas más accesibles a todos y reactivas frente a todo lo necesario.

Es el momento, y una oportunidad única, de avanzar hacia una sociedad mejor, global, digital, sostenible, innovadora, además de equitativa y justa.

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Jesús Pérez Gil es catedrático de Bioquímica y Biología Molecular y candidato a rector de la Universidad Complutense de Madrid

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