Elecciones en la Complutense: Goyache, Ayuso y otras gentes apolíticas

Carolina Bescansa y Ariel Jerez

A lo largo de las últimas semanas Joaquín Goyache, todavía rector de la Universidad Complutense y ahora candidato en el proceso electoral complutense, ha desplegado una intensa campaña repleta de acompañantes, azafatas, gorras y otros regalos propios de cualquier séquito que se precie. Se trata de continuar, en fondo y forma, con la difusión de una idea fuerza repetida por el candidato desde hace meses. Seguro que les suena: “La universidad está politizada, ¿Quién la despolitizará? El despolitizador que la despolitice, un buen despolitizador será”. A través de crujientes titulares distribuidos generosamente entre los medios del ambiente (La Razón, El Mundo, Telemadrid, El Debate, OK Diario), el apolítico Goyache acusa a la recién aprobada Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU) de promover la politización o señala las protestas y pintadas estudiantiles como expresiones de radicales politizados que atentan contra la vida universitaria.

Dediquemos un momento a analizar el trasfondo de las palabras del aún rector complutense. En español, el término politización entraña una polisemia casi antinómica. La transferencia de contenido o carácter político puede interpretarse como fuera de lugar y, por consiguiente, negativa –por ejemplo, “no se debe politizar el Poder Judicial”–. O, por el contrario, también es susceptible de ser interpretada como positiva, como un proceso capaz de inculcar el sentido de la política o el compromiso con temas políticos –por ejemplo, “es necesario que los jóvenes se politicen para exigir medidas contra la emergencia climática”–. A menudo se alimenta de manera consciente o inconsciente la identificación entre politización y partidización. La errónea equiparación entre política y partidos termina por lastrar a la ya sobrecargada política que, como Sísifo, además de acarrear sus propias mochilas, se ve forzada a transportar también las de los maltrechos partidos políticos.

Pero le pese a quien le pese, desde el punto de la teoría de la democracia, todas las líneas de trabajo contemporáneas consideran los procesos de politización como vectores imprescindibles para la consolidación de la democracia y el robustecimiento del Estado de Derecho. En Occidente, la politización de las sociedades constituyó un factor clave en democratización de los regímenes políticos, facilitando la transición desde el Estado absolutista, dinástico y privatizado por linajes familiares oligárquicos, al Estado nacional y social y de derecho del constitucionalismo contemporáneo. Desde el derecho de voto y la representación parlamentaria hasta al derecho a la educación y a la salud, fueron resultados de dinámicas de politización efectiva de diversos sectores sociales que, en estos mismos procesos, se convertían y eran reconocidos como ciudadanos.

Como no podía ser de otra manera, Goyache ha hecho política en su mandato. Y vaya si la ha hecho. Pero con un tipo concreto de política: esa que te dice que no te signifiques, que en el fondo promueve la insignificancia como marca de la institución

En el sentido contrario, han sido las dictaduras modernas antiilustradas las que se reclaman como “despolitizadoras”, capaces de eliminar los conflictos de interpretación y de definir tanto las necesidades como las esencias de la comunidad nacional, siempre con enormes dosis de violencia y costes trágicos. Franco sintetizó como nadie el sentido de la “despolitización” falangista: “Usted haga como yo: no se meta en política”. Hoy de nuevo podemos ver cómo las estrategias de la derecha reaccionaria aprovechan la incertidumbre del electorado ante los graves problemas a resolver en un contexto de creciente crisis para azuzar políticas de odio y confrontación como la protagonizada por la Plataforma 711 (para la Reconquista Cultural, en una onírica propuesta de actualización del pensamiento cruzado). En la universidad, sus representantes se dedican a denunciar las ideologías, que siempre son malas y las tienen otros, aunque no participan en los debates teóricos ni mucho menos en los cívicos y políticos que preocupan a la inmensa mayoría de estudiantes y profesoras. Y practican un activo negacionismo histórico, climático, moral e incluso sanitario, sin duda anticientífico.

En este contexto cultural y académico, el candidato Goyache ha planteado en los medios que le son afines la “despolitización de la universidad” como uno de los ejes centrales de su campaña. ¿Cómo? Suponemos que continuando con las iniciativas “despolitizadoras” que ha adoptado en los últimos meses. A saber: nombrar a Isabel Díaz Ayuso alumna ilustre de nuestra Universidad. Sí. Isabel Díaz Ayuso. La misma que además de asfixiar presupuestariamente a la Complutense, lidera las posiciones del negacionismo climático en la opinión pública madrileña. Pero la despolitización goyachista no termina aquí. El equipo del todavía rector parece haber maniobrado con los medios de comunicación de su entorno ideológico filtrando datos sobre concursos, plazos y resoluciones con la intención de desacreditar a la decana Esther del Campo, actual candidata a ser la primera mujer rectora de esta Universidad y principal rival de Goyache en estas elecciones. Otra de las prácticas desplegadas por Goyache para contrarrestar la “politización de la Universidad” parece ser la resolución con total opacidad de concursos y promociones internas, como se hizo patente en el último Consejo de Gobierno en el que recibió duras críticas de los sectores sindicales y buena parte de los cuerpos representados en el órgano. Y para no dejar de prodigar su apoliticismo, puso cuantos palos encontró en la ruedas que están impulsando en el Campus de Somosaguas la instalación de tejados fotovoltaicos gestionados bajo la forma comunidad local de energía, tal y como se recomienda desde el Instituto de Desarrollo y Ahorro Energético (IDEA-MITECO) y la propia Unión Europea, una oportunidad excelente para contar con estas instalaciones en forma de un laboratorio interdisciplinar para la transición energética y la economía social cooperativa.

Como no podía ser de otra manera, Goyache ha hecho política en su mandato. Y vaya si la ha hecho. Pero con un tipo concreto de política: esa que te dice que no te signifiques, que en el fondo promueve la insignificancia como marca de la institución. Sin embargo, el compromiso con una comunidad plural y compleja como es la Complutense, en una coyuntura de grandes transformaciones como la que atravesamos, necesita un liderazgo significativo. Un liderazgo creativo y estratégico con mirada larga. Una nueva rectora y un nuevo equipo que no tengan miedo a imaginar una universidad más fuerte, más desplegada en nuestra sociedad y en nuestro tejido productivo, más cooperativa, con más coordinación interna, con más personal de apoyo, con más investigadoras, con más estudiantes, más sostenible, con más transparencia, más consciente de su propia historia, más sensible y con más capacidad de transferencia hacia la sociedad de la que formamos parte. El próximo martes 21 de marzo veremos si los distintos cuerpos electorales (profesorado permanente, profesorado contratado, estudiantes y personal de administración y servicios) deciden seguir la ruta apolítica de la insignificancia. O, por el contrario, van a las urnas masivamente y “se significan” en un cambio que a todas luces nuestra comunidad complutense necesita realizar para afrontar un ciclo con importantes retos y oportunidades. 

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Carolina Bescansa y Ariel Jerez son profesores de la Universidad Complutense de Madrid.

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