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Despedida de un editor comprometido

Paula Serraller Vizcaino

El pasado domingo 16 de enero falleció mi padre, Juan Ignacio Serraller Ibáñez, fundador junto con mi madre, Cristina Vizcaino, de la editorial Fundamentos. El aluvión de mensajes de apoyo y cariñosos testimonios que hemos recibido estos días ha servido para resaltar la coincidencia de su trayectoria vital con algunos momentos clave de nuestra historia que me parece conveniente recordar. Mi padre nació en San Sebastián, en 1943, pero creció en Madrid donde comenzó sus estudios en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, rama de Economía. Su participación en el movimiento estudiantil que contestaba al franquismo y apoyaba las huelgas de trabajadores en Asturias le valió la expulsión de la Universidad cuando solo le quedaba curso y medio para terminar, en 1964. Continuó su formación en la Escuela Libre de Sociología donde daban clases José Vidal, Alfonso Ortí y Tierno Galván.

Cuando los obreros de Laminación de Bandas en Frío (Echévarri, Vizcaya) entamaron la que sería la huelga más larga de la dictadura (30 de noviembre de 1966-15 de mayo de 1967) por la negativa de la empresa a aplicar las subidas salariales pactadas en el convenio colectivo y los despidos masivos pese a los buenos resultados de la compañía, los grupos que luchaban por la democracia reunieron dinero en Madrid en su apoyo. Junto a otra compañera, mis padres se propusieron para entregar lo recaudado y se acordó un encuentro con un representante de los trabajadores en San Juan de Luz, en el País Vasco francés, por considerarlo más seguro. Aunque la entrega se realizó sin incidencias, al cruzar la frontera fueron interceptados por la benemérita y entregados a la policía, que les condujo al Gobierno Civil en San Sebastián. Allí les quitaron los pasaportes diciéndoles que debían regresar al día siguiente a por ellos, pero al hacerlo fueron detenidos. Permanecieron 48 horas en los sótanos hasta que la intermediación de la familia logró su liberación a la espera de juicio. Por suerte para ellos, la policía no pudo probar nada. Alegaron que habían ido a Francia a comprar libros y mi madre vio con pena cómo le confiscaban su recién adquirido Larousse por el simple hecho de ¡tener las tapas rojas! No hubo manera de convencerles de que ese texto en francés era un simple diccionario. Para las dos mujeres el juicio no prosperó, pero como Juan estaba en edad militar y en aquella época los hombres no podían salir sin permiso de España si no habían hecho la mili, le multaron y quedó con antecedentes penales.

Con tretas tan sencillas como no contestar a la puerta cuando llegaban las notificaciones de secuestro lograron ir publicando títulos que hasta entonces habían estado prohibidos

A raíz de ese “estar fichado”, Serraller no pudo figurar como administrador de editorial Fundamentos. Corría el año 1970 y cuatro años antes, en 1966, se había promulgado la Ley de Prensa e Imprenta, conocida también como la Ley Fraga porque él fue su impulsor. Dicha ley limitaba la libertad de expresión mediante la malamente llamada Consulta voluntaria: había que presentar las galeradas del libro antes de su impresión para obtener la respuesta aprobatoria de la administración, que podía exigir todo tipo de cortes y cambios tanto en interiores como en la portada. Cuando les tacharon una mención al Guernica y a Pablo Picasso en Nueva crítica y arte moderno de Pierre Daix, mis padres decidieron obviar la Consulta voluntaria en los textos problemáticos y arriesgarse a presentar los libros ya editados directamente al Depósito. En ese caso la administración contaba con 72 horas para pronunciarse antes de que se pudiera poner el libro a la venta. Jugando con el margen de los fines de semana, la falta de profesionalidad de las fuerzas del orden, que en alguna ocasión precintaron la edición en la imprenta pero luego olvidaron darle seguimiento, y tretas tan sencillas como no contestar a la puerta cuando llegaban las notificaciones de secuestro, lograron ir publicando títulos que hasta entonces habían estado prohibidos, como El origen de la familia, la propiedad privada y el estado de Federico Engels, El nuevo mundo amoroso de Charles Fourier y El derecho a la pereza de Paul Lafargue.

Sirvan estas anécdotas para recordar que muchas de las libertades que hoy en día damos por sentadas son el fruto de la movilización de miles de hombres y mujeres que no cejaron en su empeño por reclamarlas. Por eso mi hermano Iñaki y yo hemos querido incluir en las esquelas publicadas en El País y el Diario Vasco una mención a los profesionales de la Sanidad Pública y un llamamiento a terminar con los recortes. Sé que mi padre hubiera estado feliz de que su muerte haya servido para seguir proclamando sus principios. Ahora nos toca a los siguientes continuar el trabajo.

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Paula Serraller Vizcaino es hija de Juan Serraller y directora de la editorial Fundamentos.

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