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La distopía biodigital que se avecina

Francisco Javier López Martín

 El mundo está cambiando aceleradamente. El poder económico se ha redistribuido, la tecnología se ha globalizado y los equilibrios geopolíticos se han roto. Con todo, el mayor riesgo creo que se encuentra en saber en qué nos convertiremos dentro de muy poco tiempo, como personas y como especie. Cómo pensaremos, qué esclavitudes aceptaremos como normales, qué conciencia guiará nuestros pasos.

Basta asistir al virulento debate sobre la gestación subrogada, los vientres de alquiler, la clonación de seres humanos, para entender que el transhumanismo disfrazado ahora de posthumanismo y su aceptación de una naturaleza humana líquida, plástica, hecha de elementos naturales y componentes artificiales facilitados por medios técnicos ya disponibles, al menos para los que cuentan con el dinero necesario, serán el eje del debate al que nos enfrentaremos.

Un debate muy manipulable, tremendamente sometido a cuestiones políticas, mucho más que a consideraciones éticas o morales, que pueden conducirnos a una nueva barbarie, a un mundo salvaje del sálvese quien pueda y quien pueda pagárselo. Este es ya el mundo contemporáneo en el que nos movemos. Toda una nueva forma de ver y de entender el mundo.

No sólo es que los seres humanos seamos considerados como mejorables, sino que somos sustituibles, prescindibles, toda vez que nuestras limitaciones sean superadas, nuestras discapacidades corregidas y nuestras posibilidades ampliadas hasta el punto de que nos prometen acabar con nuestras limitaciones y entre ellas la mayor limitación, la de tener que morir.

Los laboratorios se afanan en modificar nuestros genes y, últimamente, en estudiar el cerebro humano en sus conexiones, su mapa de funcionamiento interno, sus redes funcionales y estructurales. Un proyecto al que llaman Conectoma humano.

Según los cantores de esta ideología transhumanista, los humanos que seremos dispondremos de inteligencia superior, seremos eternos, o casi eternos, y viviremos en un mundo nuevo, de bienestar absoluto, indoloro, multicolor, aunque pudiera ser que un poco insípido.

Si no queremos quedarnos atrás deberemos aceptar esta fusión con las máquinas. Esos implantes tecnológicos que permitan que nuestra inteligencia sea una mezcla de Inteligencia Humana e Inteligencia Artificial

Si no queremos quedarnos atrás deberemos aceptar esta fusión con las máquinas. Esos implantes tecnológicos que permitan que nuestra inteligencia sea una mezcla de Inteligencia Humana e Inteligencia Artificial. Quien no lo acepte puede quedar desactualizado, descatalogado, obsoleto, en muy breve espacio de tiempo.

Para ellos, los seres humanos actuales no somos más que una fase concreta de una evolución infinita. Estamos en el principio de todo. Es una obligación de la humanidad entregarnos en brazos de quienes van a mejorarnos física y mentalmente. Todo a cambio de no sufrir, no enfermar, no envejecer, incluso no morir.

Para estos visionarios de la perfección y el progreso continuo, el transhumanismo, el posthumanismo, es una evolución más del humanismo, un producto de la ciencia, la racionalidad. Hay que mejorar el mundo, claro que sí, los procesos educativos, la comunicación, el medio ambiente, pero hay que mejorar tecnológicamente, sobre todo, a los seres humanos en su estructura y en su funcionamiento.

Conviene preguntarse, antes de seguir avanzando por este camino, tal como nos sugieren algunos científicos y pensadores, en estos momentos, si podemos continuar en un proceso de innovación tecnológica infinita, sin controles, sin condicionante alguno, sin límites.

La respuesta sensata sería que no. Que los retos que tenemos por delante deberían exigir mucha reflexión compartida, mucho diálogo y mucha voluntad para valorar las consecuencias de abrir diferentes escenarios posibles.

Afrontamos un momento tremendamente complicado en unas condiciones de una terrible debilidad de los instrumentos democráticos y del pensamiento capaces de poner el desarrollo científico y el sentido del progreso al servicio de las personas. No quiero negar que la innovación tecnológica nos abre nuevas posibilidades, pero siempre que se pongan lejos de los intereses económicos de los poderosos.

No parece, por desgracia, que ese sea el estadio en el que la humanidad se encuentra y lo cierto es que el futuro que se avecina se me antoja cargado de incertidumbres y duros y sombríos escenarios.

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Francisco Javier López Martín fue secretario general de CCOO de Madrid entre los años 2000 y 2013.

 

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